Diego Álvez: "La bisabuela".

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     Quiero contarles una historia que me pasó hace ya tres años y que marcó mi vida, mi manera de ver el mundo que nos rodea.

     Primero me voy a presentar: mi nombre es Diego; actualmente tengo dieciocho años y cuando sucedió esta historia, tenía quince.

     Era un día de otoño como cualquier otro, apenas soleado y un poco fresco. Observaba por el vidrio de la puerta de mi salón de clases y podía ver algunos alumnos de otros años corriendo por el patio. Los envidiaba, realmente; ellos disfrutando de sus horas libres y yo allí encerrado, soportando la voz monótona de la profesora de Filosofía. No sabía ni lo que estaba diciendo, pues mi atención se centraba simplemente en el patio, viendo cómo las hojas de los árboles eran suavemente mecidas por el viento.

     De pronto, de la nada, la figura de una mujer se dibujó al otro lado de la puerta. Me estremecí, ya que no la había visto antes y más todavía cuando me di cuenta que no dejaba de observarme. Inmediatamente, miré hacia los costados intentando buscar alguna respuesta en mis compañeros, pero me decepcioné al ver que ninguno de ellos estaba mirando el vidrio. Volví la mirada a la puerta y allí seguía. Era una mujer anciana, bastante avanzada en edad y muy demacrada. Tenía un pelo blanco que le caía a ambos lados de la cabeza y la cara muy arrugada, denotando una expresión seria y hasta siniestra. Estaba vestida con una especie de camisón, también blanco.

     No entendía cómo nadie la veía si estaba parada allí, justo en el medio del pasillo. Pero unos segundos más tarde, pasó algo que terminó de asustarme: apareció la adscripta, caminando por el corredor, dirigiéndose a su lugar de trabajo (que quedaba al lado de mi salón) y pasó a través de la extraña mujer, traspasándola como si de niebla se tratara. La anciana desapareció.

     Me quedé mirando al frente, con la vista perdida unos instantes, hasta que una de mis amigas me preguntó qué pasaba. No supe qué contestar. ¿Le decía lo que me acababa de pasar? ¿O era preferible callármelo? Después de todo, lo más probable era que hubiera sido mi imaginación... aunque tenía mis dudas.

     Cabe aclarar que ese año fue la gran entrada de mis amigos y yo en el mundo del esoterismo. Y no me parecía extraño que lo que acababa de ver fuera algún alma en pena. Pero, ¿por qué se aparecía en ese momento? ¿Por qué se quedó mirándome fijo de esa manera?

     Al final, decidí contarles a mis amigos lo que me había sucedido. Todos me creyeron; es más, algunos hasta se asustaron, pero decidimos dejarlo como un secreto entre nosotros.

     La parte realmente chocante sucedió al otro día. Yo estaba en mi casa, en mi apartamento mejor dicho, y había ido a ver a mi abuela materna, que vive unos apartamentos más al fondo. Conversando sobre el día anterior y sobre cosas irrelevantes, no sé cómo se coló en nuestra conversación su madre, es decir, mi bisabuela. Mi abuela me contó cosas de su vida desconocidas para mí. Su madre había fallecido hace muchísimo tiempo de cáncer y sus últimos dos años de vida fueron de gran sufrimiento. Había sido una buena persona, siempre amable y optimista, incluso sobre su propia enfermedad. Tanto fue así que una vez fallecida, se transformó en una especie de Santa para mi abuela, que siempre le rezaba y le pedía que nos cuidara a mí y a mis primos.

     En ese momento, me surgió una duda. Le pregunté si mi bisabuela tenía el pelo blanco, a lo que ella me contestó que sí, pero sólo en la parte terminal de su vida. Para que yo me hiciera una mejor idea, buscó una foto que tenía guardada, tomada unos días antes de que se produjera su muerte.

     Cuando me la mostró, quedé anonadado: allí, en esa fotografía de hacía mucho tiempo, se hallaba una mujer de cabellos blancos y un camisón del mismo color, sentada en un sillón y mirando fijamente hacia la cámara.

     La abuela, al notar mi cara de sorpresa, me preguntó qué pasaba. Le conté toda la historia, todo lo que me había pasado el día anterior en el liceo y cómo pude ver aquella extraña mujer que vigilaba parada en la puerta del salón. Ella agachó la mirada, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.
     - Era ella -me dijo sonriente-. Lo que pasa es que le pedí que, por favor, te protegiera, que te cuidara mucho y no dejara que nada malo te pase.

     En esa época, yo estaba pasando por un mal momento de salud. Me habían encontrado hipertensión arterial y unos días antes había sufrido una serie de desvanecimientos. Al parecer, mi abuela había rezado por mi salud. Le pidió a su querida madre que cuidara de mí y ella lo hizo, pues el día anterior no me estaba vigilando, sino asegurándose de que su bisnieto estuviera bien.

     Desde ya, muchas gracias por compartir tres temporadas con nosotros y ahora veremos cómo estará la cuarta, que presiento va a ser igual o mejor que las anteriores... ¡Muchas felicidades por el programa!

Voces Anónimas "OCULTO".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora