Monstruo 8. "No descansará hasta matarme"

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- Ya es suficiente. Mucha amistad por hoy.- Agrego. Pero el me mira con preocupación. Su ceño está cada vez más confundido.

- Quiero cuidarte, no te ves bien.- Hace un mohin. Y se ve tierno, sin embargo, saco esos pensamientos de mi mente, los que me rodean y los que siempre intento quitar y pensar.

- Me tengo que ir, pero gracias por todo.- Digo. Pero el me sigue estrechando en sus brazos con más fuerza. - Suéltame, Aiden.- Gruño.

- Jamás te soltaré, nunca te dejaré sola. - Y eso es suficiente para que los recuerdos embargan mi mente.

Miles de veces en las que mi padre y mi tía me dijieron eso, ha pesar de no creerme y estar seguros de mi cordura. Siguieron apoyándome y queriéndome, estuvieron conmigo, ellos me daban abrazos, fuertes abrazos de reforzamiento.  Fueron los únicos abrazos sinceros que tuve toda mi vida. Abrazos que me ayudaron. Y en los brazos de Aiden me hacían sentir cómoda y como si de alguna manera, mi padre y mi tía estuvieran cerca. Así que decidí alejarme.

- ¿Por qué eres tan así conmigo?- Pregunta y un mirada de tristeza invade su rostro.

- ¿Así, como?- Inquiero.

- Como si te diera asco. Asco de que toque, de que te hable.- Su cabeza baja.

- Es mi manera de ser, no te sientas importante, Aiden. - Levanta la cabeza feliz. - ¿Que te pasó ahora?- Digo, sin entenderlo completamente.

- ¡Dijiste mi nombre! Cuando lo dices me haces sonreír y se me sube el ánimo.- Dice. - Es que mi nombre es hermoso, ¿Cierto?- Está cada vez perdiendo más su dignidad, si es que todavía le queda.

- Tu nombre es horrible.

- El tuyo es perfecto.

- No tienes que decir esas cosas para ser mi amigo.- Gimoteo, sin ganas de seguir con la conversación.

- Es que no quiero ser tu amigo.- Dice, y lo interrumpí antes de que siga hablando.

- Que bueno, por qué te estás convirtiendo en mi enemigo.- El ríe y habla.

- Déjame terminar...

-No. - Digo, fría.

La bipolaridad, personas.

- Quiero ser tu novio. - Y eso fue suficiente para que mis mejillas se sonrojaran como unos dos bellos tomates, un revoloteo de vergüenza invade mi estómago y las ganas de golpearlo aún más grandes.

- ¡Agh! No digas esas cosas. No me gustan.- Me encojo. Soltando el aire retenido de mis pulmones, por su repentina, o sútil, forma de decírmelo.

- Eres linda. Todo de ti es lindo. Y te conquistaré.- Dice, seguro.

- Estás loco.

- Gracias.

- ¡No era un cumplido! ¡Idiota, repugnante, feo, tonto, estúpido, maldito!- Grito, como una niña pequeña balbuceando.

- Se que me quieres. Aunque sea un poquito.- Hace un gesto con sus manos.

- Quiero golpearte. Así que, corre ahora mismo si no quieres morir.- El agranda los ojos, y se va corriendo, sin antes despedirse de mi.

- ¡Adiós! ¡Y no me mates!- Corre. Y se lo merece, ojalá se golpee en el dedo pequeño del pie.

Por ser insistente.

Camino hacia la oficina de Marrie, curiosa y más tranquila, ha pesar de que un monstruo quiso matarme, pero pasiva. Me encuentro con Giselle, la cual se veía notablemente preocupada, me estaba buscando. Al verme corre hacia mi. Mi cuerpo duele por su abrazo.

El Monstruo Debajo De Mi CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora