La mansión de Long Island

31 6 0
                                    


           Capítulo 22

Las residencias más majestuosas del estado se encuentran en Long Island. Eso dicen los folletos de los agentes de bienes raíces, aunque la mayoría de las personas suelen considerar a Nueva York un mero destino vacacional o comercial. La densa población congregada la hacían una de las tres con más habitantes de todo el mundo.

Residencias de Long Island... Una de ellas, recientemente adquirida a un misterioso vendedor que quiso pasar sus últimos días vacacionando en Europa, era bastante parecida a la mansión que Scott Fitzgerald describía en su ficticia región, propiedad del legendario personaje Jay Gatsby.

La patrulla negra con placas del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York frenó en la pasmosa entrada de una amplia construcción.

Solo desde la ventana de la patrulla Dodge, Richard Schaefer pudo percibir la opulencia con la que vivía el alcalde, divisó por lo menos dos sectores de cámaras de seguridad que compensaban la evidente paranoia del político por ser asesinado, de la que tanto hablaban los periódicos sensacionalistas, e incluso el Times.

Todo estaba ahí puesto, para la conclusión que Schaefer sentía llegar pronto.

"Si hay un lugar donde puede terminar todo esto es aquí", pensó, contemplando la sombría residencia.

Un perro de gran tamaño saltó chocando con el portón y un sujeto de origen latino lo controló; solo así los pasajeros de la patrulla bajaron y pisaron las hojas que empezaban a caer de las ramas de los árboles lastimados de tanto sol.

Por alguna razón que no lograba deducir, sentía que todo estaba por llegar a su fin. Y en el fondo eso quería, eso era lo que deseaba desde el principio. Más allá de atrapar al asesino transparente, porque hasta el momento todos los casos que había resuelto quedaban en manos de otros detectives que se llevaban todo el crédito porque Schaefer se negaba a recibir los honorarios de casos en los cuales solo era un colaborador.

"Eres como un Sherlock Holmes con el cuerpo de Rambo" le había comentado una vez Rasche durante una visita a su consentido café de Bruno & Bud.

Él se incomodaba cada vez que recibía esa clase de cumplidos, pero por primera vez reconoció que le habría petado el júbilo de la celebración por detener al asesino.

La tormenta tropical que se acercaba a los límites de la ciudad de Nueva York se hacía cada vez más grande y negra como un coloso gigante marchando justo en dirección a ellos, a cubrir toda Long Island y sumirla en su oscuridad.

Una mujer de aspecto juvenil y con ascendencia latina se les acercó caminando en unos afilados zapatos de tacón de un profundo color carmesí. Caminaba a pasos agigantados, moviendo la cintura apenas un poco, era delgada y su silueta quedaba a la perfección para una fotografía enmarcada por el portón de la mansión abierto a medias con el perro gruñendo y los árboles sacudiendo sus ramas violentamente.

Los dos policías que acompañaban al detective saludaron a la fémina y se pusieron delante de su protegido señalando que lo estaban escoltando.

—El detective puede venir solo. —dijo ella señalándolo—. Pueden retirarse, caballeros.

Con tez mezquina, se dieron vuelta y dejaron solo al detective frente a la asistente personal del alcalde.

—Detective Schaefer, sígame. Soy Mónica Martínez, trabajo para el señor Fox.

Caminó detrás de él por un vasto sendero repleto de cicadáceas y flores coloridas hasta una pequeña plaza empedrada del tamaño del departamento del detective, rematada por una fuente circular rodeada por el camino diseñado para que los autos lo siguieran en un arco de bienvenida.

Jungla de Concreto | Predator #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora