13. La niña

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Las partes escritas en cursiva son flashbacks. 

***


Abril de 1508.

-De verdad Enara, ¡que no se qué hacer contigo!

-Puedes, por ejemplo, dejarme en paz.

-¿Esto es por las hormonas? ¿Es eso? ¿Has entrado en la edad del pavo?

-¡Vete a la mierda, Shanks!

Enara salió de la pequeña cabaña dando un fuerte portazo que hizo temblar los cristales de la ventana. El hombre pelirrojo salió tras ella, y tras lanzar unas amplias zancadas consiguió ponerse a su altura.

Shanks se colocó delante de la niña y posó sus pesadas manos sobre los hombros de Enara. Ella alzó la mano derecha para deshacerse de su agarre, pero el pirata rodeó su delgada muñeca con sus dedos antes de que llegara a tocarle.

-¿Por qué no lo hablamos?

-No tenemos nada de que hablar - dijo Enara con los ojos fijos en las puntas de sus botas.

Los ojos, llenos de lágrimas, le escocían. Sentía la irrefrenable necesidad de frotárselos, pero sabía que si lo hacía comenzarían a caer una tras otra de manera irreparable. El nudo de su garganta le atenazaba con más fuerza a cada segundo que se prolongaba el silencio entre Shanks y ella.

Sabía que últimamente se había estado comportando de manera incorrecta, y que le había dedicado al pelirrojo palabras que ni ella sentía, ni él merecía.

Se sentía aturdida, con la voz, los ojos y la mente nublada. Le dolía el aire que llegaba desde la costa, el verde del bosque y el Sol del atardecer. No le quedaban fuerzas para fingir, para aparentar que todo estaba bien.

Pero es que no podía sentirse de otra manera.

-Déjame ayudarte - le susurró Shanks - Habla conmigo.

-Se me ha olvidado el sonido de su voz - confesó Enara.

El pelirrojo sintió cómo su corazón se detenía en su pecho. La niña, encogida bajo sus manos, comenzó a temblar descontroladamente. Levantó el rostro hacia él, pálido por el dolor.

Enara tenía los labios contraídos en una mueca, los dientes apretados y las mejillas cubiertas de lágrimas.

Shanks se sumergió en sus ojos, intentando buscar un resquicio de la niña a la que tanto adoraba. Pero todo lo que encontró fuera ira y dolor; una tormenta desatada tras sus pupilas; un temporal devastador.

Esos no eran los ojos de Enara.

-Ha pasado poco más de un año desde que se murió, ¡y cada vez me cuesta más acordarme de cómo era! ¡¿Qué voy a hacer cuando la olvide por completo?!


***


Julio de 1522.

Enara saltó el seto tras el que estaba escondida junto a Marco y corrió hacia la casa más cercana. Pegó la espalda a la pared de ladrillo y giró la cabeza a ambas partes, asegurándose de que nadie le había visto.

Marco se incorporó un poco tras el matorral para verle y le hizo una señal indicándole que no había nadie cerca. Ella asintió con la cabeza y comenzó a avanzar junto al muro de la vivienda.

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