Creo que a todos en algún momento de nuestras vidas nos invade una profunda intriga acerca del tema de la muerte y lo que hay más allá de la vida. ¿Qué sucederá una vez que nos toque dejar este mundo? ¿Habrá algo más? Si es que hay algo más, ¿nos encontraremos con nuestros seres queridos que ya no están? En alguna oportunidad, todos nos hemos hecho alguna de estas preguntas y si no ha sido así, tarde o temprano nos la haremos.
Hay veces en que la curiosidad por este tema es tan grande que la gente, buscando una respuesta, intenta acercarse al más allá para ver qué es lo que hay al otro lado de la puerta que separa los reinos de la vida y de la muerte. Pero no todos saben que ese es un portal que no deberíamos abrir. Esto se los puedo decir con propiedad ya que hace algunos años lo intenté y al hacerlo, me expuse al terror más puro que jamás corrió por mis venas.
Tenía alrededor de catorce años cuando comencé a experimentar una curiosidad muy fuerte por saber si había vida más allá de la muerte... si todo se acababa en ese punto o si, efectivamente, había algo más. En aquel entonces recién se empezaba a usar Internet y no existían los buscadores; por lo tanto, si alguien quería hallar información, tenía que ir a una biblioteca o a una librería. Encontrar material sobre estos temas no era sencillo. Uno de los pocos lugares a los que podía recurrir era una librería teosófica que se encontraba en el Centro de Montevideo. Así que un día fui hasta ese negocio a comprar algún libro sobre espiritismo, esoterismo u otros temas relacionados con lo sobrenatural.
Al llegar, quedé impactado con la cantidad de material que había: textos sobre lo desconocido, el más allá, viajes astrales o reencarnación se destacaban en las pequeñas góndolas de la librería. Allí permanecí algunos minutos, todo el tiempo acompañado por el aroma a libro antiguo que flotaba en el aire. Aquel lugar era muy interesante, al menos para alguien que no sabía nada del tema y pretendía indagar más en las "ciencias ocultas".
Finalmente, compré un libro que hablaba sobre la mediumnidad. Incluía algunas técnicas de contacto con el otro mundo que, aparentemente, no eran muy complicadas. Sin embargo, lo que me había llamado la atención y me llevó a comprar ese ejemplar fue una frase que descubrí en la contratapa: "Todos los seres humanos tienen la facultad, despierta o dormida, de comunicarse con el más allá". Al parecer, allí se contaban algunos secretos para desarrollar esta capacidad que hay en nosotros mismos mediante ejercicios de concentración. Si se seguían al pie de la letra las indicaciones de este misterioso volumen, cualquiera podía contactar un espíritu. Eso era justo lo que yo buscaba, así que lo compré.
Una vez que llegué a mi casa, comencé a leer el primer capítulo. Me asusté solo de imaginar la situación, ya que era algo muy arriesgado: proponía una especie de "mano a mano" con los muertos. Mediante la concentración, una persona, a solas, podía comunicarse con los espíritus. En ese momento, me pregunté si era realmente necesario llamarlos para que aparecieran a mi lado. Las consecuencias podían ser muy serias y el impacto de verlas o sentirlas de cerca podía ser muy fuerte. Pero mi curiosidad era mucho más grande que el miedo, así que, acompañado del coraje necesario para dar el pasó, decidí intentarlo.
Tenía que estar a solas, en un lugar íntimo y tranquilo, por lo que esperé a que llegara un fin de semana largo; mi familia siempre se iba para afuera en estas ocasiones y de esa manera estaba solo en el apartamento.
Confieso que no fue fácil y la tensión aumentaba a medida que se adentraba la noche. Cerca de las doce, me fui al living-comedor, el lugar más tranquilo de la casa, y me recosté cómodamente en un mullido sillón de cuero. Las luces estaban apagadas, aunque la oscuridad no era total debido al tenue resplandor de los focos de la calle, que se colaba por los pequeños espacios que quedaban entre las cortinas.
Luego, con las palmas de las manos hacia arriba recostadas en mi regazo y siguiendo las indicaciones del libro, cerré los ojos y me concentré en el primer paso. Para ello, tenía que recitar mentalmente con convicción una oración de protección especificada en el libro: "Pido la fuerza y guía de luz blanca; por favor, rodéame con tu protección". Tenía que permanecer el tiempo que fuera necesario enfocando mis pensamientos en lo que el misterioso volumen exigía hasta que llegara la primera señal: sentir que se me erizaba la piel rozara una telaraña". Eso indicaría que allí había un espíritu.
Estuve varios minutos concentrado, sin abrir los ojos y pendiente de todo lo que pasaba alrededor de mí. Todo estaba tranquilo, más tranquilo que nunca... hasta que, de repente, comencé a percibir algo que me dejó con el corazón en la garganta: muy sutilmente, casi de forma imperceptible, algo rozó mi brazo derecho. Pude sentir claramente que la piel se me erizaba y un frío gélido corría por mi cuerpo mientras mis latidos se aceleraban.
Quería abrir los ojos, levantarme e irme, pero el ejercicio no terminaba ahí. Además, todo aquello tenía un significado muy importante para mí y por algo había llegado hasta ese punto. Así que decidí seguir adelante con el segundo paso.
Tenía que continuar en ese estado que había alcanzado y si el contacto avanzaba, la próxima señal llegaría a través del olfato: sentiría la presencia de la entidad a través de dos posibles olores fuertes que inundarían la habitación. Una de las posibilidades era identificar un olor dulce, como a flores silvestres, lo que significaba que el espíritu que se estaba manifestando era bueno. Lo otro que podía suceder era que percibiera un olor desagradable, fétido, como si hubiera algo podrido en el lugar. Esto indicaría que la entidad era negativa o maligna.
Los minutos pasaban y mis pensamientos ya se preparaban para procesar cualquier aroma flotando en el aire. Pocos minutos después, un fuerte olor a flores dulces me envolvió por completo, haciéndose cada vez más fuerte y entrando por mi nariz. En aquel momento, no aguanté más; me asusté tanto que abrí los ojos como pude, a tientas, salí apurado del living-comedor. Prendí todas las luces del apartamento y el televisor de mi cuarto y lo puse a todo volumen. A pesar de hacer todo esto para espantar el miedo de mi hogar, no podía esquivar esa inquietante sensación de que allí había "alguien". Un par de horas después, me fui a la cama, aunque sabía que aquella noche difícilmente iba a poder conciliar el sueño.
Una vez acostado, me quedé pensando en la locura que había cometido, arrastrado por mi propia intriga. Comencé a imaginar lo que podría haber sucedido si hubiera seguido con aquel contacto "mano a mano" con el más allá. Según el libro, la tercera señal vendría a través de la vista: el o los muertos se dejarían ver. Dicen que este paso es el más complicado y que muchas veces no sucede. Pero sólo el hecho de imaginar un espíritu apareciendo a corta distancia, casi cara a cara, era demasiado para mí.
No sé si fue por el miedo o porque, de alguna manera, había abierto una puerta que no debía abrir, pero lo cierto es que aquella noche sentí todo tipo de ruidos en mi apartamento. Y mientras trataba de distraerme pensando en otras cosas, la culpa apareció repentinamente para azotar mi conciencia. Yo no tendría que haber traspasado ese límite, no debería haber intentado saber qué es lo que hay más allá de la muerte... En definitiva, y por más que no me guste la idea, algún día mi vida se extinguirá y luego de mi último suspiro podré averiguar qué es lo que sucede cuando la Parca viene a buscarnos.
Esta fue la primera experiencia con el mundo paranormal y a través de ella aprendí a no subestimar estos temas y, más que nada, a respetarlos. Porque si hay algo con lo que no se juega, es con la muerte.
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Voces Anónimas "OCULTO".
ParanormalVoces Anónimas Historias y leyendas del universo mágico El presente libro contiene historias, leyendas, experiencias y anécdotas del detrás de cámara que nunca fueron contadas en el programa televisivo Voces Anónimas, que se emite a través de la pan...