Enfermedad.

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- Por favor, déjame ir a clases- chillo en un intento de salir de la cama, pero un fuerte dolor de cabeza me hace tambalear en mi lugar.

- No cariño, debes quedarte en cama por hoy - explica mi padre, volviendo a acobijarme y colocando un paño húmedo en mi frente.

- No quiero estar aquí, es aburrido.

- Estará tu hermano contigo, tiene ordenes extrictas de llegar tan pronto a casa cuando acaben las clases.

Hago un puchero como respuesta.
Aunque la idea de estar sola con Len me agrada.

Ayer al regresar a casa, por estupidez mía me vine corriendo debajo de la lluvia.

Buena idea, Rin.

- Bueno, papá debe irse a trabajar. - avisa acomodándose inútilmente la corbata, ya que ésta seguía torcida - Probablemente lleguemos tarde esta vez, pero tendrás a Nero y Len contigo. - dice, besa mi mejilla y me dedica una sonrisa - Te veré luego cariño.

- Adiós papi.

Y entonces, sale de mi habitación.

Estaba por dormirme, cuando la puerta nuevamente es abierta, dejando ver una cabellera rubia asomarse.
Len entra a la habitación, y cierra la puerta detrás de él.

- ¿Todo bien? - pregunta. Ignoro su presencia, y me volteo dándole la espalda.

Después de todo era su culpa.

- Vamos Rin, lo siento.

Siento como el colchón se hunde a mi lado, y los cabellos de Len cosquillean en mi rostro.
Un beso es depositado en mi mejilla, y acomoda con suavidad unos mechones detrás de mi oreja. La sensación de sus dedos me hace cerrar los ojos y disfrutar de las caricias.

Aunque también fue culpa mía, después de todo yo fui quien salió corriendo a toda velocidad después de saber que Neru le había estado ostigando.
Recuerdo haberlos visto en la salida, Neru abrazado de Len mientras ella lloraba, suplicandole que no terminara con ella.

Después de que ellos notaron mi precencia, salí corriendo de ahí con el rostro enrojecido.

- Ayer terminé con ella apropiadamente, solo que no se lo tomó muy bien. - explica con su suave voz.

- Lo sé. - digo con dificultad, la garganta me dolía a morir, y la fiebre no ayudaba mucho. - Sé que no estarás más con ella, pero no puedo evitar sentirme...

- ¿Celosa? - termina la oración, y me cubro con la sabana hasta la cabeza.

- No lo digas así... - mascullo aturdida.

Él abraza mi cuerpo aún cubierto por la sabana, y ríe ante mi timidez.

- Me encanta que seas así.

Quito la manta de mi cabeza, y lo veo muy cerca de mi.
Se acerca más, hasta besar mis labios con suavidad.
Se hace un espacio en la cama, y se mete entre las sábanas que me cubren.

El beso se prolonga un poco más. O quizá mucho.
Me despego de él, aunque no lo suficiente. Y me quedo viendo a sus ojoz azules, que me parecían los más lindos del mundo.

- Te voy a contagiar.

- La fiebre no se contagia.

- Debes ir a la escuela.

- Tienes razón. - sale de la cama, y me arropa apropiadamente - No me gustaría ir, pero tengo una prueba hoy.

- Esta bien.

- Volveré tan rápido como termine, nena. - depisota un beso en mi frente, y sale de la habitación.

El silencio me intranquilizaba. Faltaba mucho aún para que alguien volviera a casa.
Me incorporé en mi lugar, y toqué mi frente.

Amor prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora