Agustina Corvo: "Él... no era mi amigo".

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     Lo que escribiré a continuación es una experiencia que me gustaría compartir con todos los seguidores de Voces Anónimas, ya que me dejó marcada... para siempre.

     Desde pequeña, la Ouija y el Juego de la Copa me atrajeron muchísimo. La primera vez que jugué fue el 16 de agosto de 2010. Ese día, me reuní con mi mejor amigo, Mateo, casi exclusivamente para la sesión del "juego prohibido". Hacía tiempo que queríamos jugar, pero nunca se dio y como él se iba del país por dos años en pocos días, esa vez jugaríamos sí o sí.

     Era tarde, cerca de la medianoche. Nos ubicamos en el comedor de su casa, ya que por la tranquilidad que allí se respiraba era el lugar perfecto para la ocasión. Todos los muebles son antiguos y de madera, hay imágenes religiosas sobre uno de ellos, una virgen y algunas velas; las paredes están pintadas con un tono de verde y en dos de ellas hay espejos con marcos también de madera. Hay fotos antiguas, que al ver en ese momento me provocaron un estremecimiento. El ambiente del lugar, a oscuras, en una situación como aquella, realmente daba un poco de miedo o por lo menos ponía nervioso a cualquiera. Hicimos las letras, los números y el "Sí" y el "No" y los colocamos sobre la mesa. Prendimos una vela y cerramos las ventanas y cortinas para que no hubiera otra luz en la habitación.

     Estaba todo pronto; entonces, nos concentramos para invocar a algún espíritu. Al principio, la copa no sé movía, hasta que, en un momento, preguntamos si había alguien con nosotros y fue hasta el "Sí".

     A partir de ese instante, comencé a sentir una energía diferente en ese lugar. Le preguntamos el nombre al espíritu y no hubo respuesta. Esperamos un poco, volvimos a interrogarlo y el resultado fue el mismo. Le dijimos si quería hablar con alguno de nosotros y nada. Hicimos otras preguntas, pero la copa no volvió a moverse. Pensamos que si habíamos contactado a alguien, ya sé habría ido, por lo que intentamos comunicarnos con algún otro espíritu. Nada sucedía.
     -¿Hay alguien con nosotros? -Preguntó Mateo repetidas veces.

     Hasta que, de repente, sentimos un golpe seco en la puerta que nos llamó la atención. Interrumpimos la sesión. Miré a mi amigo esperando que me dijera quién podría ser y él, de manera extraña, rompió el silencio con una frase que me descolocó:
     -Mmm... hay alguien con nosotros.- Lo dijo serio, en un tono que nunca antes le había escuchado, y luego rió.

     Su padre estaba trabajando, su hermana había salido y su madre estaba acostada; por lo tanto, no era ninguno de ellos. Tampoco esperábamos visitas.

     Pregunté quién era. Él miró hacia la puerta con sorpresa y muchísima atención. Su cara se transformó. Nunca lo vi así, con esa mirada; sus ojos me asustaron. Riéndome nerviosa, le pedí que me respondiera.

     -Es que estaba pensando... porque hay una sombra ahí... -me dijo y con la mirada fija, señaló el pequeño vidrio de la puerta, por donde se puede ver quién toca.

     Un poco más nerviosa, decidí no mirar, mientras él me decía, con aquella expresión siniestra en su rostro, que girara la cabeza hacia atrás... pero no me animé a hacerlo. Sus ojos se clavaron como dardos en los míos y en ese momento sentí un miedo tan grande que apenas me animaba a respirar.

     Para romper un poco la tensión, decidí hablarle. Le pregunté sobre esa sombra de la que había hablado... pero no me respondió nada, sólo me miraba. Insistí varias veces, hasta que su rostro comenzó a transformarse y su mirada empezaba a parecerse a la que yo conocía, a su mirada habitual. Contrariado, con una expresión de total confusión, me preguntó si le estaba haciendo una broma, a lo que respondí, por supuesto, que no.

     Le conté, entonces, todo lo ocurrido desde el principio y seguía atónito, sin entender. Le pregunté de qué se acordaba y me dijo, bastante confundido con lo que estaba sucediendo, que lo último que recordaba era el momento en que habíamos invocado al espíritu.

     Mateo estaba cansado y mareado, no entendía nada de lo que estaba sucediendo. En ese momento recordé algo inportante: había grabado toda la sesión con mi celular, así que para sacarnos las dudas y para que él estuviera al tanto de lo que pasó, decidí reproducir el archivo de audio. Lo escuchamos y se quedó muy sorprendido. No recordaba nada de lo ocurrido después de la última vez que preguntó: "¿Hay alguien con nosotros?". Por su mirada y su sorpresa, me di cuenta de que estaba diciendo la verdad; además, lo conozco mucho y sé muy bien qué no mentiría en algo así, ya que él se toma tan en serio el Juego de la Copa como yo.

     Lo que me asustó más fue pensar que Mateo "No era Mateo", hecho que él mismo terminó confirmando después. Por suerte, nada malo sucedió. Yo siempre tomé en serio la Ouija y el Juego de la Copa, pero esa experiencia me marcó y fue una muestra más de que con esas cosas no se juega. Por eso quiero aprovechar la oportunidad para decirles a todos aquellos que lo toman como un juego que ni lo intenten, ya que algo malo podría sucederles y si no saben mucho del tema, las cosas se les pueden ir de las manos.

     Dejo un último dato curioso, que puede ser tan sólo una coincidencia o no: la grabación de mi celular era el número 66.

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