El final

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Capítulo 25


I

El grito femenino de Mónica los hizo reaccionar y apuntar alrededor suyo.

La radio zumbaba pero podía escucharse claramente la voz del alcalde pidiendo ayuda. Justo entonces, Archer pudo entender qué estaba sucediendo. "Cavamos nuestra propia tumba".

—Está aquí. —dijo el detective sosteniendo en su mano la radio que emitía la agotada súplica del político.

Archer apretó los dientes.

—Esto está mal, detective. Tenemos que ir por el alcalde. No vamos a dejarlo morir.

Las potentes pisadas se acercaban justo hacia la biblioteca.

—Lo dices como si fuera importante. —replicó Schaefer caminando hacia la mesa de armas—. Él convirtió su casa en un terreno de cacería.

Los muchachos se aferraron a sus monitores y contemplaron al policía rubio de metro ochenta, que suspiró y le entregó una poderosa Colt al inspector Archer, por lo visto la silla de ruedas no le impediría defenderse. La entrada de la biblioteca era grande, y oscura.

Una diabólica risa resonó en todos los rincones de la mansión. Y luego solo se escuchó el rumor del agua.

Los técnicos también se armaron, después de todo eran guardias de seguridad, estaban capacitados para abrir fuego, aunque, al igual que su compañero, nunca se habían encontrado en una verdadera batalla.

Eso era una carnicería.

La cortina se movía a sus espaldas, todos estaban amartillando y listos, la risa no volvió a hacer presencia, pero era como si su esencia flotara en el aire, rebotando, repitiéndose en la memoria de cada uno.

Richard estaba en posición, listo para recibir a lo que sea que pudiera aparecer por la entrada de la biblioteca, como un guerrero medieval, blandiendo su espada, listo para dar batalla hasta la muerte, respirando sin modular sonido alguno.

Calma.

Unas poderosas botas corrían justo hacia donde estaban, y se extrañaron por ello, por el sonido de voces murmurando, alarmadas.

La ventana a sus espaldas se rompió en pedazos y una gigantesca lanza metálica de color plateado empaló al inspector Archer a su silla de ruedas, vivo, gritó y abrió los ojos como platos presionando el gatillo por inercia.

Con absoluta sencillez, el cazador entró columpiándose cual simio y cayó encima de uno de los jóvenes, reventándole los huesos. La fibrosa mole de piel amarillenta rugió y sacó un disco expandible, con el cual eliminó al resto de los técnicos partiéndolos por la mitad, dejando caer los torsos de sus cuerpos primero que las piernas, en perfecta sincronía. Recibió el disco y fanfarroneó con otro rugido más potente que el anterior.

Jungla de Concreto | Predator #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora