5. La disculpa

517 53 7
                                    


Las partes escritas en cursiva son flashbacks.

***

Agosto de 1508.

-Tienes que subir un poco más las piernas.

"Bastante tengo con mantenerme a flote" pensó Enara.

Esa misma mañana Shanks había decidido que, con once años que tenía la niña, ya debería saber nadar a la perfección. Ella, que nunca se había adentrado en el lago más allá de las rodillas, se agarraba a los brazos del hombre, cubierta solo por unas braguitas, e intentando sobrevivir como podía.

-Mueve con fuerza las piernas. ¡Lo estás haciendo muy bien!

La niña sonrió, aún a costa de que le entrara todavía más agua en la boca.

El hombre deslizó sus manos por los brazos de Enara hasta que la cogió solo por las manos. Shanks comenzó a dar pasos hacia atrás, arrastrando su cuerpo por la superficie, observando con una sonrisa cómo ella pateaba el agua.

-Perfecto. Ahora te voy a coger de la cintura y vas a mover los brazos como te he enseñado.

Y así lo hizo; alargó uno de los brazos hasta que rodeó con él la cintura de la niña y entrecerró los ojos para que las gotas que salían despedidas de la superficie del agua no le entraran en los ojos.

-¡Lo haces muy bien! ¡Mira cuánto has aprendido en un día! A mí me costó mucho más.

Enara se sintió orgullosa de sí misma, y pateó todavía más fuerte el agua. Un mechón de pelo escapó del coletero y se le pegó a la frente, pero ella siguió repitiendo los movimientos que le había enseñado el hombre.

-Eres toda una profesional.

Enara dejó de moverse cuando se dio cuenta de que Shanks estaba frente a ella. ¡Ese estúpido la había soltado!

De repente sintió que su cuerpo pesaba mucho y se hundió en el agua, pero uno de los fuertes brazos del pelirrojo la agarró de la cintura y la sacó a la superficie antes de que comenzara a agobiarse.

-¡¿Pero por qué paras de nadar?!

-¡¿Y tú por qué me sueltas?! ¡¿Es que pretendes matarme?!


***


Junio de 1522.

Cuando Enara salió de su habitación, Marco todavía no había despertado.

El muchacho había colocado el improvisado colchón en una de las esquinas de la estancia principal. Mientras estaba enfermo, Enara le había cedido su colchón para que descansara mejor y que no le salieran úlceras pero, una vez volvieron los dos juntos del bosque, la joven le indicó que a partir de ese día él dormiría en el colchón que había estado utilizando ella (básicamente, unos puñados de paja envueltos en una sábana).

-¿Tratas así a todos tus invitados?

Enara le miró y vio que la observaba a través de un ojo entreabierto. Tenía el pelo revuelto, y parecía haberse peleado con la manta que le había dejado Gaia.

-Solo a los que intentan asfixiarme – contestó con una sonrisa que era todo dientes.

Marco gruñó y se sentó en el colchón. La joven desvió la mirada, pues él se había quitado la camiseta para dormir. Le había visto sin ella durante todo ese mes dado que curaba sus heridas y le lavaba; pero ahora que estaba despierto, no era lo mismo.

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora