9. La huída

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Las partes escritas en cursiva son flashbacks.

***


Mayo de 1510.

Enara apretó los puños y corrió todavía más rápido.

La primera vez que Shanks y ella habían salido a correr, apenas había sido capaz de aguantar unos minutos; ahora al hombre le costaba seguirle el ritmo.

Sentía los pulmones arder, el corazón volar y los pasos del pelirrojo tras ella.

Se agachó cuando sintió que una de las piedras que el hombre le lanzaba por la espalda se acercaba a su cabeza y continuó corriendo.

Shanks había ido añadiendo dificultad a las carreras con el paso de los años, y últimamente se empeñaba en lanzarle objetos por la espalda para que ella los esquivara. Enara se había enfadado después de que le salieran multitud de hematomas por los golpes; ¿cómo pretendía que esquivara los objetos si no podía verlos?

Pero Shanks había insistido en seguir lanzándole piedras por la espalda y, con el paso de los meses, Enara había aprendido a esquivarlas.

Cuando se concentraba sentía que todo a su alrededor se ralentizaba; podía escuchar su corazón, sus pulmones expandiéndose, la piedra rompiendo el aire a su paso. Sabía dónde iba a ir.

Giró hacia la izquierda justo cuando otra piedra pasaba junto a su costado derecho y saltó el tronco de un árbol caído. Escuchó los pies de Shanks impactar contra el suelo, su bota deslizándose sobre la tierra, el aire colándose entre sus dientes.

La joven se dio media vuelta, frenando bruscamente su carrera, y atrapó la piedra que se dirigía hacia ella. Enara observó con satisfacción la cara de sorpresa de Shanks y, antes de darle tiempo para que reaccionara, echó el brazo derecho atrás para coger impulso y lanzó la piedra en dirección al hombre.

El pelirrojo simplemente giró su cabeza unos centímetros para esquivarla; las piernas de Enara comenzaron a temblar cuando vio la sonrisa ladina que se extendía por su rostro. Sus ojos se volvieron oscuros y, sin saber cómo, se encontró a si misma tumbada de espaldas sobre el suelo bajo el cuerpo del hombre.

-La próxima vez que falles un ataque, huye.

Enara dejó caer la cabeza contra el suelo y cerró los ojos, intentando recuperar el aliento.

-Pero reconozco que me ha sorprendido que me atacaras; no me lo esperaba.

La niña sonrió y aceptó la mano que le ofrecía Shanks para ayudarla a levantarse. Cuando estuvo en pie se sacudió los pantalones y pasó la manga de su camiseta por la frente, retirándose el sudor.

Shanks le pasó el brazo izquierdo por los hombros y la estrechó contra su cuerpo.


***


Julio de 1522.

Enara se agachó, esquivando la espada de uno de los asaltantes.

Flexionó las rodillas para coger impulso y saltó hacia la derecha, poniendo distancia entre su atacante y ella. Se llevó las manos a su espalda y las metió por debajo de la camiseta, localizando la funda de sus dagas. Rodeó las empuñaduras con los dedos y las extrajo de la vaina.

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