7. Una mañana con Claude

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Me despierto a la mañana siguiente al oír un despertador que suena insistentemente. Ruedo de un lado a otro de la cama para desperezarme, mientras me froto los ojos... hasta que soy consciente de que estoy en una cama y no en el sofá del salón. Del susto caigo al suelo sobre algo blando y que hace ruido. Termino abriendo los ojos y me doy cuenta de que he caído sobre un Claude que no para de quejarse. Me disculpo varias veces, me levanto volando y bajo al salón.

Cuando llego al salón y comienzo a vestirme oigo:

—¡¡Mia!! ¿Te duchas tú primero, o yo?

Pensaba que me iba a decir algo desagradable como: Cuánto pesas o No paras de roncar a las noches. Pero me alivia mucho que sólo sea eso.

—Tranquilo, dúchate tú primero —le respondo.

Como el acto de Claude me ha puesto de buen humor, (va ganando puntos poco a poco), decido preparar el desayuno. Saco unos huevos de la nevera y los frío mientras el pan se tuesta y el agua para el té se calienta. Oigo el ruido de la ducha. Mientras estoy preparando todo, me quedo pensativa un rato, sumergida en mis pensamientos sobre el Observatorio, rememorando los buenos tiempos, hasta que comienzo a oler a quemado. Corro a la tostadora y veo que la segunda tanda de tostadas se ha quemado. Vaya, me las comeré yo, qué remedio.

Claude baja por las escaleras momentos después secándose el pelo con una toalla.

—Olía a quemado, ¿qué ha pasado? —pregunta sacudiéndose el pelo con una mano. Aún no se ha puesto la camisa del uniforme, sólo lleva los pantalones. Tiene un buen cuerpo. Supongo que es típico de alguien como él. Además tampoco pesará mucho, si tiene juego aéreo...

Claude, dios, tápate ya. Tu pecho me desconcentra de mi tarea de tostar el pan. Por favor, qué estoy diciendo. ¿Cómo alguien tan desagradable como él me puede distraer? Me está afectando su presencia, definitivamente.

—Nada, nada de lo que tengas que preocuparte —le respondo con una sonrisa fingida.

Se sienta a la mesa mientras echo las hojas del té en la tetera.

—¿Estás haciendo té? —me pregunta refunfuñando, me pongo en guardia.

—Sí, señorito, estoy haciendo té. ¿Tiene usted algún inconveniente, señorito Beicon? —le digo con retintín—. Por cierto, una pena que no tengas beicon para desayunar. Iría a juego contigo.

—Sí, muchos. Para empezar, no me gusta el té, así que me voy a calentar un vaso de leche —me dice todo digno—. Y segundo, no me gusta ese pan tan tostado que me ibas a poner.

Veo que señala el par de tostadas que se habían salvado del incendio y noto cómo la sangre me sube a la cabeza. Este chaval me pone enferma.

—Pues ahora te voy a poner las tostadas quemadas, así que te jodes —y le planto el plato en frente de sus narices.

Comenzamos a desayunar en silencio, ambos muy enfurruñados.

—Por cierto, espero que no hayas pensado mal sobre mis intenciones cuando te subí a mi habitación.

Me paro a pensar sobre lo que habla. No se me había ocurrido pensar mal, aunque la verdad es que podría haber tenido oscuras intenciones.

—No, la verdad es que no he pensado mal. Pero podría.

Cuando terminamos de desayunar me meto en el baño para ducharme.

**********

—¡¡¡Mierdaaaaa!!! ¡¡No tengo ropa limpiaaaa!! —grito al salir de la ducha. Me tapo el cuerpo con una toalla y abro ligeramente la puerta del baño—. Eh, Claude, ¿podrías pasarme mi uniforme, el que está en el salón?

Veo a Claude bajar por las escaleras y al de poco volver a subir con mi uniforme bajo el brazo.

—Gracias —le digo con una amplia sonrisa.

Me mira de arriba abajo por el resquicio de la puerta mientras me pasa la ropa. Al notar su mirada sobre mi cuerpo se me ponen los pelos de punta y decido cerrarle la puerta de golpe, pero una pregunta suya me detiene de golpe:

—He oído que no tienes ropa limpia, igual necesitas ropa interior. ¿Quieres?

—Sí, ¿no? Anda, déjame unos bóxer de la talla XXS, ¿no? Venga, buena idea. Tranquilo que el hueco que quede lo rellenaré con papel o algo así —le digo irónicamente, después de enarcar una ceja; pero después de ver que Claude no lo decía de bromas, se me borra un poco la sonrisa.

—Me refería a la ropa de mi madre —añade seriamente.

Lo miro mal.

—¿Tú crees acaso que es mejor idea? —suena fatal que me tenga que poner las bragas de la madre de Claude. Es... desagradable, sólo de pensarlo.

**********

Finalmente salimos de casa antes de lo previsto. Él tal y como siempre, sólo que creo que tiene unas ligeras ojeras (puede que haya sido yo la causante); y yo, con unas bragas de su madre, tristemente.

—Voy a ir a buscar algún piso o apartamento, y ya de paso a comprar algún que otro útil del día a día. Creo que será lo mejor.

—Pff... Haz lo que quieras.

Y juntos, finalmente, nos dirigimos al instituto.

**********

Vaya, este pasaje ha durado más de lo que yo creía T.T

No sé qué he hecho para que Claude al final sea un eje de la historia, no tenía eso entre mis planes u_u

Espero que os haya gustado^^

Inazuma Eleven - Amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora