XLIV

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Ya eran las 8:00 p.m. Esteban estaba por llegar.
Hoy en la mañana el padre de Matías, se presento a mis padres y después de una larga charla se los llevaron.

Así que estaba sola en la casa.

Me miré al espejo, llevaba un vestido negro que me daba un poco arriba de las rodillas, era completamente negro, sin piedras ni nada, bastante simple. Pero según el padre de Matías, Esteban lo había comprado para mi.

Odiaba el vestido, era entallado al cuerpo, negro y sin nada más que el color sólido.

Me puse las zapatillas plateadas que también me regaló.

Tome mi cartera, metí mi celular, mis llaves, dinero y unas cosas de higiene, como toallitas humedas, gel antibacterial, jabón liquido y un pequeño frasco de perfume.

Escuche que tocaron la puerta y baje tomandome todo el tiempo necesario.

Abrí la puerta y vi a Esteban, era immenso el parecido entre uno y el otro, pero Matías era mucho más guapo, eso era seguro.

-¿Estás lista? -me dijo con una sonrisa

Llevaba puesto, un pantalón negro y una camisa azul de botones

-Si, eso creo

-Luces espectacular

-Gracias

-¿Te gustó el vestido?

-Creo que vamos a pasar tiempo juntos, tu ahora eres mi novio así que tengo que ser sincera contigo

-Por supuesto

-No me gusta este vestido -paso por su lado y me paro al lado del carro

Su cara de sorpresa permaneció hasta que abrió la puerta

-Puedo hacerlo sola, no necesito tanta caballerosidad

Asiente con la cabeza y se sube frente al volante.

Una cosa es que lo haga Matías lo cual me derrite de amor por ser tan atento y otra es que Esteban traté de hacer lo mismo tratando de impresionarme.

Llegamos a un restaurante muy ostentoso. Toda la gente que entraba estaba vestido como si fueran la fiesta del año.

-¿Enserio vamos a cenar aquí?

-Traté de reservar en otro más caro, pero no lo conseguí así que aquí estamos. Igual preparan una comida deliciosa

Baje del auto sin esperar a que él me abriera la puerta.

Caminamos por una alfombra roja que llevaba a la entrada con una chica

-Bienvenidos, su mesa los espera

Wow, sabía quién era sin necesidad de preguntar por su reservación.

Nos llevaron a una mesa esquinada, con telas que colgaban del techo, iluminada por velas y con música clásica de fondo.

-Ay por Dios -susurro apenas audible

-¿Te gusta princesa?

¿Princesa?, ¿Realmente acaba de llamarme así?

-Si, mucho

Nos sentamos y un mesero llego con dos bandejas, nuestra cena.

-¿No van a pedir nuestra orden? -le pregunto

-Oh no princesa, cuando se reserva en este lugar escoges los platillos, así cuando llegas traen tus platillos recién preparados listos para ser ingeridos sin la necesidad de esperar

Sin ti, Soy nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora