Epílogo
Alaska.
El frío es infernal, las temperaturas bajan a niveles increíbles durante la noche. Es territorio estadounidense, y aun así, en sus residentes más viejos queda un sentimiento de otredad, enajenados. En una cornisa de nieve, helada y prácticamente desierta, una de las antes que antes había trabajado por el HAARP, captó una señal de radiación inusual que se activó en el cielo durante pocos segundos.
El objeto que la había causado estaba diseñado a la perfección para no ser detectado por sistemas como ese, sin embargo, una fisura en el casco les hizo una mala jugada. El ingreso a la atmósfera fue violento e inesperado, se habían salido de la trayectoria acordada y su panel de telemetría se dañó con el impacto a la superficie helada.
El joven alienígena era el científico de la nave, y como tal, sabía que su responsabilidad, más allá de guiar la misión, era salvaguardar la integridad de la nave y hacer la extracción del material con seguridad.
Sostuvo el jarrón de la peligrosa sustancia que llevaba en su laboratorio, la aseguró para evitar que cualquier ser vivo pudiera tener contacto con ella.
Sus tres compañeros habían salido ilesos al accidentado ingreso en la mesósfera. Para sus naves esa sección en especial era difícil, y no habían calculado la avería que no iba a permitirles ascender, así que dejaron al científico solo, en la oscuridad, mientras hacían un reconocimiento del terreno.
***
Dos horas más tarde, el teniente Andrew Garneth se cubría con una pesada chaqueta de las corrientes de aire entumecedor, tenía las mejillas rojas y no sentía los dedos de los pies.
Uno de sus compañeros interrumpió su descanso abruptamente.
Su estado era inquietante, un ataque de histeria, psicosis. Al soldado le temblaban los dedos y el párpado derecho como un tambor.
«Es el rostro perfecto para representar que algo está mal. Demasiado mal.»
—¿Todo bien? —preguntó aunque no era necesario, levantó una ceja.
Su compañero recobró la respiración y habló jadeando. Solo así, cuando recuperó la compostura y dejó de tiritar, notó que tenía las manos manchadas en una sustancia espesa, negro-rojiza.
—Teniente Garneth, por favor venga.
Dicho esto, el soldado de las manos ensangrentadas, giró sobre los talones en la nieve y se internó a toda velocidad en las paredes de la base Hopkins en Alaska.
Llevó a Andrew a la bodega donde almacenaban refacciones y maquinaria de la refinería. Al teniente le costó mantener el paso, estaba agotado, pero la carrera duró poco.
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Jungla de Concreto | Predator #1
FanfictionEl detective Richard Schaefer lo ha visto todo. Desde tiroteos en las calles de Nueva York, homicidios domésticos, hasta las más sanguinarias ejecuciones del bajo mundo del hampa. Pero nunca había visto a la Ciudad de los Rascacielos bañada en tanta...