8. Un examen y conociendo gente

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Llegamos a la primera clase del día unos segundos antes de que el profesor entre. Nos sentamos rápidamente en nuestros pupitres y el profesor de historia entra.

—Bueno, como ya expliqué ayer, y como todos los anteriores años, hoy vamos a hacer un examen para medir vuestro nivel de historia. Así que separad vuestras mesas de vuestro compañero para poder hacer el examen —explica el profesor de historia.

—Mierda, se me había olvidado por completo. No tengo ni idea de historia —le oigo susurrar a Claude mientras movemos las mesas.

—Bueno, tampoco es para preocuparse, sólo es una prueba de nivel —le digo para intentar tranquilizarlo mientras separo mi mesa de la suya.

—Sí, eso decía yo el año anterior y terminó dejándome en ridículo —añade, y pega su mesa a la pared lo más posible.

—Tampoco es para tanto. Simplemente, le caerías mal o le parecerías un incordio. Vamos, como a mí —comento, preguntándome de qué manera lo debió de dejar en ridículo.

—Claro, no es para tanto. Teniendo en cuenta que enseñó mi examen a toda la clase y lo colgó en los paneles informativos del colegio...

—Vaya, eso sí que es tener manía a un estudiante.

—Debí estudiar anoche en vez de ponerme a hacer tu cena —maldice en voz baja sujetándose la cabeza.

—Oye, siento haber robado tu importante y caro tiempo —le espeto molesta—. En cuanto lleguemos a casa te lo compensaré, no lo dudes.

—Me tranquiliza mucho eso que me dices —me responde con fastidio.

—Mis servicios como sirvienta personal son muy caros. Creo que una noche de mis servicios compensará el haber dispuesto de tu valioso tiempo que deberías de haber empleado estudiando para historia —añado irónicamente.

—Ahora mismo es lo que más me ayuda. Saber que en cuanto llegue a casa te tendré como sirvienta haciendo todo lo que yo te ordene me hace concentrarme en todo lo que te puedo hacer.

—Pero te recuerdo, como ayer te dije, que hace poco me pasé al otro lado. Ya los tíos no me vais —le aviso.

—Oh, qué pena. Yo que quería tener una noche de sexo desenfrenado... —comenta en un suspiro teatral.

—Me hace mucha ilusión que pienses en mí de esa manera... pero, la verdad, no te veo en ese papel de macho dominante —digo encogiéndome de hombros—. Creo que yo sería más adecuada para ese papel. Créeme.

Byron nos mira desde la primera fila y le guiña un ojo a Claude, medio vacilón medio en serio.

—Lo dudo mucho —responde mirando a Byron y haciéndole la peineta.

Lo veo nervioso. Muy nervioso.

—¿Tan mal hiciste el examen? —le pregunto.

—No, qué va. Fui el alumno más sobresaliente de la clase. Soy un superdotado, ¿no lo sabías? —me dice con cara de molestia ironizando—. Solamente no acerté más de una respuesta. Vamos, que no tenía ni puñetera idea.

Asiento como diciendo, ahora lo comprendo todo.

*********

Durante el examen me paso todo el rato pensando en cuándo debería ir a alguna agencia inmobiliaria, para lo del piso, y decido que lo mejor será saltarme las clases de después del almuerzo, para volver así al entrenamiento de la tarde. Porque falte unas cuantas clases un sólo día... no creo que pase nada. Al menos en el Observatorio no eran muy estrictos en cuanto a eso.

Después de historia tenemos gimnasia.

Mientras los alumnos nos dirigimos al gimnasio, barajo la idea de relacionarme con las chicas. Andar mucho con los chicos más deseados del club de fútbol podría enemistarme con muchas chicas, así que antes de que pase eso, será mejor que siembre buenos pensamientos sobre mí en las demás. Y así, ya de paso, podré llevar una vida más o menos como todas las estudiantes, algo que todo joven del Observatorio desea, después de observar a los de abajo.

Pero por desgracia, mis intenciones se van al traste cuando se me juntan dos de los tres chicos de la lista de "TOP, chicos más sexys y deseables del instituto" que he mencionado. Cada uno se asienta a un lado y comienzan a hablar entre ellos. Y yo, qué remedio, sigo así, intentando hablar de vez en cuando, mientras sigo distraída en mis pensamientos, intentando vivir las emociones de una adolescente.

Finalmente, llegamos a los vestuarios y corro a ellos para poder librarme de ese par.

Comenzamos a cambiarnos, y todas las chicas hablan animadamente entre ellas, pero yo sigo absorta en mis comentarios.

—Pues yo creo que Byron es mejor, Claude es un borde. No sé cómo aún no ha dejado de gustar. No sé qué le veis, chicas —dice una chica.

—Como no sea ese tulipán rojo de la cabeza o su delicioso apellido de "panceta"... —comento en voz alta sin darme cuenta—, no sé qué puede ser.

—Pues a mí los chicos difíciles me gustan —dice otra, ignorando mi comentario. Parece que a ella le guste, o al menos lo tenga en estima.

—Noo, mejor a los dulces como Byron —vuelve a decir la primera chica.

—Mejor aún, Bryce. Es muy serio pero en el fondo parece muy sensible —añade una nueva.

Como no tengo intención de seguir oyendo los imbéciles comentarios de estas cabezas huecas, decido volver a interrumpir por segunda vez su gran e interesante debate, con la esperanza de que esta vez me hagan más caso.

—¿No se os ha ocurrido convertiros en gerentes? —les pregunto con fingida amabilidad—. Byron me ha comentado que buscan a gente.

—Puf, no, gracias. Prefiero contemplarles a lo lejos. El fútbol no me gusta —responde una de ellas—. Me gusta verlos, son muy guapos.

Oh, dios mío, otra vanidosa que sólo se fija en la belleza.

—Pues la verdad que no lo había pensado, es una buena idea —se dirige a mí la segunda chica en hablar—. Podrías decirnos tú algo sobre ellos, ¿no? Se os ve a muy juntos y con mucha confianza. ¿Sois amigos de la infancia?

—Es verdad, tú tienes que saber mucho sobre ellos —me dice la última chica que había entrado en la conversación me agarra por los hombros y me mira con complicidad—. Tienes que contarnos todo lo que sepas.

—No agobies a la pobre, va a pensar que no eres normal —la detiene la segunda.

Al final consigo que esas chicas se den por vencidas en su desesperada búsqueda de información, con respuestas como: Sí, ya sabéis, son unos chicos adolescentes. Byron es rubio y tiene el pelo largo, y creo que le gusta mucho el fútbol. Bryce está en la 3-D, y también le gusta mucho el fútbol. Y Claude se apellida Beicon en realidad, pero lo niega.

Poco tiempo después se me acercan otras tímidamente. Parecen mucho más agradables que las otras, al menos.

—Hola —me dice una chica con mucha timidez—. Esto... como eres nueva, queríamos conocerte. Soy Kohaku, encantada de conocerte.

—Yo soy Akari —y me tiende la mano con gracia—. Me ha encantado la información que nos has proporcionado a todas las chicas sobre esos tres. Creo que nunca lo habríamos descubierto por nuestra cuenta —añade con gracia—. Espero que no te hayas sentido muy agobiada con esas chicas, son así, les encantan ese trío del equipo de fútbol. No me extrañaría que se muriesen de envidia. Aunque yo también me muero de envidia de que te lleves bien con Byron. Bueno, y espero que no te hayamos espantado nosotras ahora.

—No, tranquila. Estoy acostumbrada a estas cosas. Además, no hay nada peor que aguantar un día entero a Claude. Soy Mia —les digo con una sonrisa.

—Bueno, yo tengo que confesar que también me gustan esos tres, pero sobre todo Bryce, pero es un secreto —me cuenta Kohaku poniendo un dedo sobre sus labios.

Río alegremente por la confesión, y a partir de ese momento, sé que nos llevaremos bien. Otro objetivo de mi lista tachado: conocer gente y hacer amigos.

Inazuma Eleven - Amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora