12. La llamada

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Las partes escritas en cursiva sonflashbacks.     

***


Abril de 1509.

Shanks se enjugó el sudor de la frente y giró el rostro sobre su hombro para observar a Enara.

La niña levantó la azada una vez más antes de dejarla caer contra la tierra, removiéndola. Estaba creando unos surcos prácticamente perfectos sobre los que plantarían patatas.

El pelirrojo esperaba que la cosecha de ese año fuera buena, ya que el anterior habían pasado ciertas dificultades. La niña había perdido bastante peso y había arrastrado una neumonía prácticamente todo el invierno. Apoyó los antebrazos sobre el mango del rastrillo que portaba y observó a Enara con una sonrisa ladeada.

Tenía los brazos y las piernas delgadas, y bajo su piel se podía intuir el movimiento de sus músculos al trabajar la tierra. Trabajaba concentrada, con el entrecejo fruncido y el rostro perlado de sudor. Llevaba el pelo recogido en la base de la cabeza con una goma elástica y entrecerraba los ojos en respuesta a la brillante luz del Sol.

Shanks le había dicho que le podía hacer un sombrero de paja para que no le molestara la luz, pero ella había sonreído y le había dicho que no le gustaba esconderse del Sol.

Se parecía tanto a ella.

-¿Se puede saber por qué no estás trabajando?

El pelirrojo dio un respingo y se sonrojó ligeramente al sentir la mirada de la niña sobre él. Había puesto los brazos en jarras y se podía leer la burla en sus ojos.

-Estaba pensando que después podríamos ir al bosque a buscar fresas y zanahorias. El año pasado encontramos bastantes cerca del molino.

Enara sonrió y volvió a coger la azada.

-Me gustaría probar las fresas con... ¿qué es eso que tanto te gusta?

-Chocolate – contestó Shanks con una sonrisa.

-Eso, chocolate. Si no vagueas tanto y tenemos una buena cosecha, quizás podamos comprar chocolate a los próximos comerciantes que pasen por la isla.

Shanks no pudo evitar que una carcajada escapara de sus labios mientras se volvía a poner manos a la obra.

-Vale, vale. Entendido – dijo el hombre.

En esos años Enara se había hecho fuerte; no solo físicamente.

Pronto ya no le necesitaría.


***


Julio de 1522.

Marco consideró la idea de Enara y finalmente marcó el número de su padre en el caracolófono.

De rodillas sobre el suelo y sin controlar el temblor de su cuerpo, sostenía el aparato frente a su rostro. A cada segundo que pasaba sin que nadie contestara sentía como le clavaban un puñal en la espalda.

Dolor. Vacío.

Oscuridad.

Se lo habían quitado todo, le habían separado de su familia. Su forma de vida. Sus sueños. Todo lo que conocía y todo lo que quería conocer. Los viajes, las fiestas, la brisa del mar.

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora