La maldición de "El niño llorón".

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     Existen muchas leyendas urbanas que tienen como protagonistas cuadros malditos o encantados. Un caso muy conocido por los seguidores de Voces Anónimas es el retrato de “Clarita”, Clara García de Zúñiga. Esta obra, que hoy se encuentra en el Museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes y que fue pintada por el mismísimo Blanes, es parte de una historia que afirma, entre otras cosas, que no se le puede tocar o cambiar de lugar ya que quienes lo hagan serán testigos de un acontecimiento inexplicable o sufrirán un accidente. Los que desafiaron esta creencia, han sufrido serías consecuencias.
     Otro relato bastante popular en nuestro continente es el de “El cuadro del payaso”. Se trata de una pintura en la que una figura de apariencia siniestra sonríe de forma macabra extendiendo sus brazos hacia adelante y mostrando las dos manos abiertas. Según cuentan, esta obra aparece de manera inexplicable en una casa durante alguna mudanza y la mayoría de las veces elige hogares en donde viven familias compuestas por diez miembros. Lo más inquietante del caso es lo que empieza a suceder adentro de la casa: los habitantes van muriendo uno a uno, mientras los dedos de la mano del payaso se van cerrando. Diez..., nueve..., siete... y así hasta cerrar todos los dedos, lo que indica que ha fallecido la familia completa.
     Estos ejemplos son muy conocidos, pero si hablamos de cuadros malditos, tenemos que detenernos en una de las leyendas urbanas relacionadas con las artes plásticas más difundidas en la actualidad: el cuadro “El niño llorón”. Son miles las personas que lo tienen colgado en sus hogares, pero no todos saben que detrás de ese triste pequeño de ojos vidriosos se esconde uno de los relatos más oscuros y enigmáticos de la tradición oral.

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Si tuviéramos que pensar en una idea para crear una colección de cuadros en base a ella, seguramente se nos pasarían miles de posibilidades por la cabeza, pero difícilmente pensaríamos en niños llorando. Es que tal vez no haya imagen más triste, más angustiante, que la del llanto de un niño. Es algo que la mayoría de nosotros desearía no contemplar. Sin embargo, y en contra de toda lógica, una de las colecciones de pinturas más famosas del mundo es “Los niños llorones”, de Bruno Amadio. La única explicación a un hecho tan contradictorio fue dada por una oscura leyenda que se ha forjado alrededor del pintor de estas singulares obras.
     Aunque, misteriosamente, no existe una biografía oficial, la tradición oral dice que Bruno Amadio, alias Giovanni Bragolin o el “Pintor Maldito”, nació en Venecia en 1911. Fue educado dentro de un ámbito artístico durante su infancia en la Italia de Mussolini y eso lo llevó a dedicarse a lo que más amaba: pintar cuadros. Pero a pesar de la pasión que volcaba en su arte, el pintor veía cómo, una y otra vez, sus obras pasaban sin pena ni gloria por diferentes exposiciones.
     Sin embargo, su vida dio un vuelco cuando fue enviado a la Segunda Guerra Mundial. Allí, dicen, en medio de las hostilidades, habría decidido reflejar los horrores del conflicto en las lágrimas de niños huérfanos. Ese fue el comienzo de “Los niños llorones”. Los cuadros se transformaron en un éxito inmediato. Al poco tiempo, miles y miles de copias fueron desparramadas por el mundo entero. Era increíble, pero parecía que, de repente, la gente quería colgar en sus hogares aquellas perturbadoras imágenes, aquellos rostros infantiles llenos de tristeza.
     Se dice que la explicación para este fenómeno está en que Bruno Amadio, desesperado por el enorme fracaso de sus primeras pinturas, contactó al Diablo e hizo pacto con él, pidiéndole que le concediera el reconocimiento que merecía. El Diablo le aseguró que la fama le llegaría con sus próximos cuadros, los cuales deberían eternizar aquellas imágenes que tanto lo complacían: rostros de niños llorando. Sin embargo, nunca reveló al artista era el precio que debería pagar.
     Muy pronto, los propósitos del Diablo comenzaron a tomar forma. Los rumores de que algo extraño ocurría con “Los niños llorones” cobraron vida cuando el orfanato donde vivía uno de los pequeños que posó para la famosa serie se incendió. Todos murieron en el internado, incluso el niño de la imagen. Nada se salvó de las llamas... a excepción de una réplica del cuadro que había sido dejada allí por el propio pintor a modo de agradecimiento.
     A partir del incendio, muchas fueron las voces que aseguraron que el espíritu del niño de la pintura, luego de morir en aquella tragedia, pasó a “vivir” en su cuadro y en todas sus reproducciones. La obra poseída se fue transformando en la más famosa de toda la serie, conformada finalmente por veintisiete retratos, y fue conocida, entre otros nombres, como “El niño llorón”.
     Luego de la guerra, Amadio se mudó a España. Vivió primero en Sevilla y luego se trasladó a Madrid... y allí le perdieron el rastro, como si se lo hubiera tragado la tierra. Algunos, arriesgan que pudo haber muerto en Padua, Italia, en 1981, pero es un dato dudoso. Lo cierto es que desapareció. Sólo quedaron sus cuadros como testimonio de que alguna vez vagó por este mundo, sobre todo esos veintisiete niños que lloran y su maldición. Porque los rumores sobre la obra se propagaron a todas las otras que integraban la colección, asegurando que la serie completa de “Los niños llorones” estaba maldita.
     Lo más aterrador es que, según cuentan, la casa donde se cuelgue alguna réplica de estos lienzos se verá envuelta en la mala suerte, presa de una multitud de fenómenos paranormales y condenada a ser tarde o temprano consumida por las llamas.
     Algunos afirman que al pasar por delante de alguna de las réplicas de siente que los ojos del niño se mueven, siguiendo a las personas con la mirada. Los propietarios sufren todo tipo de fenómenos en sus casas e incluso algunos de ellos han grabado psicofonías en las que se escucha un llanto infantil. En los años ‘50 se reportaron muchos casos de propiedades incendiadas donde se encontraron reproducciones de dicho cuadro que permanecieron colgadas en la pared sin un solo rasguño aunque todo lo demás se haya quemado, incluidos los cadáveres de los habitantes. Quienes investigaron estos casos no hallaron nunca una explicación para lo sucedido.
     Hay quienes aseguran también que en “El niño llorón” se encuentra plasmada la imagen del mismísimo Lucifer. Para poder apreciarla, hay que girar el cuadro 90 grados en el sentido de las agujas del reloj. Todos los que lo hagan verán una especie de monstruo con su boca abierta que intenta devorar al niño...
     La leyenda perdura a través del tiempo. Es así que hoy podemos leer acerca de casos como el de la cabaña embrujada en el paraje rural de Jarabacoa, República Dominicana. En el lugar, abandonado por sus dueños, donde se escuchan voces y tienen lugar algunos fenómenos poltergeist, aún resiste el cuadro “El niño llorón” colgado en una resquebrajada pared. Por otro lado, también existe un grupo en Facebook denominado “El niño llorón” donde se registran testimonios de personas que tienen esta pintura colgada en sus casas y comparten sus experiencias.

     Lo más inquietante del caso es que hay miles de estos cuadros o láminas desperdigados por diferentes puntos del planeta. Cuentan que, en cada pared donde esté colgada la pintura, estarán presentes la desgracia y el terror, acompañados por la atenta mirada de las voces anónimas.

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