La luz de un tenue amanecer se alzaba de entre toda la vegetación rodeaba mi cuerpo, aquella que acariciaba mi piel y reclamaba mi tranquilidad como suya eternamente. Mi mirada se fijaba en los pequeños detalles, tan concisos, tan bellos y tan precisos, los mismos que hacían de todo esto una increíble obra de arte. La respiración se aceleraba a cada paso que daba hacia la extraña luz. Saliendo de entre las hojas, una extraña mujer vestida maternalmente, corría a través de las plantas, intentando huir de algo ¿Pero qué era lo que estaba sucediendo? ¿Por qué ocultarse? ¿Acaso me habría visto?
Un segundo basto para volver a ser llevada lejos de aquel panorama, ahora volvería a un sitio que conocía muy bien. El olimpo suavemente se alzaba con su majestuosidad ante la mirada de todos aquellos de osasen tener la valentía suficiente como para entrar. Las pisadas de mi curiosidad me dirigían entre los pasillos lujosos y bien arreglados, intentando no perder las mismas ganas de encontrar lo que tanto ansiaba. Y de repente una sombra traspaso mi cuerpo. Una extraña mujer volvía a recorrer estos pasillos, al parecer era Hera. Pero ¿A dónde se dirigía?
Corrí intentando seguirla sin perder su rastro, llegando así al mismo balcón donde había maldecido toda superficie conocida. Su expresión demostraba fastidio y sed de venganza, pero a pesar de todos aquellos sentimientos en contra, no era capaz de pensar en cómo detenerla, al parecer su castigo todavía no había cesado.
—Esta será la última vez que veré a mi marido, engañarme. Aquellas acciones tan detestables serán borradas de las leyendas y nunca más volverán a ser recordadas. He de ver como todo lo que Zeus llegó a amar, se desvaneces tras el veneno inminente del terror —Hablaba Hera mirando ferozmente a la tierra en donde su poder se extendería como una toxina inminente, segura de acabar con aquellos que no fueron dignos ante la diosa.
—No dejaré que lo hagas, esos niños son inocentes y si piensas que harás más daño del que ya propagaste, debes saber que estas equivocada, Hera —Interrumpió alguien haciendo que girase ella sin intentar causar ningún movimiento en vano—. A llegado la hora de que tus males cesen en este mundo, nadie merece caer en tus garras, sabiendo que por ellos corre sangre pura y sin pecado alguno.
—Pero mira quien ha venido a salvar a unos simples bastardos, otra bastarda ha de venir a amenazar mis pensamientos. Deberías ser tu quien este confusa, pues mi voluntad se hará ley antes de que el sol caiga en manos de la noche —Sonreía Hera mientras que el fulgor de Atenea se extendía entre todo el lugar.
—Tu alma ha sido corrompida por el odio y no dejaré que hagas daño a aquellos que un día llamaron a Zeus padre y redentor —Aclaró dirigiendo su báculo en dirección a la otra diosa, destrozando las mismas nubes que rodeaban sus pies. Dejando libre el inmenso poder y brillo que aquel instrumento portaba a manos de Atena.
—No me dejaré vencer por alguien tan insignificante como una diosa menor para mí. Es mejor Atena que no te levantes contra mí, pues no habrá perdón alguno con el que puedas vivir después de esto. Os arrepentirás —Insinuaba Hera mientras una amenaza en forma de veneno intentaba irrumpir entre la cegadora luz que emanaba de aquel báculo tan precioso como peligroso.
—No daré marcha atrás y si este es mi destino, lo aceptaré tal como un guerrero a manos de una feroz y encarnada guerra. Ahora más que nunca veré que tan importante debes ser para un mundo al cual solo asustas y cubres en sombras, Hera —Dijo Atena demostrando la valentía con la que apuntaba. En su mirada se podía notar le eterno arder de aquellas agallas. Las mismas que guiaban su espíritu a través de la oscuridad.
—Veo que no has de retroceder. Sin embargo, no dejaré que por tu culpa, mis planes sean desboronados. Así que, teniendo en cuenta que aquellos niños solo son una ofensa para mí y el matrimonio legítimo entre Zeus —Tomaba aire para después decir finalmente en voz alta y amenazadora ante los que estuvieran presentes—. He de ver como su sangre recorre la tierra, he de ver como sus almas huyen y corren en el inframundo, intentando salir, pero no podrán. Aquellas mismas miradas nunca más verán la luz del sol, ni el firmamento en las noches. Aquí y ahora, Pitón ira tras sus corazones y no habrá lugar en donde puedan esconderse, pues aquí no hay más sitio en calma. Morirán sin más y ni tú, ni nadie, podrán salvarlos de su trágico final.
—¡Basta ya! —Gritó Atena desplegando una intensa luz aniquiladora, la misma que borraría el rastro de aquel balcón y parte del eterno cielo. Dejando una inmensa grieta entre el universo y la tierra. Por fin había visto una pequeña parte de lo que era capaz de hacer Atena. Pero aun así, Hera seguía viva, solo había sido encerrada en sus propios sueños.
—Tu mandato esta hecho Atena —Habló alguien mientras que el fulgor de la diosa apaciguaba su osadía en el fondo de su alma—. Ella tardará en salir, pues sus sueños son malignos sin más dilación.
—Muchas gracias Hipnos. No sabía a quién más recurrir y estaba segura que tú serías una de las piezas claves para encerrar a Hera. Aunque ahora hay algo que me preocupa más allá de la prisión onírica de ella. Pitón ahora va tras los pequeños y su madre, tengo que remediar ese futuro antes de que sea demasiado tarde ¿Tienes alguna idea de cómo lograrlo? —Preguntaba Atena buscando la respuesta en la tranquilidad de Hipnos, quien suspirando y afirmando con la cabeza, habló.
—Conozco a alguien que podrá cambiar eso o por algún tiempo, pues el destino es algo con lo que no se juega, querida —Afirmaba Hipnos mientras estiraba la mano, intentando saludar a la solemne diosa.
—Está bien Hipnos. He de confiar en ti, solo espero que realmente podamos evitarlo —Sugería Atena mientras las nubes intentaban volver a su estado primario.
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POR DECRETO LUNAR | 1º © #WATTYS2018
Fantasia| Libro 1º - SAGA ASTROS OSCUROS | Miles de oraciones son elevadas al cielo, en busca de ser cumplidas, en busca de que por fin alguien más allá de las fuerzas humanas, pueda cumplir sus sueños. Pero aquellos mismos ruegos caen en busca de un mejor...