24. El francotirador

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Las partes escritas en cursiva son flashbacks. 


***


Enero de 1507

-Así que este es el lugar.

Shanks asintió y Ben introdujo las manos en los bolsillos de su pantalón.

Unas semanas atrás el capitán del Red Force había salido apresuradamente de su camarote en busca de su segundo de abordo. Traía entre los dedos índice y anular dos vivre card; una de ellas desprendía una débil estela de humo.

Shanks les dijo que iba a necesitar tiempo. Cuánto, le preguntó Ben. Quizás años, contestó él.

El pirata se pasó las noches en vela, sentado en la proa del barco temblando como una hoja en la copa de un árbol. El Sol salía por estribor y caía por babor. Oh, el Sol. Cómo le recordaba a ella.

Habían atracado el barco en un acantilado de sal y roca, y pese a que Ben había insistido en acompañarle, él no se lo había permitido. Temía llamar demasiado la atención sobre el pueblo.

Recorrió los desconocidos caminos de la isla, atravesando campos de cultivos, hasta vislumbrar el pueblo. Las casas eran de madera, el clima cálido, y las calles estaban torpemente adoquinadas.

El cada vez más pequeño trozo de papel se deslizó sobre la palma de su mano, señalándole una cabaña del extremo de la calle. Rodeó con sus ásperos dedos la vivre card y la introdujo en el bolsillo de su camisa.

Con un profundo y pesado suspiro elevó el brazo sobre su cabeza y titubeó antes de golpear la puerta con su puño. No sabía qué se iba a encontrar al otro lado, si iba a ser bien recibido o repudiado como el pirata que era; si ella le habría hablado de él.

Sus nudillos golpearon una única vez el tablón de madera y dejó caer el brazo a su costado.

Los segundos se extendieron dolorosamente hasta que escuchó unos ligeros pasos al otro lado. La puerta se deslizó sobre sus bisagras con un chirrido metálico y un par de ojos castaños, enmarcados por un puñado de pecas, se asomaron al mundo.

Shanks no pudo evitar sonreír.

A ella también la había besado el Sol.

Su mundo acababa de quedar reducido a ella.

Era asombroso lo increíblemente rápido que le latía el corazón.

-Tú debes de ser Enara.


***


Septiembre de 1522

Los piratas llegaron junto a Enara, quien seguía contemplando boquiabierta el agua entrar por el boquete que había abierto. Sintió su piel erizarse y a Marco colocarse junto a ella. No lo miró, pero sabía que sus ojos estaban posados sobre ella.

El barco comenzó a hundirse por la popa, quedando la proa elevada respecto a la superficie marina. La joven observó a los piratas correr por la cubierta, ahora en pendiente, desesperados por aferrarse a la barandilla de la proa.

-Se hundirán con el barco – susurró.

-¿Qué? – preguntó Jozu.

Enara sonrió de lado.

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