4. La presentación

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Las partes escritas en cursiva son flashbacks.

***


Abril de 1507.

-¿Ves qué fácil es?

Enara apretó los labios y miró al hombre. Lo observó agacharse sobre el pequeño fuego que había hecho y soplar con cuidado, avivando las llamas. La niña sonrió.

El color de las llamas empequeñecía frente al rojo de su pelo.

-Está bien – dijo la niña – Voy a intentarlo.

Enara cogió la tabla de madera que le había dado Shanks y se agachó sobre ella con una pequeña navaja; haciendo presión y unos movimientos hacia el exterior consiguió hacer una muesca en su superficie.

Dejó la navaja a un lado y vio por el rabillo del ojo cómo el hombre la cogía para apartarla todavía más de ella.

Enara cogió un palo circular (no sabía de qué madera era, pero era más rígida que la que había abajo), colocó el extremo en la muesca que había hecho y giró la madera unas cuantas veces.

-Hazlo más rápido – dijo el hombre, colocándose detrás de ella.

La lengua de Enara se asomó entre sus labios, mientras una gota de sudor comenzaba a deslizarse por su frente. Con el palo entre las palmas de las manos, comenzó a mover los brazos hasta que vio una débil estela de humo salir del sitio donde ambas maderas friccionaban.

Cogió la yesca que le tendía Shanks y la acercó con premura a la madera. El hombre sopló suavemente sobre ella, de manera que logró su ignición.

Enara sonrió ampliamente cuando observó las pequeñas llamas que había conseguido generar.

-Buen trabajo – le felicitó el pelirrojo, levantando la palma de una mano.

Enara la chocó y observó con una sonrisa cómo el hombre añadía más paja al fuego y ponía sobre él una estructura de metal consistente en unos finos tubos entrelazados entre sí. De ellos colgó sobre el fuego una cazuela con agua.

-¿Qué vas a cocinar hoy? – le preguntó la niña.

-Arroz.

-¿Otra vez?


***


Junio de 1522.

Eder ayudó a Enara a levantarse del suelo, pero ésta volvió a caer. Se llevó una mano a la cabeza; sentía que le iba a explotar. El joven hizo el ademán de agacharse de nuevo a su lado, pero la muchacha negó suavemente con la cabeza y desvió los ojos hacia Ibar.

-Ve a ver cómo está tu hermano.

Eder se acercó con precaución a Ibar, todavía a los pies del desconocido. Se había desmayado a causa de los duros golpes, y tenía la cara y el pelo llenos de sangre. El joven posó una mano con cuidado sobre el cuello de su hermano, tal y como su vecina le había enseñado, y deslizó los dedos por su piel hasta que le encontró el pulso.

Giró el rostro para devolverle una mirada tranquilizadora a Enara, quien asintió con la cabeza.

-¿Qué es eso de que Shanks me trajo?

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