Yanina Alpuy: "Una casa misteriosa".

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     Me llamo Yanina y soy de Belén, el pueblo más antiguo al norte del río Negro, ubicado a unos 200 km de la ciudad de Salto. Antes que nada, quisiera decirles que adoro el programa y, aunque me gustaría, al escribirles no busco que cuenten mi historia en televisión; sólo quiero compartir una anécdota.

     Hace unos años vivía con mi familia en la segunda casa más antigua del pueblo. De vez en cuando ocurría allí algún suceso inexplicable, pero no le dábamos mucha importancia. Sin embargo, hubo algunos acontecimientos que merecen ser contados, aunque sean realmente difíciles de creer.

     El primero ocurrió una noche cuando yo tenía doce años. Mi hermana menor, de ocho, tenía un fuerte dolor de cabeza y como sufría de asma, le costaba respirar. Como no mejoraba, mis padres decidieron llamar a la ambulancia para llevarla a la policlínica, donde era atendida con regularidad por su problema. Yo me quedé sola en la sala, mirando una película cómica, y mi hermana mayor dormía en su cuarto con mis sobrinitos de tres y cuatro años. Sinceramente, me sentía despreocupada, porque ya estaba acostumbrada a que mi hermana fuera llevada a la policlínica y regresara, momentos más tarde, recuperada.

     Minutos después de que mis padres se fueran en la ambulancia, escuché un llanto que provenía de su cuarto, donde no debería haber nadie. No era un llanto común; parecía surgir de alguien que sufría mucho, era desgarrador. Apagué el televisor y quedé helada. Imaginen: oía a una mujer desconocida, llorando desconsoladamente en el cuarto de mis padres.

     Tomé coraje y abrí la puerta. La luz de la sala iluminó parte de la cama. Aquella mujer seguía dando alaridos sin parar y me puso muy nerviosa.
     -¿Quién está ahí? ¡Decime quién sos!- dije casi desesperada, pero lo que obtuve como respuesta fue el silencio.

     Entonces entré en la habitación y encendí la luz lo más rápido que pude, pero no vi a nadie. De repente, el llanto, que se había detenido por unos segundos, comenzó otra vez y con más fuerza.
     -¡Decime quién sos y qué querés! ¿Qué te pasó? ¿Qué te hicieron?- le hablé, pensando que esa mujer tal vez estuviese muy cerca de la ventana, fuera de la casa.

     El llanto se apaciguó poco a poco y se escuchaban suspiros profundos, característicos de una persona cuando quiere calmarse entre sollozos.

     Apagué la luz y me di vuelta para regresar a la sala. Entonces el llanto se reanudó de golpe, erizándome la espalda. Esa vez me pareció que estaba justo detrás de mí, adentro del cuarto. Corrí a la habitación de mi hermana y la sacudí para despertarla. Los sollozos se escuchaban perfectamente desde allí, pero ella tiene el sueño pesado y no pude despertarla. Obviamente, no traté de levantar a los nenes porque sólo lograría asustarlos.

     Únicamente me quedaba una cosa por hacer, así que respiré profundo, fui a la cocina, saqué un cuchillo y salí a ver quién era esa mujer. Lo más lógico era que ella estuviera afuera, junto a la ventana del cuarto de mis padres. La noche estaba clarísima. Me moría de miedo, pero la curiosidad fue más fuerte. Caminé en silencio alrededor de la casa, pero no vi, ni oí a nadie. Quedé desconcertada.

     Minutos después, mis padres regresaron con mi hermana, que ya respiraba normalmente. Aunque ellos me notaron pálida, no les expliqué en ese momento lo que pasó para no preocuparlos más de lo que ya estaban. Conté lo ocurrido semanas más tarde, cuando el susto se me había pasado un poco.

     Los siguientes sucesos extraños ocurrieron cuando yo tenía catorce años. Mis padres habían salido y mi hermana mayor, Solange, de veinticinco años, quedó a cargo. Era de tardecita y Solange se fue a bañar mientras yo hacía mis deberes en la mesa de la sala y mi hermana menor, Madelaine, de diez, jugaba en nuestro pequeño patio con mis sobrinos.

