Parte 11 La guerra

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-Wen,...

-Estoy aquí -apretó la mano que le tenía sujeta.

-Wen, ¿dónde estamos?- dándose cuenta a pesar de su visión borrosa que no estaban ya en el jeep, sino acostada en una cama y que Wen estaba a su lado

-Estamos en casa de Abdul.-pasando su mano por su mejilla.

-Vaya, llegamos por fin.-dijo débilmente

-Hace unos tres días- le sonrió

-Tres días.

-Sí, estabas inconsciente y...

-Pero el barco...

-No te preocupes ahora de eso, necesitas reponer fuerzas, perdiste mucha sangre.

Joan miraba la preocupación reflejada en aquel rostro algo deteriorado, quizás de estar a su lado en ese tiempo.

-Wen ¿recuerdas lo que te dije?

-¿Mmm?-respondió mirando el vendaje con sus dedos.

-No tienes la culpa, nadie la tiene. Supongo que eso es la guerra, personas que se matan entre sí sin ser más culpables que de la propia sumisión al dolor o el odio... o al sufrimiento.

-Joan, casi...-con terror en su cara de lo que podía haber sucedido.

-No,.. Estamos aquí. Eso es lo que importa -la sonrió apretando ella ahora su mano entre la suya.

Wen hubiese podido llorar pero, el ver de nuevo aquellos ojos verdes y aquella sonrisa, que a pesar del dolor que escondía le pareció la más maravillosa, pero solo pudo acercarse para darle un suave beso en su frente y parar en su regreso a unos centímetros de sus labios.

La puerta se abrió y Mariah entró con algo de preocupación en su cara.

-Wen te necesitamos.

-Bien, ya voy -le respondió-. Descansa, pronto volveré.

-¿Adónde vas?- preguntó mientras Wen desaparecía tras la puerta y la dejaba sin respuesta.

-Veo que ya estás mejor -le dijo Mariah, mientras sacaba mantas de un pequeño armario.

-Sí, ¿qué pasa?

-Refugiados de Irán han hecho un campamento a las afueras del pueblo. Los que no están heridos, no tienen ni ropas, ni mantas,...han perdido todo.

-Yo...-intentando levantarse.

-No, quédate. Aún estás débil.

-Pero...

-No, además Wen ya casi tiene todo bajo control. ¿Sabes? Esa mujer tiene una fuerza increíble. Durante el día nos turnábamos yo y Abdul para cuidar de ti mientras ella acudía al campamento, y durante la noche no se separaba de tu lado. No la he visto dormir sino un par de horas en estos días.

Joan escuchaba a Mariah, estaba describiendo a esa mujer que tanto conocía. Si una palabra la definía a simple vista era "fuerza". Pero ella podía, a través de su propia reacción en su interior ante las palabras de aquella mujer, hacerlo con otra... "amor".

Cuando Mariah salió de la casa, la debilidad hizo que volviera a dormir. Cuando despertó, unas manos removían las vendas de su herida.

-Hola -dijo a Wen con sus ojos puestos en su herida.

-¿Cómo te sientes?

-Bastante bien. Ya es de noche -observó Joan

-Sí- poniendo gasas limpias y apartando las ensangrentadas

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