Capítulo 2: El primer día de clase

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8:00 a.m. en el instituto Lázaro Cárdenas, en las afueras de Madrid

Cuando llegamos a ese internado y vi lo grande que era, mi boca se desencajo por completo. La palabra enorme se le queda corta. Tiene amplios jardines con diferentes tipos de flores silvestres, un lago de agua clara que está junto a una montaña de mediana altura, y el edificio del instituto es una completa mansión. Para nada se parece al colegio al que yo iba, es como si fuera una ciudad a parte (y eso que aún no lo he visto del todo).

Miro a mi madre alucinada. Ella está sonriendo mientras conduce hacia la entrada del internado, pero no sonríe por mí o por las vistas, sino porque vio a mi hermano en la puerta de la entrada esperándonos.

- Oye mamá, solo por curiosidad... ¿cuánto te ha costado traerme a este internado?

- No lo vuelvas a llamar internado, es un instituto. Y da igual lo que nos haya costado, todo sea por vuestra educación. - Me mira, sonríe y aparca el coche en la entrada.

Salimos las dos del coche y me dirijo corriendo a abrazar a mi hermano.
Adoro a mi hermano. Él es mucho más que un hermano, es mi mejor amigo. Siempre ha estado en mis mejores y en mis peores momentos, ayudándome en todo y protegiéndome de lo que fuera.

- Parece que no nos vemos en años, y me despedí de ti ayer - Se ríe él mientras me suelta del cariñoso y efusivo abrazo.

- Lo siento hermanito, pero sabes que te quiero mucho y que no soporto estar sin ti - le guiño un ojo y me rio con él.

- Sergio, cuida bien de tu hermana y no dejes que se meta en ningún lío. Sabes que ella no soporta estos sitios - le dice mi madre mientras le da dos besos.

Sergio tiene un año más que yo. Es decir, yo tengo 15 y él tiene 16. Siempre ha sido mi "guardaespaldas", el que se ha encargado de defenderme de todos los problemas en los que me he metido (o bien porque se lo pedía mi madre o porque se lo pedía yo).

- Tranquila mamá, que yo me encargo de ella - le guiña un ojo a mi madre y me mira con su típica sonrisa de niño bueno.

- Bueno ya está bien ¿no?, que ya no soy ninguna niña para que tengan que vigilarme las 24 horas del día - me cruzo de brazos y los miro enfadada.

- Clau, hermana, tanto tú como yo sabemos que no puedes dejar tu culo quieto y portarte bien. Siempre estás metida en algún lío y, ¿quién es el que siempre te saca de ellos?

- Si, ya, ya, eres tú, pero creo que va siendo hora de que me dejéis un poco de libertad para resolver mis problemas sola, ¿no?

- Cariño, precisamente cuando te dejamos libertad es cuando más graves son tus problemas. Así que hasta que no madures no te dejaremos sola - me dice mi madre con expresión amenazante.

Me ponen de los nervios. Odio que me tengan tan vigilada. Reconozco que soy muy rebelde y nunca paro quieta, pero no creo que sea para tanto.

- Vamos, hija, tenemos cita con el director para que nos enseñe el instituto y tu nueva habitación - me coge de la mano y me arrastra hacia el interior del internado.

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Un poco más tarde, en el despacho del director

Después de atravesar la entrada (que contiene una escalera enorme y da lugar a varios pasillos), y pasar por varias puertas, que según mi hermano son clases, nos encontramos mi madre y yo en el despacho del director (mi hermano se ha quedado fuera esperando).

En su mesa tiene un cartel en el que está escrito su nombre: Enrique Fernández.

- Bienvenidas al instituto Lázaro Cárdenas, un placer volver a verla Señora López - le estrecha la mano a mi madre mientras sonríe - y encantada de conocerla Señorita García - me dice estrechándome la mano sin dejar de sonreír.

La vida inesperada de ClaudiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora