La lengua negra.

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     Muchas veces, las leyendas urbanas se funden peligrosamente con la realidad. Si nos fijamos bien, algunas de estas narraciones orales nos asustan bastante porque transcurren en ambientes cotidianos y hablan de situaciones que perfectamente nos podrían ocurrir en cualquier momento. Esto nos permite utilizar la empatía y sentir el terror en carne propia, imaginando que nosotros mismos podríamos llegar a protagonizar alguno de estos cuentos espeluznantes.

     La historia titulada "La lengua negra" llegó a mis archivos durante 2010. Al leerla por primera vez, me llamó la atención porque comienza de la misma manera que muchos relatos que se escriben día a día en el mundo entero: conociendo a otra persona. Si bien conocer a alguien es un hecho común, lo que es difícil es que un acto tan simple tenga un final tan terrible. Este es un caso sumamente impactante y es por esto que, a pedido de la persona que me lo contó, pero más que nada por respeto, cambiaré el nombre de su protagonista, ya que exponer su identidad podría traerle consecuencias negativas.

                    * * *

     Era imposible que Natalia, una de aquellas cinco amigas de un colegio del barrio Carrasco de Montevideo que decidieron visitar Europa como viaje de egresados, intuyera el más mínimo de los detalles del siniestro destino que la esperaba. Las jóvenes partieron hacia el Viejo Continente alegres y ansiosas por conocer esas tierras llenas de historias, misterios y paisajes maravillosos.

     Un país que tiene todo eso es la República de Irlanda, aunque Natalia fue cautivada por un atractivo joven irlandés. Lo conocieron paseando por el famoso parque St. Stephen's Green, ubicado en el centro de Dublín. Ella, la más comunicativa de sus amigas por ser la que mejor dominaba el idioma, se sintió atraída por el casi de inmediato.

     Natalia y Brendan -así se llamaba el joven- siguieron viéndose hasta hacer de esos encuentros un verdadero romance. Estaban tan bien juntos que, sabiendo que aquello no podía durar demasiado, ella decidió extender su estadía el mayor tiempo posible. Por lo tanto, cuando llegó el día en que, según lo previsto, debía seguir recorriendo Europa, les comunicó a sus amigas que se quedaría en Irlanda hasta que ellas, luego de visitar otros países, volvieran a pasar por allí antes de regresar a Uruguay. Así fue que se quedó junto al joven en aquella lejana tierra de cerveza y leyendas. Sabía que muchos dirían que había tomado una decisión alocada, pero ella era así, natural e impulsiva, y no iba a modificarlo ahora. Además, a medida que pasaban los días se arrepentía cada vez menos de su determinación. Es que Brendan hacía todo lo posible para que se sintiera de la mejor manera... si hasta parecían novios o recién casados en su luna de miel, tratando de disfrutar el uno del otro en todo sentido.

     Una semana más tarde sus amigas cumplieron lo acordado y tras visitar otras regiones del continente, regresaron a Irlanda para buscar a Natalia, ir juntas al aeropuerto y regresar a Montevideo. A ella le costó mucho despedirse de Brendan, pero con la promesa de volver a verse algún día, terminó uniéndose al grupo del colegio de Carrasco. Y camino al aeropuerto, Natalia hablaba y hablaba acerca de todo lo vivido con su novio irlandés aquella semana.

     De repente, sus amigas la interrumpieron para preguntarle acerca de unas manchas que tenía en las manos, especialmente debajo de las uñas. Ella no lo había notado, pero era verdad; aquellas partes de su cuerpo estaban cubiertas por unas extrañas manchas oscuras, de tonalidad violácea. Pero lo peor fue cuando una de las jóvenes creyó ver algo extraño mientras Natalia les hablaba y le pidió a la chica que abriera la boca: su lengua estaba completamente negra.

     Asustadas, decidieron desviarse del camino al aeropuerto y dirigirse al hospital más cercano. Una vez allí, Natalia fue atendida por un médico, quien apenas vio su estado, sobre todo el color de su lengua, le pidió que no se moviera de allí y dijo que regresaría en un momento. Ella se quedó sola en el consultorio durante más de media hora, asustada por la reacción del profesional y por lo que aquello pudiera significar.

     Cuando al fin volvió a abrirse la puerta, para su sorpresa, no ingresó el doctor que la había atendido, sino dos oficiales de Policía.

     Los uniformados la interrogaron como si se tratara de una delincuente. Le preguntaron su nacionalidad, el motivo de su viaje, por las personas con las que había estado en las últimas horas y, para ponerla aún más incómoda, le dijeron que necesitaban saber si había mantenido relaciones sexuales en esos días y con quién. En un primer momento, Natalia se negó a hablar acerca de un asunto tan personal, pero ante la insistencia de los oficiales terminó confesándoles que sí, que efectivamente se había acostado con un joven irlandés llamado Brendan y que además se había alojado en su casa durante la última semana.

     La chica se cansó de preguntarles a los policías acerca de la razón de aquel interrogatorio. Los hombres le dijeron que a su debido tiempo se enteraría de todo y apenas ella les dio la ubicación de la casa de Brendan, volvieron a dejarla sola.

     No permaneció así durante mucho tiempo, ya que al rato entró al consultorio el mismo doctor que la atendió al llegar. Por suerte, esta vez estaba más dispuesto a brindarle un poco de información. Cuando lo interrogó acerca de si sabía qué era lo que estaba pasando y mientras le hacía las primeras curaciones, él le respondió con otra pregunta:
     -¿Conoce la palabra "necrofilia"?
     El término le sonaba de algún lado, pero en aquel momento no podía pensar con mucha claridad, por lo que le pidió al hombre que le explicara.

     El médico le dijo que, en resumidas cuentas, necrofilia era la atracción sexual por los cadáveres y que quienes la padecen llegan, en la mayoría de los casos, a mantener relaciones sexuales con gente muerta. La enfermedad que ella tenía que le había provocado las manchas en las manos y el color oscuro de la lengua era provocada por ciertas clases de bacterias presentes en los tejidos cadavéricos. La forma más sencilla de contagio es mantener relaciones sexuales carnales con una persona necrofílica, o sea alguien que haya practicado sexo con cadáveres últimamente.

     Aquello era imposible. Natalia sólo se había relacionado con Brendan, un muchacho encantador... pero de quien sabía muy poco, un joven con un pasado desconocido en un país que no era el suyo. Era verdad, ella no sabía prácticamente nada del irlandés, solo cosas superficiales y algún que otro dato que él había contado.

     El horror y el asco que sintió Natalia fueron abrumadores. Pero fue aún peor lo que experimentó cuando la policía confirmó un hallazgo en la casa de Brendan: adentro de un ropero estaba el cadáver de una joven, posiblemente su última novia, en un avanzado grado de descomposición. Del muchacho no había noticias, desapareció como si se lo hubiese tragado la tierra. El único rastro quedó en la memoria de Natalia y en el impredecible camino de las voces anónimas.

Voces Anónimas "OCULTO".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora