Obstáculo Inesperado

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Tenía que ser gris, no podía haberlo pintado de otro color. No lo había hecho a propósito, de eso estaba seguro,  ya que al tercer día después de analizar mi techo con más detenimiento me di cuenta: eran sus ojos. Una mezcla de gris brumoso, hasta me había esmerado en colocar  pequeñas manchas azules como las que rodeaban su iris. Sonrío al verlo desde mi cama, tal vez lo que todos dicen es cierto, tengo talento. Después de todo la pintura de mi techo podría ser considerada una obra de arte y ni siquiera era real. La segunda noche en mi nuevo hogar en la Aldea de los Vencedores, me había despertado sobresaltado a causa de una pesadilla. Merodeaba por los pasillos vacíos de mi gran casa ¿Que podía hacer? ¿Hornear? No, todavía no había terminado de arreglar el horno a  mi gusto, cuando llegue a la cocina lo recordé. La pila de herramientas todavía estaba sobre la mesa y las partes del horno esparcidas en el suelo, luego al ver mi refrigerador pensé que tal vez algo de comer me calmaría. No había nada en su interior, solo unos cuantos ingredientes de pastelería, respondiendo a un impulso tomé los colorantes del glaseado(los había comprado en cantidades masivas por alguna razón) y los subí a mi habitación. Lo pinté de manera automática sin pensarlo demasiado, y a pesar que había llevado todos los colores conmigo solo usé los que recordaba en sus ojos: un gris semi blancuzco, con líneas negras  profundas marcando el iris, y pequeñas manchas azules decorando  sus cercanías. Soy un excelente propietario de casa, con tan solo tres días de habitarla ya había glaseado un techo por completo.

Habían pasado meses desde que realicé mi primera obra de arte,  ahora contaba con pintura de verdad  y dedicaba mis noches de insomnio a usarla sobre lienzos blancos. El estudio en la planta baja era mi galería de arte, repleto de mis creaciones, cada una de ellas inspirada en pesadillas. El Capitolio estaba encantado con mi nuevo talento. Aunque creo que el mas beneficiado de mis pinturas fue el  gobierno de Panem,  ya que reflejaban el dolor de los juegos, sería un excelente material para grabar y mantener vivo el espíritu de la matanza y el miedo.

Ahora vivía entre pesadillas una más vivida que la anterior, lo único que podía hacer al despertarme de ellas era pintar. Mi primera pesadilla estaba vacía, era un lugar negro, frio en medio de la nada, tal cual es mi vida ahora. Estaba solo, mi padre se había negado a mudarse conmigo, tenía demasiado espacio, lo suficiente para compartirlo con él y su esposa. Su esposa, era así como llamaba a mi madre ahora,  después de conocer el amor que me brindo Portia, no la reconocía como nada mas. A diferencia de mi padre, ella estaba completamente ansiosa por mudarse a la Aldea, pero él la detuvo.

­­-Es tuya hijo mio – Me dijo palmeándome la espalda – Te la has ganado – Afirmó con orgullo.

-Pero es lo suficientemente grande para los dos- le dije con cariño. Aunque al escuchar como su mujer carraspeaba la garganta me corrijo – Lo suficientemente grande para todos- Uno de los defectos que debo agregarle a esa mujer es lo interesada que resulto ser. Tal vez solo por eso decidió casarse con mi padre, al ser un comerciante tendría una vida relativamente respetable y cómoda.  Ahora ella me trata con respeto, con fingido amor, supongo que aun piensa que soy un estúpido que va a creerle su actuación. Mi madre que me despidió con palabras tan crueles que sería imposible intentar de olvidar, al regresar me mintió diciendo que nunca había dudado de mi. Hago una nota mental para añadir hipocresía en la interminable lista de defectos. En cambio mi buen padre siempre tuvo la esperanza, el día de mi retorno al doce, él estaba allí con el mismo paquete de galletas que había horneado la mañana de la cosecha. No me las había entregado entonces porque sabía  que yo volvería. Esa noche los dos las comimos, estaban rancias, pero el sabor no importaba, lo que era importante era el simbolismo de mi regreso a casa.

Él aun piensa que no lo sé, respeto su decisión de ocultarlo, pero soy consciente que esta enfermo. Es probablemente su empeño por ocultar su enfermedad lo que le impide mudarse conmigo. Años atrás lo había notado, los últimos dos me he encargado prácticamente por completo de los quehaceres en la panadería, ya que muchas mañanas él no podía encontrar las fuerzas para levantarse de la cama. Todos los días cuando voy a visitarlo, su rostro me dice que ha empeorado: grandes círculos morados alrededor de sus ojos, palidez, arrugas demasiado prematuras, y delgadez característica del convaleciente. Muchas veces le he preguntado que sucede, pero se niega a soltar prenda.  Actualmente cuento con el dinero suficiente para pagar medicinas, y tal vez pueda pedir que mi padre me acompañe al Capitolio para que un medico de verdad lo vea.

Una mañana cuando mi padre me recibió en cama más enfermo y débil que nunca, mi preocupación me superó en exceso y fui a ver a la única persona que pudo haber estado atendiendo sus males: Willow, la madre de Katniss. Aparecí en la puerta de la casa de mi vecina con una enorme caja de galletas, (las mejores que hago ya que tengo el lujo de decorarlas con flores glaseadas) debía llevarle una especie de soborno para que me explique sobre la enfermedad que mi padre sufre. Era muy temprano a la mañana, el riesgo de encontrarme con Katniss era nulo, sabia que ella salía de caza todas los días al alba, supongo que la naturaleza y ella son demasiado unidas para ser separadas. Willow abrió la puerta de entrada y al verme sus ojos se abrieron aun mas grandes por la sorpresa.

-Hola. Le traje algo para el desayuno- le dije sin haber preparado mis palabras con antelación y con una excesiva confianza - ¿Podria pasar?- le pregunte. Ella me mira con duda, tal vez piense que el motivo de mi visita es su hija. No obstante, la apertura de la puerta se ensancha dejándome pasar. Me siento en la sala, en una de las cinco sillas que rodean una mesa, la casa es una replica exacta de la mia, solo que esta posee el candor de una familia.

-¿Té?- Me preguntó Willow sosteniendo la tetera en alto. Habia traído un set de té delicado, con tazas de porcelana exquisitamente pintadas, y cucharillas de plata con elaborados tallados.

-Por favor- le respondí. A pesar que ella apenas había tomado asiento a mi lado, y debería haber iniciado la charla de modo casual hasta llegar a mi motivo principal de visita, no lo hice. La pregunta salió disparada de mi boca antes de poder evitarlo -¿Qué tiene mi padre? Sé que esta enfermo, creo que cualquiera que lo vea lo sabe- le dije, y al terminar la frase le di un sorbo gande a mi te.

Ella me mira con detenimiento, abre su boca para responder y la cierra sin emitir sonido. No sabe como escapar de mi pregunta, mi padre seguramente le pidió que guarde el secreto

-Él esta bien Peeta. Hasta ahora las cosas se han tornado controlables, y tu padre es un hombre fuerte- No era la respuesta que quería escuchar

-¿Hasta ahora? ¿Pero sabes cual es la enfermedad?¿Verdad?- Tal vez en unos meses pueda conseguirle mejor medicina para que lo trates- Le sugerí. Ella sacude la cabeza y toma de mi mano con fuerza.

-Él esta bien, de verdad lo esta- su voz me dice una cosa, pero el toque de su mano me dice otra

-¿Es tan malo?- le pregunte con el tono suplicante de un niño pequeño –Tal vez las medicinas del Capitolio sean mas fuertes y…- empiezo pero ella me interrumpe. Ahora ha tomado mis dos manos entre las suyas.

-Peeta lo siento mucho. No existe medicina para lo que tu padre sufre- Me dice mientras empieza a acariciar mi cabello- Hace mas de cinco años que él esta enfermo, esta demasiado avanzada. Me temo que no se puede hacer mucho, lo siento- Mis ojos empezaron a humedecerse , solo quedaba una cosa por saber y mucho mas ahora que el tenia tantos malos días

-¿Cuánto…Cuanto tiempo le queda?-

-Aun le quedan años- me responde secándome las lagrimas con su mano – Pero habrán días malos, tienen que ser fuertes-agrega. Estoy a punto de salir corriendo a ver a mi padre, a llorar de nuestra desgracia a solas, pero no lo hago aun me queda algo por hacer.

-Creo que no es necesario que le pida que no le comente de mi visita- le digo mirándola a los ojos –Desde que volvimos que no…- no sabia si ser completamente honesto o suavizar las palabras. Era su madre debía saber que es lo que había pasado en el tren- no hemos tenido oportunidad de hablar-le miento y ella lo sabe

-No te preocupes, esto será un secreto entre nosotros- me dice mientras me levanto y camino hacia la puerta -¿Peeta?- Me llama. Giro y la veo, ella tiene sus ojos brillosos como si intentara guardarse las lagrimas adentro –Gracias por cuidar de mi hija-

-No. Gracias a usted por ella- le respondo antes de salir por la puerta.

A pesar que tenía tantas ganas de ver a mi padre nuevamente y decirle que lo acompañaría en estos malos momentos , no lo hice. Era su decisión, el me lo contaría cuando estuviera listo, y yo estaría a su lado para apoyarlo. El destino me quería arrancar uno de los pocos motivos por los cuales estaba feliz de vivir. Willow me aseguró que aun le quedaban años por vivir, pero ¿Cuantos? Ella me habló de la enfermedad resignada, como si se tratara de un simple obstáculo que tendríamos que superar.

 Desde que perdí a Katniss supe que la recompensa de los juegos no me importaba, la hubiera preferido a ella un centenar de veces. Ahora me descubro rogándole a la vida que se lleve todo lo que tengo pero que me permita conservar a mi padre. Ni siquiera mi nuevo estatus social, o el dinero que ahora tanto me sobra me podían servir.¿No se suponía que ganar los juegos mejoraría mi vida? 

En Llamas: Punto de Vista de Peeta MellarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora