La ropa caía una tras otra en el suelo como si fueran rosas aventadas por un público eufórico al oír una hermosa canción.
Mi cabeza estaba por explotar en estos momentos, no me conocen por ser la persona más paciente del mundo.Miku me estudiaba desde su cama cuando posaba para ella con un vestido nuevo. Después de eso negaba con la cabeza y me pasaba uno, tras otro, tras otro. Eso me hizo arrepentirme por haber traído tantos vestidos.
Teto me observaba con una sonrisa de lástima al verme cansada y fastidiada de probarme los vestidos y conjuntos que había traído en mi maleta.— Por favor Miku, tampoco es como si fuera a casarme. — el tono ostil de mi voz pareció no importarle.
— Ese tampoco, quítatelo y ponte éste ahora. —ignoró mi petición, y me aventó un vestido blanco con encaje rosa, y dos moñitos del mismo color adornando las mangas, que llegaban hasta la mitad del brazo.
Ese era mi vestido favorito.
Entré al baño y comencé a desvestirme y ponerme ese vestido. Salí pidiendo en mis adentros que a Miku le gustara como me veía y así poder ponerme mi pijama.
Mi amiga ojiazul me observaba meticulosamente, pidiéndome en ocasiones que me diera la vuelta para verme mejor.
Su rostro pensante y su mano posaba en su barbilla me hacía saber que estaba considerando que realmente me veía bien.— Vamos Miku, déjala descansar un rato. —bosteza Teto, teniendo compasión de mi— Ese vestido se ve bien en ella.
— Mmmm... No lo sé —susurró bajo, levantándose de su cama y dirigiéndose hasta mi, me inspeccionó de arriba a abajo— ¿Tienes zapatos que combinen con el vestido?
— Si, tengo unas sandalias blancas.—contesto sin ganas.
— La verdad te queda como anillo al dedo, mira que si fuera hombre ya me hubiera lanzado a ti. —sonrió sin pena alguna, a lo que yo me ruboricé.
— ¿Q-que cosas dices, Miku?
Teto se echó a reír desde su lugar, y yo bufé molesta por hacerme sentir así de tímida.
Amaba a mis amigas, ellas eran a las únicas que podía confiarles mis cosas sin pena alguna y viceversa. Yo sabía tanto de ellas, como ellas de mí.Me quité vestido y me enfundé en mi preciada pijama, que consistía en un short corto y una blusa de tirantes.
Pasamos lo que restó de la noche viendo películas en Netflix.
Las tres estábamos lagrimeando al ver ''El niño de la pijama de rayas''.En todo este tiempo traté de no pensar en Len, y en la charla que habíamos tenido hace unas noches atrás.
Y a decir verdad, es muy difícil evitarlo cuando vivo en la misma casa que él.La madre de mi amiga nos trajo dos futones con ayuda de Mikuo, el hermano de Miku.
En lo personal jamás había cruzado palabra alguna con su hermano, y Miku nunca nos hablaba mucho de él.— Mikuo, ve por un par de sábanas limpias para las chicas. —ordenó Hatzune madre, a lo que el chico acató la orden sin despegar los labios.
—Tu hermano no habla mucho. —susurró Teto a un lado de la peliazul.
— Es muy tímido a decir verdad. —confiesa recostandose sobre su cama.
Mikuo volvió con sábanas limpias y un par de almohadas, las tendió sobre los futones y acomodó todo tan perfectamente antes de volver a salir sin decir palabra alguna.
Me recosté sobre el futón y me arropé con las sábanas que Hatzune hijo había traído para nosotras.
Teto observaba mi cabello pensativa, y no evité preguntarle por qué lo hacía.
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Amor prohibido.
DiversosRin y Len son hermanastros; los dos se tienen un aprecio indescriptible, pero al pasar el tiempo ese amor fraternal se convirtió en otra cosa que no pueden describirlo, ¿Que les deparará su futuro?