“Por favor, necesito que lean mi historia”. Eso fue lo que leí en el asunto de un correo electrónico que llegó a la casilla de Voces Anónimas. Abrí el mail con normalidad, preparándome para una de las tantas experiencias interesantes que llegan por esta vía, pero me equivoqué. Esta era diferente, ya que la persona que la envió, un joven de 20 años de Canelones llamado Luis, comenzaba explicando que no lo había hecho porque buscara compartirla o para que saliera al aire, sino que lo que quería era contarle a alguien lo que le había sucedido ya que tenía miedo de lo que la gente pudiera llegar a pensar al escucharlo. Creía que nosotros podríamos comprenderlo: “No se la he contado a nadie porque van a decir que estoy loco y los únicos que pueden llegar a creerme quizás sean ustedes...”.
Con esa introducción y en el silencio que reinaba aquella noche en mi oficina, se generó un clima bastante raro, mezcla de curiosidad y misterio, que me predispuso a continuar leyendo el correo, ansioso por descubrir qué era lo que le había sucedido. Al terminar su relato, quedé tan sorprendido que inmediatamente puse en tela de juicio el rumbo que llevaban mis pensamientos. ¡No podía ser! Aquello que contaba Luis era imposible... pero, por otro lado, tenía mucho sentido. Finalmente, me puse en contacto con él y si faltaba algo para creerle, era escuchar el tono de su voz al contarlo. No mentía y estoy seguro de que Luis no está loco. Si alguien piensa lo contrario, entonces va a tener que considerar que los locos somos dos.* * *
En 2006, Luis conoció a Victoria a través de Internet. Mediante mensajes de textos y chat fueron construyendo una relación que al principio nació de manera virtual, pero que meses después se consolidó con un encuentro cara a cara que marcó para siempre sus vidas. Se vieron por primera vez el 21 de mayo de 2007. Él había acudido a la cita nervioso, ya que estaba muy ilusionado. No sólo no se decepcionó, sino que conocerla superó todas sus expectativas.
El encuentro se produjo frente a la terminal de ómnibus de Tres Cruces. Pero ella no estaba sola, sino que por seguridad fue con su hermana, ya que no eran de Montevideo. Luego de las primeras presentaciones, la acompañó hasta una agencia de trabajo ubicada en la esquina Uruguay y Magallanes. La hermana ingresó a la oficina y, ahora sí, él se quedó a solas con su amiga virtual. Decidieron sentarse en las escaleras de un edificio a conversar hasta que la otra joven saliera.
En aquellos fríos escalones, Luis se enamoró. Cada detalle y cada matiz de la personalidad de Victoria, que había creído captar leyendo sus mensajes de texto y escuchando su tono de voz a través del teléfono, eran corroborados y acentuados al máximo a medida que hablaban. La risa de aquella joven, de tan sólo quince años, era cien veces más maravillosa en persona que la que disfrutara Luis por su celular o la que se imaginara al repasar con la vista esos “jajaja” con los que la chica solía terminar algunos de sus mensajes. Incluso aquella mancha oscura en la piel de su mejilla, que había sido tema de tantas charlas virtuales, parecía ahora una obra de arte.
Bajo la sombra de aquel edificio, observados por los inquilinos que subían y bajaban los peldaños, nació una relación que cualquiera hubiera apostado que sería muy duradera. Pero contra todos los pronósticos amorosos, Luis cometió muchos errores y eso hizo que ella lo dejara apenas cuatro meses más tarde, en agosto de aquel 2007.
Arrepentido, en noviembre Luis volvió al lugar donde había sentido que Victoria era la chica de sus sueños. Decidido a recordarla, se sentó con sus cartas y sus fotos en aquellos mismos escalones, delante de la fachada del edificio.
Y allí estaba el muchacho, recriminándose sus faltas mientras observaba la mirada de Victoria en una de sus fotografías, cuando escuchó que alguien le dijo:
-No te pongas triste.