     Todo estaba tranquilo, hasta que de pronto sentí que los niños gritaron horrorizados. Mi hermana mayor salió a medio tapar con su toalla para ver qué había pasado y yo corrí hacia la puerta. Mis sobrinos me atropellaron, gritando cosas incomprensibles, y detrás apareció Madelaine, llorando como loca. Al entrar, cerró la puerta detrás de sí y se quedó sujetándola, como si alguien intentara pasar. Lo que logré entender, en las palabras entrecortadas de los niños, fue "una sombra que flotaba en el aire apareció en el patio y nos siguió hasta la puerta". Esa supuesta sombra flotante alcanzó a darle "un manotazo" a mi hermana menor. Miré su espalda y vi cuatro marcas rosadas, como si unos dedos hubiesen intentado agarrarla.

     Solange se vistió lo más rápido posible y salió, cuchillo en mano, pidiendo ayuda a los gritos. Algunos vecinos acudieron y buscaron al agresor, pero no vieron a nadie. Pero lo que sí pudieron ver todos fueron las marcas en la espalda de mi hermanita, que duraron días.

     Más o menos un mes después, mi madre salió al patio a juntar la ropa de la cuerda porque estaba por llover. Eran como las seis o siete de la tarde. Según ella, "algo que parecía un hombre hecho de humo negro" atravesó las sábanas que estaban colgadas y la corrió hasta la puerta de casa. No la tocó, pero hacía un ruido extraño, "como si caminara arrastrando los pies... pero no parecía tocar el suelo ". Aún está traumatizada y no le gusta hablar de eso.

     Lo último que les voy a contar sucedió cuando mi padre fue internado debido a su grave enfermedad. Él murió de cáncer en noviembre de 2006 y esto pasó un año antes. Mi madre se fue con él al hospital para cuidarlo y yo me quedé en casa con mis hermanas y mis sobrinos, como era usual. Era una noche muy fría de invierno y nosotros éramos (somos, en realidad) una familia muy pobre, por lo que mi hermana pequeña y yo decidimos dormir juntas en la cama de mis padres, para compartir las frazadas. Yo no podía dormir porque tenía muchísimo frío. Lo intenté quedándome quieta, con los ojos cerrados.

     De repente, escuché que alguien entraba en la habitación y caminaba lentamente alrededor de la cama, rumbo al lugar donde me encontraba. Sentí que se detuvo frente a mí, porque parecía que mi respiración "chocaba" contra algo. Abrí los ojos, temerosa, pensando que se trataba de mi hermana mayor que venía a traerme alguna mala noticia sobre papá... pero no vi absolutamente nada. De todas formas, seguía sintiendo esa presencia y me quedé quieta, sin saber qué hacer. Entonces mi hermana me rodeó la cintura abrazándome con fuerza. Las dos temblábamos y ya no era por el frío.

     - Yanina, ¿escuchaste lo mismo que yo?- preguntó Madelaine, en un susurro.

      Su tono de voz demostró que, ciertamente, habíamos oído la misma cosa. No le contesté; sólo estiré la mano y encendí la luz. Nos sentamos en la cama, mirando fijamente el lugar donde se había detenido esa presencia. En ese momento ocurrió algo más sorprendente aún: volvimos a escuchar los pasos. Aquel ente invisible caminó lentamente, haciendo un ruido como de tacos, deteniéndose justo a los pies de la cama.

     - Andate- le dijo mi hermana, pero no se movió de ahí. Creo que no hace falta mencionar que no pudimos dormir en toda la noche y no apagamos la luz hasta no estar seguras de que el sol iluminaría cada rincón.

     Hoy en día, vivimos en otro lugar y jamás volvimos a pasar por algo parecido, gracias a Dios. Nuestra vieja casa la demolimos, a pesar del supuesto valor que tenía como patrimonio de nuestro pueblo, y ahora construyen en ese mismo lugar un club deportivo.

Voces Anónimas "OCULTO".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora