Por tercera vez en el día, tuve una intensa discusión con Katsuki por su forma de dirigirse a Izuku. Cómo lo rebajaba con la mirada y le decía aquellas horribles palabras, me hacían hervir la sangre. Simplemente no podía permitir que le hablara así al chico de verdes cabellos.
—No era necesario todo ese lío...—exclamó Izuku mientras salíamos juntos de la escuela—. Él... tiene razón.—
—¿en qué, Izu? ¿en que eres una basura? ¿en qué él es lo mejor de la vida y nosotros sólo somos un estorbo?—resoplé molesta.
—En realidad... todo eso es cierto.—
—No sé tú, Izu. Pero yo no me considero un estorbo y tampoco creo que tú lo seas. Deberías dejar de tenerle miedo a ese... Junkrat malhumorado. Dale una buena paliza, yo te ayudaré si quieres.—sonreí al imaginar al rubio suplicando por perdón.
—¿cómo lo haces?—soltó el peliverde, haciendo que volteara a mirarlo confundida.
—¿qué cosa?—
—No tenerle miedo a nada.—
—¿Y quién dijo que no le temo a nada?—
—Entonces dime a qué le tienes miedo.—soltó el chico mientras se detenía y me miraba con una ceja alzada.
—Emm... pues... los gusanos blancos, ya sabes, los chiquititos. Son horripilantes.—el chico suspiró frustrado antes de darme la espalda y comenzar a alejarse.
—Tú no lo entiendes...—
Al ver cómo Deku se alejaba a paso lento, me di cuenta de que no ganaba nada en ocultarle aquel miedo que tantas noches me quitaba el sueño.
—Estar sola...—Izuku volteó a mirarme—. Mi miedo es quedarme completamente sola algún día. Para ser más exacta... temo perderte a ti.—
El chico me miró por unos segundos antes de acercarse a mi y abrazarme.
—Pues eso es más tonto que el miedo a los gusanos, porque yo nunca voy a dejarte sola.—sonreí mientras me aferraba a su espalda con fuerzas.
—En ese caso...—besé su mejilla—. Déjame ayudarte con tus temores, yo también estoy aquí para ti.—
—Los míos desaparecen cuando estoy contigo, ____.—sonreí al ver sus mejillas completamente rojas.
—Bueno, creo que tendremos que mantenernos juntos hasta que nuestros miedos terminen de desaparecer.—el chico sonrió avergonzado antes de tomar algo inseguro mi mano y comenzar a caminar nuevamente.
Tal vez ninguno lo decía directamente, pero nos demostrábamos con actos lo mucho que nos queríamos.
Aquel que espanta los miedos, es la persona correcta para uno. Y tú, Izu... tú eres mi persona.
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