23. El fósforo

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Las partes escritas en cursiva sonflashbacks. 


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Febrero de 1510

-Lo primero que tienes que tener en cuenta es el tipo de cuchillo que vas a utilizar.

-¿Qué quieres decir?

-Mira estos que tengo aquí – le explicó, colocándoselos en sus pequeñas manos – y dime qué parte pesa más.

-La hoja. Pero es raro, ¿no? Normalmente suele pesar más el mango – observó la niña.

-Exacto. Por esa razón te doy estos. Cuando los lances – le dijo, colocándose detrás de ella – debes cogerlos por la parte que pesa menos y lanzarlos por la parte que pesa más. De esta forma no tendrás que cogerlos por la cuchilla, ya que al ser de doble filo podrías cortarte.

Enara asintió y asió uno de los cuchillos con su mano derecha. Lo sopesó con cuidado y lo giró en la palma de su mano antes de envolverlo con sus delgados dedos. Shanks le cogió el brazo y lo elevó sobre su cabeza.

-Cuanto más lejos quieras lanzarlo, más deberás extender el codo y menos deberás hacer girar la cuchilla. Intenta clavarlo en ese tronco – le dijo señalando un árbol.

La niña asintió y el pelirrojo dio un par de pasos atrás, dejándole espacio para realizar el lanzamiento. Enara retrasó la pierna derecha, tomó impulso y soltó el cuchillo.

El vuelo del arma fue demasiado descontrolado, girando sobre su propio eje como una peonza y cayendo a dos metros del árbol. Enara frunció los labios y repitió el lanzamiento con el otro cuchillo, obteniendo un resultado prácticamente idéntico.

-Es más difícil que el arco – comentó mientras caminaba hacia el árbol para recoger las cuchillas.

-Sí, pero es un arma muy discreta que puedes llevar siempre encima.

-No pienso ir armada por Oria – dijo Enara con indignación.

Shanks se metió las manos en los bolsillos y se encogió de hombros. La niña acarició con cuidado el filo metálico, deslizando por él la yema de su dedo índice. Volvió a tomarlo por la empuñadura y lo giró.

En el brillante reflejo de la hoja podía ver sus mechones pelirrojos.

-¿No es estresante vivir así?

-Así, ¿cómo? – le preguntó el hombre.

-Siendo un pirata. Siempre pensando que te pueden matar.


***


Septiembre de 1522

El mundo se detuvo.

Las gaviotas sobre sus cabezas quedaron suspendidas en el cielo. Todo lo que Enara podía escuchar era su propio aliento rompiendo el aire, el roce de sus pestañas al parpadear, el peso de sus zapatos sobre la madera de la cubierta.

Miró a su alrededor a una velocidad espantosamente lenta; obnubilada; desconcertada.

Veía a Marco gritar órdenes, pero su voz no llegaba hasta ella. Se le marcaban las venas del cuello y los músculos de los brazos; se le salían los ojos de las órbitas. Casi podía notar la sangre palpitar en sus sienes

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