Cualquiera que lo viera ahora pensaría que es un alma en pena, Jean estaba emocionalmente deprimido. Le dolía saber que su vida le pertenece a otra persona y que si quería podía quitártela.
Se encontraba en el comedor de aquella enorme mansión; ya conocía un poco más a los sirvientes y las diferentes partes de la casa. Se llevaba bien con Ana, una empleada y con Josh el jefe de cocina, chef profesional, él cocinaba las mejores pizzas de su vida. Se llevaba bien con ellos, después de todo no podía hablar con nadie más fuera de esa casa y los guardias ni que decir eran como una pared de ladrillos, nunca decían nada. Beatriz seguía dándole apoyo emocional e intentando convencerlo de que Sebas (como le decía ella) no era tan malo. No le servía de mucho.
Esa noche en que corría por los pasillos de la mansión Sebastián le perdonó la vida por así decirlo, pues si optó por correr pero un paso infalso hizo que cayera por las escaleras dejándolo inconsciente. Cuando despertó se encontraba nuevamente en esa enorme habitación con el tobillo enyesado, se había fracturado, así ya no podía correr a ningún lado. Fue muy torpe lo que hizo pero agradeció que Sebastián no lo haya tocado en todo ese tiempo de rehabilitación que tuvo por el accidente.
Ahora estaba con unas muletas ayudando en la cocina con lo que pudiese —sí, pelando arvejas—, no veía al alfa durante el día ni en la comidas, agradecía que lo haya dejado tranquilo.
— ¡Eh, oso de felpa! —así lo llamaba Ana pues decía que era muy tierno, Jean solo se sonrojaba—. ¿El cabeza huevo te ha tocado de nuevo aun con esas muletas? —sí, también se tomaba bastante confianza con el dueño de la casa.
—No, Ana no lo ha hecho y espero que siga así —contestó Jean, la verdad si por el fuera se caería de nuevo de esas largas escaleras solo para evitar contacto.
—Ana no molestes al chico, anda niña ve a ver la carne —hablo esta vez Josh apartando a Ana de Jean—. No le hagas caso pequeño, ¿ya estas mejor del tobillo? —él siempre preguntando como se siente. Todo estaba bien así. Beatriz era como su madre, Josh su padre y Ana la hermana molestosa, ojalá se quedara así pero el problema se llamaba Sebastián, que aunque haya respetado el reposo era seguro que no se quedaría así y tomaría al omega en cuanto tuviera la oportunidad.
—Me encuentro bien, Josh —profirió el menor—, gracias por preocuparse por mí.
—Eso me alegra mucho, Jean —todos voltearon asustados por la presencia del alfa en el marco de la puerta—, ya no será necesario tu celibato, ¿verdad? —. Formando una sonrisa maliciosa en su rostro Sebastián caminó hacia a la silla de Jean, tocó los hombros del menor y apretó con algo de fuerza acercándose a su oído—. Sube a mi habitación con la comida quiero que tú seas quien lo traiga —dijo, Ana fue la única que pudo escuchar y no se quedó callada.
— ¡Oye! —exclamó la chica—. ¿No ves que aún no puede caminar del todo bien? Si sube con las bandejas así se podría caer de nuevo.
Sebastián al oír eso se levantó de golpe y soltó al omega con brusquedad—. ¡Entonces ayúdalo! —gruño—, pero de alguna manera debe ser él quien me traiga la comida a mi habitación. Saben que no bromeó —sentenció por último y salió de la cocina.
La comida estaba lista y todos ayudaban a Jean a llevarla hasta arriba a la habitación de su jefe. Una vez en la puerta tocaron y salieron corriendo todos menos Jean, claro antes le desearon suerte y le advirtieron por enésima vez que tenga cuidado y no lo haga enojar.
El olor se intensificaba siempre que estaba cerca de Sebastián, no podía negar que le gustaba, ¿sería cierto eso de los destinados?
Entro a la habitación con cuidado, aun debía caminar con una de las muletas y, eso sumado a la bandeja era complicado. Ahí estaba sentado Sebastián, esperando por él—. Con permiso señor, ¿Dónde le dejo esto? —dijo y el alfa no respondió, al contrario se levantó y se acercó al omega aprovechando que tenía las manos ocupadas, tomo su rostro y lo levanto para tener acceso a su cuello y poder percibir el dulce olor que este desprendía (Lavanda), mientras el alfa se deleitaba el menor por alguna razón que ni el entendía cerraba los ojos dejándose llevar también por el olor (Vainilla). Se dejó disfrutar de las leves caricias que le regalaba en el contorno de cuello.
Sin siquiera pensarlo comenzaron un ósculo delicado y lleno de emociones que ni ellos llegaban a explicar, solo seguían el compás de sus labios y la sincronía aparecía por sí sola, el menor aún con torpes movimientos seguía al mayor quien no se quedó con las ganas de situar su lengua en la pequeña boca del omega. Sus manos cargadas con la bandeja de comida y la muleta.
Estaba a punto de soltar toda la bandeja más la muleta y llevar ambos brazos al cuello del alfa pero de pronto y como si hubiera leído sus pensamientos el mismo alfa rompió el beso, tomo la bandeja de sus manos y la dejo sobre la mesa cercana, cargo a Jean en brazos dejando la muleta tirada y lo posicionó en la cama.
—Es extraño que alguien como usted tenga un olor a vainilla —soltó Jean. Una voz reclamaba que mierda estaba haciendo y diciendo. No le hizo caso,
—Aun así te gusta, ¿verdad? —susurro Sebastián sobre los labios contrarios. Una sonrisa se esbozó en su rostro.
Ninguno de los dos se dio cuenta hasta entonces, Jean había entrado en celo. Las ganas de unirse en uno solo estaban, mas no de manera descontrolada sino de una forma suave y con una extraña delicadeza de parte del mayor. No tenía esa necesidad de empotrar a Jean y hacerlo suyo de una vez sino que sentía que debía tratarlo como a una de las flores más delicadas de este mundo.
—Oh, eres perfecto Jean, me encantas —Sebastián decía mientras acariciaba el torso de Jean aún con ropa, se colocó a horcajadas de él con cuidado de no lastimarlo. Tenía que tener cuidar de su tobillo—. ¿Te gusta? —logro articular en medio de los besos. Estaba teniendo una paciencia que no había tenido en su vida, pero no podría ser de otra forma, ¿qué le pasaba? Su instinto de protección estaba a flor de piel—. Nunca sentiste esto —señaló Sebastián—, de seguro en tus celos anteriores tomabas supresores y esta es tu primera vez sin ellos, te prometo que se sentira bien —. Su mirada se conectó con la verde de su omega, en esa mirada se podía ver la pasión que tenía. Vaya cuanto autocontrol estaba teniendo en este momento.
Jean se encontraba en un debate mental, sentía su cuerpo arder ante el mínimo contacto del alfa y a la vez su cabeza decía que eso estaba mal, que no debía sentir todas esas cosas por Sebastián pero... ¡A la Mierda los que es correcto! Deseaba que ese alfa se enterrara en su cuerpo con todas sus fuerzas, quería gritar su nombre y aferrarse a las sábanas clamando por más. Besó a Sebastián sin pudor pues ya poco importaba lo que él o el mayor pensara, necesitaba de su tacto. Luego ahogarían esos pensamientos de pudor, ahora solo importaba sentirse mutuamente. El mayor aceptó el beso introduciendo su lengua en la boca del omega a paso apretado, descendió sus manos a la camisa del menor jugando con los botones de esta desesperándolo. Sebastián dejó la boca de Jean para dirigirse entre un camino de besos por el torso hasta la parte baja su abdomen no era tan marcado pero se veía tan jodidamente tierno así que no podía pedir más, con los dientes libero el miembro del menor de la prisión del pantalón y del bóxer. Ya estaba más que excitado, el celo hacia su debido efecto.
— ¡Ah! —Gimió Jean—. Señor Sebastián necesito... Yo, Yo quiero —apenas lograba articular frase completa—. ¡Ah! —Sebastián había comenzado a introducir el falo del menor en su boca de manera lenta y tortuosa, era la primera mamada de Jean en la vida y se sentía increíble, lo iba a llevar a la más maravillosa de las sensaciones en el mundo, el placer de su primera vez.
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UN OMEGA ESPECIAL
Historia CortaJean huyó de su casa cuando su padre intentó prostituirlo, lamentablemente cayó en manos de traficantes quienes no dudaron en ofrecerlo como mercancía fresca. Jean terminó expuesto en una subasta donde es encontrado por Sebastián, un alfa adinerado...