C A P Í T U L O | 11º | EDITADO

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     Mis ojos eran prohibidos de su vista, intentando no caer en la desesperación del vacío. Intentando no huir de lo que en verdad estaba ocultando dentro de mí. Sentía dolor, un poco de dolor, pero cada vez a medida en que mi mente se liberaba de los pensamientos y recuerdos fallidos, aquella herida latiente, iba desapareciendo para nunca más volver. Volví a sentir, ahora un poco más suave, un tranquilo aroma a flores, lleno de cautela y sequedad.

     Y así, se abrieron sin más, volví a ver el cielo pintado por ángeles, nuevamente presencié todo aquello que un día en mi niñez, fue lo mejor y más extraordinario que hubiera presenciado. Me levanté despacio del suelo, rozando las pequeñas flores que en el yacían. Miré a lo lejos, intentando hallar a alguien o algo que llamara mi atención. Pero no era nada más que un campo inmenso y sin final aparente. Sin embargo solo un paso más bastó, para que una casa a lo lejos se dibujara con esplendor ante mi vista.

     Caminé rápido, quizás volando, no era capaz de distinguir lo que estaba a mi alrededor, solo fijaba la mirada en esa construcción de madera, la cual se asemejaba a mi hogar cuando pequeña sonreía por todo. Allí estaba, frente a la misma puerta que siempre quería abrir, el mismo sentimiento de ternura y amor. No quería tocarla, algo me detenía, sin querer desobedecí, mi mano podía presenciar el increíble y delicado acabado de esa madera, así también liberando todos esos sentimientos que liberé sin remordimiento, cuando era pequeña.

POR DECRETO LUNAR | 1º © #WATTYS2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora