Odio a Len

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Piko se ofreció a traerme a casa, lo cual acepté, ya que no estaba en mis cinco sentidos y había perdido completamente a Miku de vista.

Me introducí a su auto y se puso en marcha con dirección a mi casa, hablábamos de cosas triviales. Me contó varias cosas de él, como que no era de aquí, sino que había venido de Corea por asuntos del trabajo de su padre.
Apenas sentí que el coche había parado supe que habiamos llegado.

Me ayudó a bajar, lo cual le agradecí. Y me dejó frente a la puerta de mi casa.

—Gracias por traerme. —sonreí. Me abracé a mi misma al sentir la brisa chocar contra mi piel.

— No fue nada, espero y puedas llegar mañana a clases. — dice burlón, sabiendo de lo costoso que es para mi levantarme.

Quedamos en silencio algunos segundos, solo viéndonos a los ojos.
El ambiente era fresco, y la noche decoraba el escenario, luciérnagas reboloteaban por el césped del jardín.
Y los ojos grisáceos de Piko eran hermosos.

— Creo que debo entrar. —rompo el silencio, bajé mi mirada avergonzada.

Intento seguir mi paso hasta la puerta de la casa pero él toma mi brazo para impedirlo.
Volteo a verle, siento mis mejillas ruborizarse al ver su mirada penetrando la mía, sus labios estaban levemente separados y respiraba agitado.

Su mano recorre mi antebrazo hasta topar con la mía, acunandola con timidez a flor de piel.

— Rin, yo... —sentí un pequeño apretón por parte de él, estaba nervioso.

Apenas quería formular su siguiente oración, cuando las farolas de un automóvil nos alumbran, ocasionando que Piko soltara mi mano asustado.

Len baja del lado del copiloto, dirigiendonos una mirada furiosa; más a Piko que a mi.
Cierra la puerta del auto con fuerza y rodea el coche hasta el lado del piloto.
Una chica era quien manejaba, Len le susurra algo al oído para después besarla.

Un dolor punzante molestaba mi pecho. Len pasa por nuestro lado ignorando que estábamos ahí, y entra a la casa, dejando una atmósfera incómoda.

— Eh... Creo que, creo que debería irme. — concluye el albino, rascando su nuca con vergüenza.

— Gracias por traerme a casa. — sonreí tomando sus brazos para así impulsarme y depositar un beso en sus mejillas.

Me metí rápidamente a casa, dejándolo confundido y con la cara de un bobo.
Apoyé mi espalda contra la puerta y oí un ''¡Si!'' de victoria del otro lado.
Reí bajito para así escabullirme hasta mi habitación.

Recordé que mis padres no se encontraban, ni mucho menos Nero, ya que había salido a un  viaje escolar.
Mis nervios aumentaron al tener en cuenta que Len y yo estaríamos solos en casa.

Pasé frente su habitación lo más callada posible, y me encerré en la mía cuidando de no hacer ruido.
Mi corazón dio un vuelco enorme al ver a Len sentado en mi cama, con los ojos puestos en mi y el ceño fruncido.

— Parecía que se divertían. — su voz ronca y molesta me helaba la piel.

— Lo hacíamos. — contesto tajante, viéndole de la misma forma —No divertíamos.

Len frunce más el entrecejo, y por alguna razón me daba placer verlo así, estaba molesto. Muy, muy mesto.

— Hmmmm... —murmura pensante —Me alegra.

— Gracias. —contesto a secas, aunque por dentro me estaba muriendo de nervios, y agradecí que mi voz no me fallara — Me alegra que tengas de novia a Gumi.

— Tu sabes que no te alegra. — me reta, apretando su mandíbula — Se que la odias, se que odias verme con todas esas chicas, Rin. — mi nombre en sus labios era algo que no había oído hace mucho. Se levanta de la cama, y se dirige hasta mi.

—¿Qué te hace pensar eso? — sonaba molesta, y de verdad que lo estaba — ¿Crees que me importa en que sábanas te metes? ¿Crees que estoy al tanto con cuantas chicas andas al día?

Quería parar, pero no podía. Mis labios hablaban por si solos, cegados por la ira y los celos.

Len se queda callado.

— ¡Quítate esas ideas de la mente, Len. A mí me vale una mierda en donde metes tu polla!

—¿Entonces porqué me ves con esa expresión triste? — Aunque sus pasos eran lentos y cautelosos, me di cuenta que estaba cada vez más cerca de mi. —¿Por qué pareciera que quieres llorar, que quisieras alejar a todas las zorras que andan conmigo?

— Y-Yo no...

— ¿Por qué parece que me amas? — su pecho era lo único que veía. Acorrala mi figura entre él y la puerta, sus brazos evitaban que saliera corriendo. Podía sentir su respiración en mi frente. —Dímelo, Rin. — el cambio repentino de su voz hizo a mi piel erizarse.

— Yo no... — alzo mi mirada hasta encontrar la suya, sus ojos azulinos me observaban, intentando absorber todo mi cuerpo.

— Tu no, ¿que?

El cabello rubio de Len cosquilleaba en mi rostro, su mirada suplicante pedía una respuesta a sus preguntas.
Y yo estaba por morirme de nervios.
¿Por qué siempre era de esta manera?
¿Por qué seguía haciendo cosas que harán que me ilusione con algo inexistente?

— Tengo pensado darle una oportunidad a Piko. — suelto como una bomba, los ojos de Len oscurecieron ante mi declaración. — Así que por favor, deja de jugar de esa manera.

— ¿Jugar? — su mandíbula se marcaba más, dándome a entender su enojo — ¿Realmente piensas que esto es solo un juego?

—Len, no soy como las chicas con las que andas, eso debes saberlo. — respondo con tono molesto.

— ¡Yo nunca dije que fueras como ellas, joder! —  sus manos se empuñaban, y yo empezaba a temer.

— Estas borracho. — no sé de donde conseguí este valor para encararlo, pero agradecí el que no me fallara la voz— Ve a tu habitación, quiero darme un baño.

— Tú no andarás con Piko.

— Y tu no eres nadie para decir con quien puedo salir o quien no. — la idea de plantar mi puño en su rostro no sonaba tan descabellada en estos momentos — No somos niños, Len. No tienes porque cuidarme, ni mucho menos lo necesito.

— No estarás con él porque a quien quieres es a mi. — su voz era pastosa y ronca, y parecía que trataba de convencerse más a él que a mí.

— ¡No te quiero! — respondo y la punzada en mi pecho no se hizo esperar, porque se que miento. — No se de donde sacaste esas ideas, pero no lo hago. Así que vete de aquí y déjame sola.

—¡Todo esto es tu culpa! — alza su voz, y puedo jurar que está a punto de llorar — Si tan solo no me hubieras mostrado tu cuerpo desnudo, no estaría con esas imágenes en mi mente las veinticuatro horas del maldito día.

— ¡Basta! — grito enfurecida y avergonzada. Empujo a Len lejos de mi, abro la puerta y lo hecho fuera de la habitación.
Antes de que diga algo, cierro la puerta en su cara y le meto seguro.

— ¡Rin! — dice mi nombre, odio que lo diga. — Rin por favor, perdoname. Abre la puerta, por favor.

Me dejo caer, recargada sobre la puerta y escondo mi rostro entre mis rodillas.
Odio llorar, odio sentirme así de débil.
Odio amar a Len más de lo que me gustaría. Y odio sobretodo que cualquier cosa que haga tenga efecto sobre mi.

Odio haber tenido que ser su hermanastra.

Odio a Len.

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Perdonen por el capítulo tan caca. Prometo actualizar pronto.

Amor prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora