XLIII

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Llegué a la cárcel faltando 10 minutos. En la entrada estaba el padre de Matías esperándome.

-Bien, que bueno que llegas, están por traerlo

-Bien -digo en susurro

Las trillizas me acompañaron pero decidí que sería mejor que me esperarán en el auto.

Caminamos hasta un comedor, donde supongo tenían sus comidas los prisioneros.

En una mesa del centro lo reconocí, estaba de espaldas pero sin dudas era él.

-Tienes 5 minutos, máximo 10 -me dice

Comencé a caminar hasta la mesa. Me senté enfrente de él

-Muñequita -me dijo con una sonrisa y me abrazo

Con todas mis fuerzas me resisti a abrazarlo también.

-¿Todo está bien?, ¿Qué tienes?

Levante la mirada y está vez fui yo la asustada

-¿Qué te pasó en el rostro? -le digo mientras examino las heridas de la cara

-Mala noche

-¿Quién te hizo esto?

-No es nada, ya sanara

Tenía un ponulo con tonalidades moradas al igual que la quijada.

-Matías, ¿Cómo puedes decir eso?

-¿Matías?, ¿Acaso estás enojada o por qué me llamas así? -note su semblante sumamente confundido

-Tengo que decirte algo

-Si, supongo, estás diferente -toma mi mano por encima de la mesa, cubriendolas con las suyas -Sea lo que sea, dímelo

-Tu padre ha ido esta mañana a verme

-¿Mi padre?, ¿Para qué?, Se atrevió a culparte de algo -vi que comenzaba a enojarse

-No, no lo hizo

-¿Entonces? -no se lo tragaba y estaba intrigado

-Me ha dicho que va a hacer todo lo posible para liberarte hoy a las 10 de la noche

Matías fruncio el ceño.

-Prometió que va a pagar las terapias psicológicas de mis padres, va a demandar y a darle un merecido a la doctora que me operó solo por dinero

-¿A qué precio? -dijo sin rodeos, conocía perfectamente a su padre

-A cambio de que tú y yo terminemos

Levantó una ceja y nego con la cabeza

-Es muy poco, dimelo todo

-El trato es terminar contigo y salir con Esteban

-¡¿Qué?! -grito enfurecido

Agache la mirada

-¿Cómo se atreve a proponerte algo así?, ¿Cómo pudo siquiera pararse en tu casa?, ¿Con que derecho te propone semejante barbaridad? -se detiene de pronto y me pone su dedo incide en la barbilla para que levante la mirada -¿Aceptaste?

No dije nada

-¿Yaritza aceptaste? -sus ojos estaban hechando chispas de rabia

-Entiendeme, voy a hacer todo lo que esté en mis manos para sacarte de este infierno

-No, tú no tienes porque hacer eso, no es tu responsabilidad

-Mira como te dejaron en menos de 24 horas, no quiero que me llamen para decirme que estás muerto -le digo y el nudo en la garganta me impide seguir hablando

Sin ti, Soy nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora