Parte 8 Desierto

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Mientras el caballo marchaba despacio por aquellas dunas hundiéndose varias veces hasta sus rotulas, Joan se sujetaba a la cintura de Wen. Atrás habían dejado a Milcoh y Tobir, ellos irían a la aldea siguiendo otra ruta transitable para el vehículo. El aire frío típico de las noches del desierto daba una temperatura perfecta para disfrutar del inédito paisaje alrededor.

Ambas guardaban silencio. Joan, agarrada a la cintura de Wen, protegía su rostro de las brisas esporádicas que levantaban algo de arena, apoyándola contra su espalda. Wen en cambio giraba su cabeza protegiendo sus ojos con esta acción, para que en unos segundos, la calma de nuevo lo invadiera todo. A pesar de la incomodidad que suponía esa acción podía considerar que el sonido del aire en medio de aquellos granos de arena era digno del más exigente de los oídos.

Wen concentrada en parte en el camino no podía dejar de esforzarse en aceptar que Joan había regresado, eso era algo que le quedaba grande imaginar, mucho menos pensar que pudiera ser posible. Se sonreía a sí misma ante la acción de aquella mujer. Definitivamente era una caja de sorpresas.

-Joan

-¿Mmmm? -respondió al sentir su nombre como una vibración a través de la espalda donde apoyaba su oído.

-Joan ¿te has dormido?

Entonces esta se irguió a su espalda para estar más cerca del oído de Wen.

-No, no podría.

-Joan ¿es cierto? ¿Te quedarás? –preguntó con expresión de temer la respuesta, pero ajena a su compañera.

Joan sonrió.

-Solo hasta que no puedas aguantarme más.

-Debo advertirte que la vida es muy dura aquí.

-Oye, que he vivido un año en Akola - respondió apretando sus dedos en sus costillas.

-Joan, no empieces.

-¡Ja!, ¿y quién me va a detener?

Wen detuvo el paso del caballo. Joan notó que ahora, libre de su ocupación, no tendría escapatoria.

-Está bien, está bien. Ya paro – apartó las manos de sus costillas.

Wen sonriente, giró su cabeza para mirarla y una inocente Joan le mostró sus manos en lo alto. Devolvió su mirada delante y empezó a reír con más fuerza.

-¿Y ahora qué? ¿Por qué te ríes?

-Joan, debes de ser la única mujer del mundo capaz de internarte en pleno desierto vestida con traje de noche.

Joan bajó su mirada a su cuerpo.

-Es verdad, aún no me he podido cambiar - notó

-Créeme, en la aldea recordarán tu entrada para siempre. Eres única para las primeras impresiones.

-Wen, y mi equipaje está donde Tobir -siguió observando Joan

-Sip -tras una pausa donde tomo aire sonoramente-, tendrás que conformarte con la idea de que causar buena impresión no es que digamos tu mayor fuerte – dijo con cierta ironía en su tono.

-No te burles – dijo algo fastidiada.

-En realidad no lo hago -respondió con tono algo más serio, en realidad unas palabras que libremente le demostraba que no se trataba de burla sino de una de esas actitudes tan típica de ella que le hacía reír en medio de los sentimientos que le despertaba.

-Lo sé - respondió Joan en mismo tono.

- Joan, quería decirte algo - estimulando con sus pies al caballo para seguir la marcha.

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