Levantó la cabeza y descubrió a una mujer de mediana edad, de unos cuarenta y cinco años, que parecía mirarlo detrás de sus lentes de sol, bajo un pelo largo y rubio. Fumaba. Le pidió si podía descansar un momento junto a él. El joven le dijo que sí, lo que provocó que la mujer se sentara en el mismo lugar que había ocupado Victoria en aquel día mágico.
¿Quién es esa chica? - preguntó la recién llegada, señalando la foto que sostenía en su mano.
Luis tuvo el impulso de decirle que no era un asunto de su incumbencia, pero algo en ella lo frenó y casi lo obligó a hablar con total sinceridad.
-Es alguien muy especial - respondió.
-¿Te peleaste con ella?
-Algo así...
Entonces, la mujer empezó a hablarle con unas ganas, con fuerza, con convicción... ¡como si lo conociera! Le dijo que sí realmente quería a esa muchacha, tenía que insistir, tenía que intentar hablarle una y otra vez hasta que lo atendiera. No podía rendirse.
-El único que puede cambiar todo sos vos- le aseguró.
Dicho esto, le dio un beso en la mejilla y se puso de pie, como si el tiempo se le hubiera terminado. Se fue como había llegado, rápida y misteriosamente.
Luis tardó en reaccionar. No podía creer lo que había llegado a entrever cuando la mujer le dio el beso de despedida: en la mejilla, debajo de los mechones de pelo rubio, tenía una mancha en el mismo lugar y con la misma forma que la de Victoria. Pero cuando se levantó y corrió hacia el lugar por donde la mujer se había ido, tratando de alcanzarla, ella ya no estaba.
A partir de aquel día, comenzó a llamar a Victoria y a mandarle mensaje. Cuando después de mucho insistir conseguía que ella le respondiera, le pedía perdón y le decía cuánto la amaba... pero la chica se quedaba en silencio. Tan insistente se volvió que la muchacha dejó de darle señales de vida por un largo tiempo.
Pero llegó un día, promediando ya el año 2008, en que Victoria, repentinamente, le envío un mensaje con su nuevo número de celular. Luis la llamó al segundo siguiente. Escuchar una vez más su voz le regaló un momento de felicidad.
Victoria le contó que luego de terminar la relación con él, estuvo un tiempo triste y sola. Después, con la supuesta intención de querer consolarla, se le acercó un chico mayor que ella, a quien recién había conocido y con quien finalmente terminó saliendo. Iba todo muy bien, hasta que el muchacho quiso tener relaciones sexuales. Ella se negó, pues sentía que aún no estaba preparada. Pero menos estuvo preparada para lo que ocurrió a continuación: su novio se enojó ante la negativa y la violó.
Luego, Luis se enteró de que todo había pasado después de que él tuviera aquella breve conversación con la extraña mujer. Aunque a decir verdad, de extraña, para él, ya no tenía nada. Era una locura, pero no había otra respuesta: la mujer con la que habló era Victoria, pero no la que él conocía, sino una Victoria del futuro. De alguna manera casi imposible de imaginar, había regresado en el tiempo para advertirle, cuando aún era posible, que debía insistir y reconquistarla, para que no cayera en manos de aquel tipo que le arruinaría la vida.
“El único que puede cambiar todo sos vos”, le había dicho. Aunque leyó y escuchó a muchos hablar del destino, que todos lo tenemos fijado y nada ni nadie puede cambiarlo...
Luis aún siente, muy dentro de sí, que a pesar del esfuerzo sobrenatural de su amada, él le falló por segunda vez.Esta historia nos invita a reflexionar sobre todas esas señales que de una manera subliminal aparecen en nuestras vidas. Quizás detrás del más pequeño detalle, como una simple frase, se esté escondiendo un secreto que puede modificar no sólo nuestro destino, sino también el de muchas personas. Seguramente, si estuviéramos más atentos, descubriríamos que, perfectamente camuflados en la cotidianeidad de nuestras vidas, hay una cantidad de mensajes enviados por las voces anónimas.
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Voces Anónimas "OCULTO".
ParanormalVoces Anónimas Historias y leyendas del universo mágico El presente libro contiene historias, leyendas, experiencias y anécdotas del detrás de cámara que nunca fueron contadas en el programa televisivo Voces Anónimas, que se emite a través de la pan...