Prólogo

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Mayo de 1522.

La pesada capa del hombre rozaba contra el suelo, despertando pequeños susurros a su paso. Era negra y pesada, y colgaba de sus hombros como un emblema.

Habían fondeado en una pequeña isla, a una distancia prudencial del puerto para que su bandera no llamara la atención. El día era tranquilo, con el cielo despejado y el viento en calma.

Subían una pequeña colina por un camino de tierra; a ambos lados de él se extendían campos de cultivo. Divisó en uno de ellos a un par de hombres trabajando la tierra, tal y como él había hecho antes.

Era una buena vida, una que no le desagradaba en absoluto. Pero la que él había elegido era completamente diferente.

Levantó los ojos al cielo con nostalgia; echaba de menos aquella isla.

La echaba de menos a ella.

-Capitán, ¿a quién buscamos exactamente? - preguntó un hombre de cabello grisáceo. Un cigarrillo colgaba perezoso de sus labios, y sobre su hombro derecho recargaba el peso de su inseparable rifle.

El aludido sonrió discretamente y continuó caminando, guiando al resto de la tripulación tras sus pasos. Giró ligeramente el rostro para contemplarlo, tumbado sobre una camilla que transportaban dos de sus hombres.

Había recibido heridas importantes, y a pesar de los cuidados de su médico de abordo todavía no había despertado.

-Ya estamos llegando - dijo él, ignorando la pregunta de su segundo.

Al final del camino vislumbraron las siluetas de un pequeño conjunto de cabañas de madera. El clima de esa isla era cálido, por lo que las construcciones de las viviendas eran sencillas. El camino estaba torpemente adoquinado, y un par de mulas siguieron con la mirada los pasos del grupo de hombres cuando pasaron por delante de su corral.

La dura suela de las botas del cabecilla repiqueteaba sobre las piedras.

Sonrió una vez más al ver la puerta pintada de rojo de una de las cabañas y se dirigió hacia ella sin titubear. Subió un pequeño escalón de piedra y golpeó firmemente la madera tres veces con su puño derecho.

Bajó el brazo y se lo llevó a la espalda, esperando pacientemente a que le abrieran.

Una pequeña rendija se hizo visible entre la puerta y el marco de madera. Asomado en ella había un ojo marrón oscuro.

La joven del interior de la casa terminó de abrir la puerta con un brusco tirón de su brazo y observó ojiplática al hombre frente a ella.

Habían pasado doce años desde la última vez que se vieron, pero esas tres cicatrices en su ojo izquierdo eran inconfundibles.


***


¡Buenos días!

Aquí estoy con mi primer fic de One Piece. El prólogo es cortito, lo se, pero me parece una buena introducción a la historia.

Espero que os haya gustado.

¡Nos leemos!

mhdt

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