El suave aroma a café inundaba el recinto de la cabaña. Wen depositaba el líquido en ambos cazos roídos por el tiempo, situados sobre de la mesa.
Desde la pequeña cama, en el otro lado de la habitación, Joan contemplaba a la doctora moverse por todo el lugar. Con su mano bajo la almohada, abrazada a ella, mantenía una dulce sonrisa a los movimientos siempre elegantes de Wen, al tiempo de contemplarla con su pelo extrañamente en su lugar, sin vestigio alguno de lo acontecido en gran parte de la noche, así como fijando su mirada en sus esbeltas piernas que asomaban bajo el borde de la camiseta que portaba.
Mientras se mantenía absorta, pensaba en qué distinto habría sido ese amanecer en la cabaña. Si bien, apenas horas antes su mundo se desplomaba en incertidumbres entre corazón y lógica, la respuesta ahora estaba en torno a aquella morena mujer que se acercaba portando dos cazos de humeante café en sus manos.
- Su café periodista – dijo una hermosa mujer morena mientras apoyaba ya su rodilla en el duro, firme y delgado colchón, preparada para sentarse al lado suyo.
- Gracias- murmuró la otra despertando de su divague y ajena a todo lo que no fuera encajar ese momento, como uno que nunca pensó que llegaría y que le estaba moviendo todo su mundo.
Ahora necesitaría hablar con ella, saber qué significaba aquello aparte de lo evidente. Saber, si lo acontecido esa noche, no solo cambiaría ese día, sino toda su vida. Se incorporó medianamente, colocando su almohada doblada y recostándose de nuevo. Con una sonrisa, tomó la taza que Wen le ofrecía.
Wen daba un pequeño sorbo a su taza, sonriendo hacia la joven mujer a su lado que inhalaba como siempre solía hacer, el humeante líquido, cuyo aroma ya se había repartido por todo el espacio de la cabaña.
Joan, sorbió levemente, utilizando el gesto de acercar la taza a sus labios, para evadirse de cualquier pensamiento.
Fuera, los cantos de las aves del lugar, hacían eco contra las paredes de las montañas con cientos de tonos diferentes. El ruido del río en su bajada dejaba en el aire un susurro intermitente, una suave brisa movía las embelesadas ramas de las copas de los árboles. El sol remontaba su subida hasta el medio día, traspasando en su camino los perfiles lejanos de las cordilleras frente a la cabaña.
Dentro, el olor a café, la claridad vaga de la mañana y dos ojos que miraban atentamente con una gran sonrisa en su cara y una taza vacía en su mano, a Joan mientras terminaba de dar el último sorbo al suyo.
Sin perder la sonrisa Wen estiró su mano para alcanzar el recipiente vacío y colocarlo en una silla cercana a la cama.
Joan llevada por un acto reflejo le sujetó su mano libre, en ademán de dejar eso para otro momento y no se alejara de allí. No hicieron falta palabras para que Wen entendiera claro lo que deseaba, las soltó en algún punto del suelo, al lado de la cama y se sentó cómodamente alzando sus piernas en el colchón y utilizando la pared de espaldar. Joan no tardó en acomodarse a su lado, colocando su cabeza en su regazo con su brazo por encima de las piernas de la otra mujer.
Después de lo ocurrido esa noche, era extraño el silencio que inundaba la habitación.
-¿En qué piensas ahora mismo? – Wen lo rompió mientras su mano bajaba a acariciar algún mechón del rubio pelo de Joan. Preguntando con una sonrisa cómplice consigo misma dibujada en su cara. Sabía cuáles eran las posibilidades de que Joan hablara de todo en ese instante. Y sabiendo que la joven mujer solo esperaba esa pregunta para romper con su silencio.
- En nosotras......en esta noche......en ti......en mi li........
-Para paraaaa -inquirió la otra -, por partes.
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Destino
RomanceNO ES DE MI AUTORIA Hace muchos años llego esta historia a mis manos, no tiene el nombre de la autora, pero considero que es una historia digna de compartir. Tiene un relato intimo y lento de las historias viejas Una periodista de Filadelfia (Joan...