Parte 7 en casa

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 Para mi suerte un vuelo sale dentro de unas horas, así que espero pacientemente. Cuando noto las miradas de la gente, me doy cuenta de que ha sido un error no haberme quitado el dichoso traje azul, y no solo por sus ojos escudriñando mi atuendo, sino porque son muchas horas de vuelo, incluida una escala de apenas dos horas en Madrid, antes de ponernos de camino de nuevo.

Todo el viaje lo paso durmiendo abrazada a mi bolso de viaje, del que había sacado momentos antes mi colgante azul y lo había prendido de nuevo en mi cuello.


Ya era por la tarde del día siguiente a mi salida, cuando llegamos a Marruecos.
"De nuevo a empezar" - pienso cuando un afanado hombre prácticamente me arranca las maletas y me ofrece sus servicios de guía. Yo no entiendo ni una sola palabra, pero le oriento a mi destino. Tuve que decirle unas 20 veces el nombre del hotel, pero finalmente parecía haber entendido.
Pronto llegamos al lugar. No se parecían en nada a las construcciones hindúes, estas eran llamativas por su sencillez y por su encalado inmaculadamente blanco.

Le pregunto al nervioso hombre cuánto le debo, pero sigo sin entenderle, saco de mi bolso el dinero y protesta al ver que son dólares.
-Lo siento. Yo...
Prácticamente arranca de mi mano lo que cree justo y se marcha.

Contemplo un instante la fachada del edificio antes de atreverme a entrar en él. Cuando por fin me animo, cruzo el umbral hasta un mostrador, le doy el nombre de la doctora al que parece un risueño recepcionista.
-¿Doctora Winsey Mc'Dawly?
El hombre niega con la cabeza.
-No, no me ha entendido. -Doctora Win-sey Mc Daw-ly.
El hombre vuelve a negar.
Entonces, por prudencia y recodando que era Tobir quien había usado el papel del hotel pregunto por su nombre.
-¿Sr.Tobir?
El hombre asiente con esa sonrisa tatuada en su cara y me pide que le sigua.
-Vaya con el hombrecito - digo entre dientes, pero aliviada de que se hubiera activado de algún modo. Parecía buena señal.

Tras caminar por unos pasillos me muestra una puerta. Mis maletas y yo nos ponemos ante ella y espero que el sujeto se marche antes de llamar.
-Sí, adiós - digo entre dientes con una sonrisa forzada hasta que deja de observarme y desaparece.

Respiro hondo y me sonrío ante la posible sorpresa de verme allí.
Llamo a la puerta y alguien después de un rato, me abre. Se trata de Tobir que vuelve su cara seria en una enorme sonrisa al verme.

-¡Joan!- exclama al tiempo que me abraza- .Me alegro de verte pequeña.
-Y yo a ti.
-Pasa, entra. - me ayuda con mis maletas.
Una vez dentro toma mis manos y me lleva hasta lo que es un pequeño salón con cojines en el suelo.
-¿Te apetece algo de té?
-Sí, por favor.
Mientras lo prepara me pide que le cuente todo lo acontecido estos meses y así lo hago; mi libro, mi reencuentro con la ciudad, mis amigos. Pero no tardó en preguntar por el único tema que estaba eludiendo.
-¿Y aquel muchacho?
-Ah sí, eso... ¿Recuerdas que una vez dijiste que cuando alguien descubre su camino debe seguir su corazón sin importar nada ni nadie?
Él asiente sonriendo con la tetera plateada en la mano.
-Pues...,-continúo-, Don terminó siendo uno de esos "nadies".
Él ríe sonoramente antes de replicar.
-¿Es que acaso has descubierto tu camino?
-No lo sé - respondo algo triste.
-¿Recuerdas lo que te dije acerca de la duda?
Asiento con un leve gesto de mi cabeza.
-Pues entonces recordarás que forma parte del mismo camino.
-Comprendo, sin embargo no puedo negar lo que ya es evidente.

-¿Y qué es eso niña?

-Que el camino es aquello que me hace sentir bien conmigo misma pero que al mismo tiempo me hace ser mejor con todos los demás.
Él vuelve a reír sonoramente.

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