Ken Koharu

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Capítulo 16 


Se puso una toalla en el cuello mientras jadeaba, nauseabundo y mareado por el efecto del alcohol.

Había disparado al asesino transparente, y todos lo habían visto, sosteniendo el arma y jalando el gatillo sin piedad, vale, se había lastimado por su inexperiencia, pero ya no era un cobarde.

El mismo de quien se burlaban los policías estaba en lo alto de pedestal, incluso esperaba una recompensa de Amanda McComb, ya se lo imaginaba, Schaefer y los demás junto suyo, pero él, él ahí con el alcalde dándole una medalla o algo por el estilo.

Eructó y su eructo despidió el olor a brandi y pastel envinado, se mantuvo en equilibrio con dificultad y vio que la toalla tenía sangre. Nunca en su vida había tomado más que los brindis de los eventos. Ya no tenía el miedo de ser asesinado mientras dormía, de que la luz del rastreador se encendiera y señalara que su muerte estaba cerca.

Ken Koharu podría dormir esta noche. Había pasado una entera en un hospital, y luego en casa del detective Schaefer.

Nada le reconfortó tanto como esa misteriosa sensación que se tiene al recostarse en la cama propia, después de estar fuera de casa.

Para él fue como eternidad. Y todo lo que vio, las escenas del metro y de las alcantarillas, eran demasiado rápidas, tanto que a duras penas les prestaba atención.

Recostado, escuchó el timbre del teléfono. Se incorporó y tropezó hasta llegar al teléfono.

Era Richard Schaefer... demasiado extraño. Y sin embargo, respondió con la actitud de un vaquero, un "hola, detective", que se quedó congelado en el aire cuando le informó que el alienígena, el asesino transparente había perseguido a Carr y a Simmons y había asesinado a la esposa de Lamb y a sus empleados.

—Richard... —fue lo único que dijo Ken Koharu antes de cerrar los ojos.

Por lo visto su único logro era una farsa, el darse cuenta de ello, el caer en la razón de que había bebido por nada, hizo que se le revolviera el estómago. Como si la resaca se le hubiera adelantado, sintió náuseas, y el vómito subiendo por su esófago, el sabor en el cuello, dulce.

Miró la oscuridad, su casa azulada por la ausencia de luz y un letrero anticuado de neón del local de enfrente, el zumbido del refrigerador de pronto lo escuchaba más fuerte, no tenía nadie ahí ahora. De pronto vio lo solo que estaba.

—El alcalde se va a meter en un problema grande cuando... —balbuceó Ken, se puso la mano en la nuca y caminó hasta la puerta, la cerró con seguro y recargó su cabeza en ella.

—Si es que no va por él también. —dijo Richard, se escuchaba en el teléfono el sonido de un auto acelerando a toda velocidad—. Nadie sabe cómo avisarle al alcalde pero Amanda McComb ya está planeando mandarlo a su residencia en las afueras de Nueva York.

Ken tuvo fuertes deseos de encender la luz, como cuando era niño, pero nunca sabía si prender el bombillo asustaría al monstruo como hacían las fogatas con los lobos, o lo atraería hasta él.

—¿Dónde estás ahora, Koharu?

—En casa... sabes dónde vivo...

—Quédate ahí .

Jungla de Concreto | Predator #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora