Ya caía la tarde en el valle, cuando Alan, Arial, y unos nativos de aldeas cercanas, introducían a los heridos en unos viejos camiones. La intención era la de trasladarlos al viejo albergue de Neiry, hoy convertido en residencia habitual de gentes sin hogar. Desde allí, los hombres que regresaban de sus trabajos y viendo lo acontecido se unían a Wen, Tobir y Joan en ayudar en instalarlos en el lugar.
El hangar junto al pequeño hospital terminó siendo el lugar elegido por Wen como improvisado alojamiento. Un amplio corredor separaba dos hileras de camas a ambos lados.
Allí dentro, ya iba atendiendo las heridas de los que ya ocupaban una cama, mientras Tobir, siempre ayudado por alguien seguía introduciendo a personas, ayudándoles a andar apoyados en él.
Las heridas que Wen podía ver iban desde algún hueso roto o cortes de todo tipo, algunos de ellos de considerable profundidad. Pocas necesitaban de cerrarlas a base de coserlas.
Atendía a un anciano de un corte en su brazo justo bajo su hombro. Alentaba al hombre con baja voz y con la pasividad que su experiencia le había enseñado a tener con los heridos.
Sus ojos buscaban a Joan al otro lado de la hilera de camas. Podía ver su rostro mostrando una tímida sonrisa a una anciana que desde la cama, reaccionaba a su caricia relajando algo su arrugado rostro. Inmediatamente se giraba hasta otro para comenzar a limpiar parte de sus cuerpos ayudada solo por un humedecido paño y un pequeño recipiente de agua, despejando con total cuidado las zonas alrededor de las heridas. Era increíble ver como sus gestos tranquilizadores surtían efectos en aquellos pobres, pero Wen veía aún que en sus ojos había cierto halo de algo más que mera tristeza.
Wen terminó de vendar al anciano y antes de ir a atender a otro, se apuró hacia la mesa al final del corredor, donde había colocado una palangana con agua, para limpiar de sus manos la sangre y el barro entre herido y herido.
Mientras se enjuagaba las manos, frotándoselas una y otra vez Tobir se acercó con un cubo de agua limpia para suplantar la del recipiente, ya tan turbia, que no dejaba ver su fondo.
-Dime cuantos Tobir -dijo seria sin mirar hacia el hombre con sus ojos clavados en la tarea de lavar sus manos.
-Cinco- respondió el hombre sabiendo a lo que se refería-, el pequeño, tres ancianos y un joven.
Wen seguía frotando sus manos con sus pupilas clavadas en el agua y sus facciones endurecidas.
Solo levantó su mirada para desviarla a un lado justo donde Joan vendaba la mano a una madura mujer.
-Es fuerte, lo superará -dijo Tobir al notar su mirada.
-Lo sé- respondió sin mirarle.
Tomó un paño y se secó las manos mientras caminaba hacia su amiga, con la que apenas había tenido tiempo de hablar desde el valle.
-Joan
-Sí -dijo volteándose a ella
-Vete a cambiar, aún tienes tus ropas húmedas.
-Sí, enseguida voy, -la miró intentando agradecer su gesto con su mirada y una tímida sonrisa -, en cuanto termine con esto.
Wen podía ver más allá de su rostro y que detrás de su aparente entereza, algo no andaba bien. Al mismo tiempo para Joan aquellos ojos azules la miraban como reconociendo las verdaderas ganas que tenía de preguntar al alguien que pudiera contestar, el por qué, por qué tanta violencia, tanta muerte inútil, porque incluso estas pobres gentes parecían estar siendo atormentadas en su pobreza. Pero en su lugar no dijo nada, bastante tenía ya ella con sus esfuerzos por recuperarles. Solo pudo mirarla a sus ojos azules. Comprendía perfectamente su fuerza. Detrás de su fría mirada escondía sus emociones para dar el mejor rendimiento y lo mejor de si a las personas que aún necesitaba de ella en aquella estancia. Lo sabía, y comprendía en realidad que era lo que ella misma debía hacer, pero se le hacía tan difícil..., era una lucha demasiado poderosa para ella. Al mismo tiempo podía ver a través de aquellos penetrantes ojos, que la miraban en ese mismo momento, como podía ser superado. Si alguna vez el dolor pudiera ser usado para algo, no lo era para quedarse parada en un rincón, sino para usarlo como cómplice de la propia lucha por la vida. Así lo entendió aquella vez que Milcoh estuvo casi a punto de perder la vida. Así actuaba Wen y así lucho por seguir adelante. Allí dentro, en cada cama, había mucha vida aún...
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Destino
RomanceNO ES DE MI AUTORIA Hace muchos años llego esta historia a mis manos, no tiene el nombre de la autora, pero considero que es una historia digna de compartir. Tiene un relato intimo y lento de las historias viejas Una periodista de Filadelfia (Joan...