CAPÍTULO | 9º | EDITADO

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     Intentaba hacer de lado tantos sentimientos que una vez fueron congelados por el olvido despiadado, el mismo que intento arrebatarme la esperanza, pero todo ya estaba quedando atrás, no volvería a sentirme sol, tendría nuevamente en mi destino alguien con quien caminar, volvería a estar en paz con todos mis pensamientos, con todos mis sentimientos y anhelos. Podría abrazar a quien hizo mis días aún más felices que antes. Desaparecería aquel sentimiento de angustia que exaltaba cada vez más mi alma, el mismo que destruía de a pocos mis sueños.

     El sol se atrevía a segarme a cada paso que daba hacia ella, mis pies podían sentir la tensión con la que eran manejados, no podía estar tranquila y lo sabía muy bien, pues algo como esto era realmente un milagro. Y cuando mi mano se extendió, quise tocar su hombro, hacerla girar, que me observar con los mismo ojos que algún día me hicieron tan feliz. Detrás de tantos años de dolor, nunca más me alejaría de ella, jamás.

     Me encontraba cada vez más cerca de ella, cada vez más cerca de mi hermana, el ser que más quería en este mundo, por fin podría abrazarla, por fin podría tener quien le alegre todos estos años de soledad. Quien esfume los diversos estragos del tiempo. El sol volvería a brillar para mí, la luna volvería a pintar mis noches de un eterno fulgor de amor. Las estrellas reencarnarían las sonrisas que oculté.

     La había extrañado tanto que ni siquiera podía imaginarme su rostro, sus facciones, sus sentimientos, sus pensamientos más maduros que los de antes. ¿A acaso estaría irreconocible? ¿Habría cambiado más de lo que me imaginaba? La ansiedad me coronaba. Y cuando por fin pisé en último escalón, estuve detrás de ella mirando sus interminables cabellos rojizos, los mismos que se iluminaban formando las feroces llamas de un eterno día.

POR DECRETO LUNAR | 1º © #WATTYS2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora