CAPÍTULO | 8º | EDITADO

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     La luz del nuevo día se había asomado por la ventana despertando a más de uno con su cálida y tenue sonrisa

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     La luz del nuevo día se había asomado por la ventana despertando a más de uno con su cálida y tenue sonrisa. Aun parecía ayer, cuando todas debían levantarse temprano, ahora cada quien se ocupa de una. Haba se ha convertido en un manojo de nervios y las mayoría de veces, no se puede entablar una conversación con ella, cada vez se complica su estado, me preocupo por todos lo que están en este templo ¿Será que me estoy sacrificando demasiado? No podía pensar eso. Gala me había enseñado a ser quién dirija a las demás, cuando las sacerdotisas enfermen, debía poner la práctica una vez más sus enseñanzas.

     Me levanté despacio intentando no llamar la atención de todas, pues al parecer preferían seguir entre sueños a pesar del increíble día que prometía el mes. Al hacer por fin pude divisar el eterno amanecer que anunciaba el cielo. Busqué sin apuros, mi toga y colocándomela me propuse a buscar sin descanso aquel libro. Pero ¿Dónde lo habría podido dejar? Ya ni siquiera me acordaba de él, los años han ido pasando y de seguro que la misma chica de la biblioteca ha de haberme regañado innumerables veces por mi tardía aparición. Lamentaba mucho no poder haber salido, pero las situaciones han cambiado lo suficiente como para relajarse y salir del templo.

     Me acerqué por las cortinas del comedor. Había visto una sombra muy peculiar ¿Quién sería? ¿Acaso esa persona también le gustaba levantarse temprano? Caminé despacio, hasta darme cuenta de que se trataba de Cirene ¿A dónde se dirigía? Decidí seguir los pasos de mi madre sin que ella descubriese mí presencia. Rápidamente los pasos se detuvieron ¿Me habría sentido? Paró en frente de una puerta, ahora todo encajaba, venía a por Armete.

POR DECRETO LUNAR | 1º © #WATTYS2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora