30. Lágrimas

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Suspiro con alivio, sólo se ha fijado en mi pelo y en mi cara. Me parece que he conseguido ocultar bien las heridas. Bueno, "bien".

—Esto... me he caído por las escaleras de al lado del centro comercial, ya sabes, esas que tienen un suelo de grava y están sucias y viejas... —Bryce asiente con la cabeza mientras yo empiezo a hacer círculos con el pie en el suelo. La parte de la cara asquerosa ya está resuelta, pero lo del pelo... no se me ocurre ninguna excusa—. Y... como llevaba el estuche en la mano porque quería coger un boli y lo tenía abierto... —bien, Mia, parece que puedes salvarte si sigues así—, y había un cuchillo de cocina por ahí muy oxidado... —joder, Mia, inteligente. Ya no tiene ningún puto sentido lo que digas. He jodido mi coartada—, han salido las tijeras y me he cortado un poco el pelo.

Dirijo la mirada al suelo y un segundo después la vuelvo a levantar. Bryce asiente y continúa mirándome.

—Bueno, ya sé que no tiene ningún sentido, pero no me miras de esa forma, Bryce.

—Sí... y mi perro vuela —me mira enarcando las cejas—. Da igual, no hace que me lo cuentes, no soy muy cotilla. Pero no hacía falta inventarse algo tan inverosímil. Hasta lo de las tijeras era factible tu relato.

—¿No ha sido muy creíble lo de las tijeras? —le pregunto con cara de circunstancia—. Bueno, en realidad me he puesto a cortarme el pelo porque me aburría mientras esperaba... ¿al autobús?

—No, Mia, no cuela. No lo intentes —Bryce se tapa la cara con una mano y comienza a reír.

—Ya sabes que soy una tía muy chunga y me relaciono con gente mafiosa —continúo—. No debería extrañarte verme así de vez en cuando —vuelvo a provocar la risa del chico albino—. No te rías, Bryce. Me haces sentir más ridícula de lo que ya estoy siendo.

—Ya sé que haces cosas muy raras, pero si necesitas mi ayuda en algo, dímelo sin dudarlo —me ofrece al terminar de reír. Me hace un gesto para que lo siga y comenzamos a andar—. Hablando de cosas raras... ¿Sigues viviendo con Claude? —me pregunta de repente.

—Esto... sí, me he quedado en su casa —no es algo tan raro, sólo es convivir con alguien que es desagradable las veinticuatro horas del día. Me detengo al ver que él sigue andando—. Esto... Bryce, creo que debería irme.

—No, ven conmigo, Mia. Tu pelo necesita ayuda pero ya.

Pensaba que este chico, que parecía algo más inteligente que Claude, me ofrecería llevarme a su casa a lavarme la cara y ponerme alguna tirita, si acaso. Pero oír que lo más urgente es mi pelo... me demuestra que estos tres tíos con los que me relaciono son mucho mucho mucho más gilipollas de lo que parecen.

—¿El... pelo? —le pregunto incrédula—. Creo que no hace falta.

Le digo que no más de trece veces, pero él insiste diciendo que su familia tiene una peluquería. No sé cómo, pero termino en una peluquería llena de señoras tiñéndose el pelo.

************

Al final la madre de Bryce me corta el pelo y me lo deja por encima de los hombros. Me ha quedado muy bien, este peinado siempre me ha gustado.

—Muchas gracias, señora —me inclino para agradecérselo y me miro en el espejo de perfil, abombándome el pelo con una mano—. ¿Cuánto es?

—Para ti nada, cielo —me sonríe—. Siempre es un placer atender a la novia de mi hijo —me guiña un ojo—. Mi hijo lo negaba, pero ya sabía yo que tenía novia. Me alegra mucho saber que es alguien tan guapa como tú.

Me sonrojo al oír que me ha tomado por la novia de Bryce, y él también se sonroja al darse cuenta de lo que su madre me está diciendo.

—¡Mamá! —exclama acercándose—. ¡Ya te he dicho que no tengo novia! Y Mia sólo es una amiga —desvía la mirada al suelo.

—Tonterías. No hace falta que le mientas a tu madre —le dice mientras le agarra una mejilla—. Estoy encantada de ser tu suegra.

—Sí, claro —asiento y sonrío. Es mejor darle la razón. De todas formas, pensará lo que le dé la gana. No parece que atienda a lo que diga nadie.

Bryce y yo conseguimos salir de la peluquería, después de despedirnos de su insistente madre. Bryce me dice que me acompañará hasta casa de Claude, porque está preocupado por lo que me ha pasado, aunque en realidad no sabe qué me ha pasado.

Por haber estado tanto tiempo sin curarme las heridas, la sangre se ha traspasado y ha terminado manchando mi chaqueta y un poco mi falda. Bryce se da cuenta de eso y me pregunta muy alterado qué ha pasado.

—Nada, unas rasguños —le respondo tranquila mientras me quito la chaqueta y me remango las mangas de la camisa para estar más cómoda.

—¿Rasguños, dices? —enarca una ceja y me coge del brazo y me lo alza para ver mejor las heridas—. Son cortes, Mia. Tenemos que limpiarte esas heridas cuanto antes. Vamos —me hace un gesto con la mano para que sigamos avanzando, pero creo que ve que también mis piernas están heridas—. ¿También las piernas?

Yo asiento con timidez. Suspira, me coge en brazos y comienza a correr en dirección a la casa de Claude.

—Esto... creo que no hace falta que me lleves, puedo andar sin ningún problema —le digo.

—Pamplinas, así llegamos antes.

Sigo pensando que no, pero no tengo más remedio que hacerle caso.

Al llegar a casa, Claude abre la puerta y Bryce entra corriendo en casa, dejando a Claude boquiabierto.

—¿Se puede que haces con ella en brazos? —pregunta Claude, al parecer molesto por eso.

—Está herida —responde Bryce dejándome en el suelo.

*********

Por fin me lavo un poco la cara, curo y vendo las heridas y bajo con un pijama al salón donde están los dos hablando seriamente. Me quedo en la mitad de las escaleras para oír lo que dicen. Parece mentira ver a Claude haciendo algo con seriedad, pero sí, se nota la sobriedad en el ambiente.

—Se niega a decirme qué le ha pasado —comenta Bryce a la vez que sacude la cabeza—. Quizás te lo diga a ti. Inténtalo.

—Sí, descuida —responde Claude pasando una mano por la nuca—. Puedes volver a casa. Ya me encargo yo de Mia.

Termino de bajar las escaleras y los saludo con la mano.

—Ya estoy mejor, gracias a los dos.

—De nada —responde Bryce—. Estabas realmente mal, Mia —me mira sonriente—. Bueno, creo que me voy a ir yendo, no quiero llegar tarde a casa.

Nos despedimos los dos de él y Claude y yo nos quedamos en el salón, sin hablar, sentados uno en frente del otro. Veo que me mira muy serio. Sé que quiere decirme algo, pero nunca veo el momento de que me lo diga.

—¿Qué te ha pasado en realidad? —termina preguntando después de estar durante muchos minutos nervioso.

—No hace falta que lo sepas, Claude, no es de tu incumbencia —digo seriamente—. Por cierto, ¿qué te parece mi corte de pelo? —añado para tranquilizar el ambiente.

—Muy bonito —responde—. Y ahora dime qué ha pasado.

—No te lo voy a decir...

Narra Claude:

Aunque insista, Mia no dice nada. Es de las pocas veces que me encuentro en una situación así. No me suelo preocupar mucho por los demás. Pero para una vez que quiero ayudarla...

—Como tú veas —me encojo de hombros. Creo que debo cambiar de técnica—. Ven.

Le cojo de la mano y la llevo a la sala de música. Nos sentamos juntos al piano y hacemos como la otra vez, tocar juntos una melodía.

Cuando la música para, veo que Mia está llorando en silencio, y la abrazo con el mayor cuidado posible. Parece que se vaya a romper entre mis manos.

Inazuma Eleven - Amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora