El juego de la niña del carrusel.

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     “Las cosas no van a ser nada fáciles”. Esto fue lo que pensé al vivir una experiencia inexplicable durante una de las primeras grabaciones de la cuarta temporada de Voces Anónimas. Habíamos viajado a la ciudad de Buenos Aires para trabajar en una leyenda urbana bastante conocida por los porteños que sucede en un lugar emblemático del barrio Almirante Brown: la casa de la Cultura.
     Hace unos quince años, en ese edificio funcionó un shopping imponente. Tenía siete pisos; tres eran subsuelos, más cuatro niveles en la superficie. Precisamente, en el cuarto piso funcionaba un parque de diversiones infantil que era la alegría de todos los niños que asistían al lugar. Pero un día esa felicidad se convirtió en amargura, cuando la tragedia se apoderó del parque y las llamas furiosas destruyeron por completo los juegos. Sin embargo, la peor consecuencia de aquel siniestro fue que en él perdió la vida una niña de ocho años de edad. Ella se encontraba en el carrusel, la atracción más popular, cuando una descarga eléctrica, la misma que daría inicio al incendio, la fulminó en el acto. Y desde aquel entonces, el fantasma de aquella niña sigue apareciéndose en ese cuarto piso, que actualmente se encuentra abandonado.
     Fuimos, entonces, hasta ese lugar donde hoy funciona la Casa de la Cultura. Allí me encontré con Guillermo Barrantes, uno de los narradores de Voces Anónimas, quien me ayudó en la investigación de esta historia. Grabamos algunas entrevistas con personas relacionadas al caso: un guardia de seguridad, un artista plástico, una actriz del grupo de teatro y una joven del área de Relaciones Públicas del lugar. Todos tenían alguna experiencia que contar.
     Por ejemplo, el guardia me dijo que en una de esas tantas noches de vigilancia, pudo ver la imagen de una niña en el salón donde estaba el parque infantil. Fue hasta el lugar inmediatamente con su linterna, pero no encontró a nadie. Sólo el silencio, que en aquel momento se convirtió en el peor aliado de la noche y -lo más terrible de todo- el fantasma de la pequeña que murió en el carrusel.
     Una vez terminadas las notas, pedimos permiso para ingresar al cuarto piso, lugar donde se ve esta aparición y se manifiestan un sinfín de fenómenos paranormales. Una funcionaria accedió y nos autorizó a entrar. Eran las siete de la tarde y el interior estaba bastante oscuro, ya qué parte de la iluminación de este complejo es natural y grandes ventanales de vidrios ahumados coronan las plantas superiores. De día, esos cristales permiten la entrada del sol, irradiando luz a todos los niveles del edificio; pero esa sensación de vida que la luz solar proporciona desaparece luego en una oscuridad plena, amenazante, teñida por las penumbras que luchan por ganar cada rincón de la inmensa construcción.
     Lo primero que experimenté al recorrer el edificio a esas horas fue una sensación muy extraña. Es que el lugar estaba vacío, las escaleras mecánicas no funcionaban y las plantas, que durante el día están preparadas para recibir a muchas personas, ahora eran transitadas únicamente por la soledad. Guillermo parecía conocer el lugar de memoria y con su linterna me guiaba en ese mar de penumbras.
     Caminamos no menos de cincuenta metros hasta llegar a uno de los ascensores. Era de vidrio y en su interior había varios botones. Guillermo apretó el que correspondía al cuarto piso; me llamó mucho la atención ver que en ese número había todavía un cartelito, que parecía tener unos cuántos años, que decía: "Juegos infantiles". ¿Cómo era posible que estuviera allí ese cartel, si todos saben que el parque dejó de funcionar quince años atrás por culpa de aquella tragedia?
     Mientras nos hacíamos esa pregunta, veíamos cómo el ascensor se elevaba lentamente hacia ese nivel que, según dicen, está encantado. Mi amigo y compañero de Voces Anónimas me contó que ese ascensor en el que viajábamos era protagonista de algunas leyendas que tienen que ver con todo lo que sucede en el piso cuatro. A esa altura, lo único que quería era retroceder el tiempo y no haber presionado ese botón. Pero no había escapatoria y ahora que habíamos dejado atrás el tercer piso, sabíamos que el próximo que nos esperaba sería el cuarto.
     Llegamos. Las puertas se abrieron lentamente, como si fueran frenadas por nuestras mentes. Bajamos y recorrimos todos los rincones de ese piso con las linternas. Queríamos conocerlo y comprobar si era cierto lo que se contaba sobre ese parque incendiado en el que la niña, lamentablemente, perdió la vida. Vimos las huellas del incendio, paredes manchadas, hierros retorcidos, cables colgando del techo y una gran sorpresa: en el centro del salón se encontraba el lugar donde alguna vez funcionó el carrusel y el único rastro que quedaba del mismo, un hierro que lo sostenía. El sitio era tétrico, es lógico que nadie quisiera subir allí. Con la luz de las linternas fuimos observando las paredes manchadas por el humo; sobre ellas se veían dibujos infantiles y algo que nos erizó la piel: una huella, en el piso de cemento, de un zapato que por su tamaño seguramente perteneció a un niño o a una niña. Guillermo quedó mudo ante aquel descubrimiento. No era para menos, ya que en ese cuarto nivel lo único que se le viene a uno a la cabeza es la palabra "muerte". En esa huella sigue manifestándose la niña del carrusel.
     Nos fuimos del lugar callados. Teníamos que grabar con Guillermo en un set preparado para trabajar en su participación como narrador. Contaría, precisamente, la leyenda "La niña del carrusel" para Voces Anónimas 4. En la grabación sucedieron cosas extrañas; por ejemplo, en determinado momento estalló uno de los focos con los que iluminábamos el ambiente. El estruendo provocado por el estallido hizo que algunos saltaran del susto. Cuando se solucionó el inconveniente, surgieron nuevos contratiempos. Una de las baterías de la cámara se agotó de golpe y eso que la habíamos llegado cargada. Lo cierto es que grabar aquel día no fue algo sencillo.
     A pesar de todo, pudimos terminar el rodaje y al día siguiente regresamos a Uruguay, satisfechos por haber conseguido buenas entrevistas para producir la historia de esta misteriosa niña que murió en el carrusel. Pero al llegar, nos estaba esperando otra sorpresa...
     Cuando fuimos a ver el material que grabamos, nos dimos cuenta de algo que nos dejó completamente desconcertado: la filmación tenía una falla inesperada, el audio estaba completamente dañado. Un fuerte ruido hacía interferencia cuando Guillermo hablaba y, a la vez, un sonido muy agudo de dejaba escuchar, aturdiéndonos a quienes estábamos observando el material en ese momento. Lo probamos varias veces y siempre pasó lo mismo. Esto era muy extraño, ya que en el lugar reinaba el silencio, habíamos chequeado el audio mientras grabábamos y de escuchaba perfectamente.
     Poco después, Guillermo Barrantes viajó a Uruguay y volvimos a grabar esta historia. Esta vez no hubo problemas de ningún tipo y todo salió muy bien. Pero siempre me quedé pensando en lo acontecido en aquel cuarto piso incendiado y en el fantasma de la niña, que al parecer no sólo juega con el personal de la Casa de la Cultura, sino que aquel día jugó también con nosotros mismos.

Voces Anónimas "OCULTO".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora