Capítulo II: La llegada

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Me transportaron en un coche negro, discreto, llegamos a una parada que parecía correccional, no, era una correccional, ahí había varios reos que esperaban para subir al camión, algunos platicaban mientras otros trataban de librarse de sus esposas con un palillo, patético, lo único que haría ese pobre palillo es atorarlas más provocando que el guardia se diera cuenta; cuando baje todos me miraron, algunos extrañados, otros con cara de perversion, a ellos me limite con guiñarles un ojo, me dejaron subir primero, escuché albures cuando iba pasando, no me importó, seguí mi camino, dos agentes se sentaron a mis lados, durante el camino me la pasé hablando con los agentes o tal vez conmigo misma pues ellos no respondían, también escuche las historias de los demás, uno había matado a su vecino con un tenedor, otro envenenó a sus comensales y los volvió maniquíes, me preguntaron mi historia, les dije que había matado a todos los reos de el anterior autobús en el que había viajado por haberme preguntado que hice, el de adelante se palideció, solo salió una sonrisa perversa de mis labios al ver sus caras, ellos rieron nerviosamente y les conté la verdad, eran adolescentes, no pregunté porque estaban ahí, supuse que drogas o robo a licorerías.
Por fin habiamos llegado, Fox River, mi nuevo hogar (si se puede decir así), baje hasta el último, todos los prisioneros estaban pegados a las rejas, observé cautelosamente buscando rostros conocidos pero no, ninguno me sonaba, todos tenían su vista en mi, la conversación de los policias me saco de mis pensamientos, el más alto dijo:
-Seguro que estará bien? Es solo una chica rodeada de los hombres más peligrosos
Antes de que el otro contestará un reo saco su mano por la reja y me dijo:
-Oye linda, acércate.
Probando que el hombre se equivocaba le contesté:
-¿Por qué cariño, quieres que te de la mano?
Y rápidamente le disloque ambas muñecas dando una voltereta, todos empezaron a reír
Pude sentir la sonrisilla del otro agente, fue satisfactorio sin duda
Casi al llegar a pasillo que conecta el patio y las jaulas, sentí una mirada, revise quién era aquel que posaba sus ojos en mi y me encontré con un reo muy bueno, tenía ojos azules, cabello demasiado corto, casi rapado y tenía una sonrisa boba en la cara, le devolví la mirada y lanze un beso, lo último que vi es como agachó su cabeza ocultando su sonrojado.
Pasé por el área de revisión, después a la enfermería para un examen de salud, ahí conocí a la Doc Tancredi, me alegro que hubiera otra mujer en la prisión  aunque no fuera criminal; y finalmente llegue a mi celda, era la treinta nueve al parecer no tendría compañero, eso debió ser un milagro de la prisión, eso y que el reo sexi fuera mi vecino.
Rompiendo mis pensamientos llegó un policía, su placa decía Bellick, se acercó a mí reja y quito mis esposas después agrego:
-Vaya, vaya si es la famosa Alex Varay, no siempre se tienen celebridades como tú en esta prisión.
En tono burlón respondí:
-Es un placer inspirar a más personas jefe
El iba a decir algo más pero se pasó a la otra celda e interrogó al reo de ojo azul, trate de ver que sucedía pero los barrotes eran muy estrechos mi cabeza se habria atascado y hubiera pasado horas intentar zafarla, me limité a escuchar, al parecer el bonito traía una navaja que era de su compañero, un tal Sucre, a el se lo llevaron y dejaron a Scofield en su celda.
Era tarde, así que apagaron las luces en un par de minutos, trate de acomodarme pero salía un extraño ruido de la celda vecina, era como si rasparan algo, cada vez más fuerte, me mantuve despierta hasta las 3 o 4 am.

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