Corría el invierno de 2008 cuando el camarógrafo Diego Ponce de León y yo viajábamos en nuestro vehículo hacia Paysandú. Más precisamente, nos dirigíamos a la casa de Zully Dungey, una señora sanducera de unos cincuenta años de edad que gentilmente aceptó recibirnos y proporcionarnos su testimonio para una historia de Voces Anónimas 3.
La casa de esta señora estaba ubicada en las afueras de la capital del departamento, en una zona bastante despoblada, con caminos de tierra. La tarde caía, cargada de espesos nubarrones que pintaban el horizonte de colores oscuros. En los alrededores sólo se veía campo y cuando ya estábamos cerca de nuestro destino, la tormenta se desató con una furia inusitada. Pero aun así, luego de conducir bajo aquel diluvio durante unos cuantos minutos, finalmente encontramos la casa.
Al vernos llegar, Zully y su familia salieron a recibirnos con sus paraguas y nos ayudaron a entrar los equipos de grabación, evitando que se mojaran. Una vez adentro, comenzamos a instalar la cámara, los micrófonos y los artefactos de iluminación para grabar la entrevista. Afuera, los relámpagos se sentían tan fuerte que parecía que en cualquier momento iban a tirar abajo la casa y la lluvia azotaba con violencia el techo y las ventanas. Aquel era el momento ideal para grabar el testimonio, ya que el terror, de alguna manera, se había instalado en el ambiente.
Cuando estábamos a punto de comenzar la grabación, sucedió algo inesperado. Por un segundo, las luces del living-comedor en el que nos encontrábamos comenzaron a parpadear y de un momento a otro, la luz se cortó. Todos quedamos sumidos en un profundo silencio. Y fue justo entonces, en medio de un poderoso sentimiento de sugestión, que Zully empezó a contarnos algo que le había sucedido veinte años atrás.
Esa historia, que hasta el momento yo desconocía, tuvo lugar en la ruta 5; sus protagonistas fueron Zully Dungey y su familia. En gustó tanto la anécdota que cuando volvió la luz, le pedí que me la contara para las cámaras, al igual que el relato anterior. Así lo hizo, aunque, lamentablemente, el tiempo no nos permitió realizarla en Voces Anónimas 3. Igualmente, nuestra idea es poder llevarla a la televisión algún día.
* * *
La ruta suele ser el escenario de muchos mitos urbanos. El eco de viejos accidentes, la niebla nocturna y gente misteriosa haciendo dedo suelen ser los disparadores de una gran cantidad de historias. Sin embargo, la increíble experiencia vivida por la familia Montesano-Dungey difícilmente pueda compararse con alguna de ellas.
Sucedió una tarde calurosa de enero del año 1989. Zully viajaba rumbo a Paysandú, luego de hacer unas compras en la ciudad de Rivera y visitar a su hermano en Tacuarembó. En la camioneta familiar estaban junto a ella su marido, llamado Eduardo; los dos hijos pequeños, de dos y cinco años; su madre, su suegra, su hermano y la esposa de éste.
Todos iban pensando en que pronto llegarían a su hogar y podrían descansar de aquel largo viaje, pero un desperfecto mecánico los obligó a detenerse a 30 kilómetros de Tacuarembó. Al revisar el vehículo, descubrieron que se había roto el embrague. Como aquello no tenía un arreglo inmediato, decidieron hacer dedo tratando de llamar la atención de algún conductor que transitara por la desolada ruta.
A los pocos minutos se detuvo un auto y la persona que estaba al volante de ofreció a llevarlos hasta la ciudad más cercana, Tacuarembó, para que pudieran conseguir ayuda. Al final, el hermano y su mujer terminaron aceptando la oferta del amable conductor y se fueron rumbo a Tacuarembó.
Zully y los otros pasajeros se quedaron junto al vehículo averiado, sospechando que tendrían por delante una larga espera. No sabían muy bien qué harían durante tantas horas en mitad de la ruta, con la camioneta rota, llena de alimentos y algunos artefactos electrónicos que habían comprado. Entonces vieron que cerca de la ruta había una casa. Estaba prácticamente al borde de la carretera, a unos ochenta metros de donde ellos se encontraban. Era una casa antigua, de aspecto siniestro, casi escondida detrás de árboles y pastizales. De inmediato, decidieron ir hasta esa vieja casona y pedirles permiso a los dueños para permanecer allí mientras esperaban la llegada del hermano de Zully y su esposa.
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Voces Anónimas "OCULTO".
ParanormalVoces Anónimas Historias y leyendas del universo mágico El presente libro contiene historias, leyendas, experiencias y anécdotas del detrás de cámara que nunca fueron contadas en el programa televisivo Voces Anónimas, que se emite a través de la pan...