Parte 18 La mejor compañía

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El coche permanecía estacionado ante la puerta de la cabaña de Wen. Cuando esta se abrió, ambas salieron de allí, vistiendo pantalón corto. Joan se había dejado su camisa desabrochada y sus mangas recogidas hasta medio brazo. Wen, en cambio, llevaba su camiseta de algodón blanca. Esta, portaba un bolso en cada una de sus manos y parecían reír mientras discutían sobre algo.

-Sí, te aseguro que no hay peces como los de allí -dijo Wen

-Ya será menos.

-Ya los verás. Por cierto ¿metiste el bote del cebo?

- Si el cebo son los babosos gusanos amarillos que Milcoh y tú trajisteis del río... Sí.

-Bien -dijo entusiasmada

-Sí, bien - con cara y voz denotando cierto asco.

-Creí que te gustaba pescar.

-Y me gusta.

-¿Y qué usabas de cebo?,... si puede saberse.

-Moscas -respondió como si fuera lo más normal

-¿Moscas? -arrugando su cara, -y le da asco mis gusanos -dijo bajo entre dientes.

Mientras Wen colocaba los bolsos en el asiento trasero del coche, el perro se introdujo dentro.

-Oye, ¿a donde crees que vas tú? -preguntó Wen al animal

El perro la miró con cierto desconsuelo en sus ojos.

-Venga Wen, déjale venir - mirando al chucho.

-Está bien.- al momento el animal se instaló en el asiento.

-¿Lo llevas todo?- preguntó a Joan.

-Sí.

-Estupendo, pues... vámonos, -introduciéndose en su asiento al volante.

-Os vais por fin -replicó Tobir mientras salía por la puerta de su cabaña agarrado a su pipa.

-Sí -contestó Joan- ¿Seguro que no quieres acompañarnos?

-Seguro.

-Bueno- aceptó la irrevocable decisión del hombre y se introdujo en su asiento.

Wen asomó su cabeza por la ventanilla no pudiéndose contener cierto impulso.

-Daré recuerdos a los peces de tu parte -dijo esbozando una de sus maravillosas sonrisas mientras ponía el motor en marcha

Tobir arqueó una de sus cejas.

-¡Recuerda lo del correo!- gritó Joan mientras el jeep ya emprendía la marcha.

Tobir asintió con su cabeza.

-¡Pasadlo bien!- alzando su mano viendo la de Joan despedirse con la suya fuera de la ventanilla.

El viejo sonreía de verlas así. En verdad se merecían ese descanso. Y aquel lugar era propicio para ello. Joan volvería con otro color en sus mejillas, seguro. Y Wen olvidaría su trabajo al menos por unos días. No obstante había procurado como siempre, antes de ausentarse, abastecer de sus medicinas al curandero. De alguna forma eso le hacía poder disfrutar con cierta tranquilidad esos momentos en que no estaba cerca, fuera cual fuera los motivos.

Al pasar junto al río, Milcoh vio el jeep y corrió tras él, dejando a sus amigos allí.

-Para Wen, es Milcoh.

El coche se detuvo mientras el niño acortaba distancia con su carrera.

-Qué ¿has decidido acompañarnos? -rió Joan saliendo del coche.

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