Capítulo 10
Bernie es lento, tiene unos cuantos kilos de más en la cintura, que sabe disimular muy bien con el cinturón.
Adentrándose en el extraño recoveco oscuro por el que Richard había ingresado la noche del incidente. La noche en la que Smith había desaparecido buscándolo.
Bernie suspira abriéndose camino entre las sombras con una linterna que falla.
Su corazón se precipita.
Ha decidido investigar solo. "Es como en las películas", reflexiona, "es cuestión de tiempo para que Schaefer me robe el protagonismo del caso que yo mismo descubrí."
La pasarela de metal termina, rodeado solamente por el espesor del drenaje, con su olor asfixiante, que se atora en la garganta, se adhiere a la ropa, y hace llorar los ojos. El sonido del agua corriendo como ríos de heces. Las ratas murmuran a lo lejos, sus pequeños ojos brillan, lo vigilan, esperando a que cometa un error... como todos.
Como una película de terror.
Pero Bernie no es tan estúpido como un protagonista de película de terror, él lleva consigo una cámara de visión nocturna, en la misma mochila donde tenía sus zapatos. Ahora llevaba botas. Encendió la vídeo-cámara y la montó consigo. También porta consigo un arma, y su teléfono celular conectado con su PC.
Bernie sonríe, pasa encima del barandal y hunde sus pies en el líquido.
Busca con la luz artificial la palabra de la que Schaefer les habló en la reunión del café, misma palabra de la que buscó en Google, y ahí está, en una vieja placa que parece no envejecer, la palabra del día: "Rutherford", en mayúsculas.
Pero no era Rutherford... Schaefer tampoco es Batman, así que cometió el error de leer mal. Dice "Roosevelt".
Es más sencillo de lo que parece. La vieja estación de metro privada que usó el presidente Franklin Delano Roosevelt para llevar su limusina y ocultar su discapacidad.
"¿El asesino se oculta en una estación de metro abandonada?"
Tenía los planos en su teléfono, era sencillo, únicamente debía avanzar...
El agua casi se le mete en las botas, empieza a lamerle las rodillas, hasta que encuentra un camino de concreto al lado del túnel, el que usan los trabajadores.
Lo que no sabe es que las ratas empiezan a delatarlo.
Chillan, corren, huyen de la luz, otras la ven, pero él resalta entre el barullo del agua.
Está conectado a su PC por lo cual es casi imposible que su ubicación se pierda.
Entonces, sin darse cuenta, pisa un objeto que estaba oculto en el suelo, activándolo.
El mecanismo se activa y la pierna de Bernie es atrapada por lo que él supone, es una especie de trampa para osos.
El hueso se colapsa y se fractura, el líquido invade la zona afectada justo sobre el tobillo, la hemorragia está comenzando y grita, pide ayuda.
Grita, grita, se desgarra la garganta.
Llora derrumbándose al lado de su pie atrapado, y en la caída éste se separa del resto de su cuerpo.
Nadie lo escucha.
Pasan los minutos, y sólo puede sentir a las ratas acercándose a mordisquear el trozo cercenado de carne roja, beben la sangre, arrancan trozos de piel, y Bernie sólo puede verlas, el pánico lo inmoviliza por completo, como una parálisis del sueño, como una parálisis en los nervios por el traumatismo de su hueso roto.
El pie está a poca distancia de él, arrancado, todavía sujeto a la trampa.
Bernie empieza a sentir los efectos del desangramiento, necesita su arma, necesita pedir ayuda, necesita atención médica inmediata, seguir viviendo.
Pero no obtendrá nada de eso.
De pronto las ratas se van.
Dos cuchillas aparecen en la oscuridad, y la cámara lo graba. No es invisible.
Bernie, aterrado, con los ojos rojos del llanto, se mueve, se arrastra por la adrenalina, no le importa estar derramando sangre, no le importa nada más que impulsarse con sus brazos, como un militar, gime, la garganta la tiene llena del hedor nauseabundo del desagüe.
"Bernie no debe morir aquí, vamos Bernie, saca tu arma, haz algo".
Justo cuando cree haber recorrido algo, cae en la cuenta de que sólo logró avanzar un par de metros.
Toma su pistola pero es demasiado tarde.
Sus costillas han sido atravesadas del mismo modo que las de un guerrero medieval por una flecha, y ahora la hemorragia invade sus pulmones, que no tardan en llenarse, mueve sus manos, se toca el cuello y escupe sangre intentando decir algo, sacar por lo menos aire, pero sangre es lo único que sale de él, mueve sus piernas, incluso la herida, se agita como un gato envenenado, se pone morado.
Dos ojos lo observan extinguirse a través de una máscara.
Los ojos se le salen de sus órbitas, y entonces, Bernie lo ve, el cadáver de Smith ha sido devorado por completo, por las mismas ratas que ahora vienen hacia él chillando de felicidad, de hambre.
Una a una, las siente husmear en su ser, meterse y rasgar, clavar sus dientes infectados, amarillos... una a una las siente acabando con él.
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Jungla de Concreto | Predator #1
FanfictionEl detective Richard Schaefer lo ha visto todo. Desde tiroteos en las calles de Nueva York, homicidios domésticos, hasta las más sanguinarias ejecuciones del bajo mundo del hampa. Pero nunca había visto a la Ciudad de los Rascacielos bañada en tanta...