Padre

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Los pensamientos de Jean estaban demasiado perdidos, turbados se podría decir, estada triste, enojado, él creía en lo que decía su padre.

Al caer la noche tenía todo preparado, había estudiado los movimientos de la seguridad de la mansión y sabia por donde debía salir, y por donde nadie lo detendría. A pesar de lo paso la última vez Jean no era tonto. Sabía de paciencia y tenía audacia para escapar.

Esta vez tiene un objetivo muy claro: su padre.

Sebastián no sería un problema, él no había vuelto a insistir con Jean para que lo dejara verlo. El omega hacía la ley del hielo con él, prefería evitarlo o hacer como si no estuvieran en la misma casa.

Con mucho cuidado el omega empezó a amarrar las sábanas de su cama, le iban a servir como soga para bajar, en un rápido movimiento lanzó las sábanas por la ventana, miró el largo tramo que había desde ahí arriba y sin miedo (sólo un poco) comenzó a descender por ellas. Una vez bajó y se cercioro de que nadie lo había visto se dirigió a la puerta principal, una reja de más de 3 metros de altura y un muro de igual tamaño le impedian el paso, él podía verlo a unos metros.

Jean tendría que usar alguna estrategia para salir sin usar la fuerza, si se encontraba con algún alfa que lo delatara estaría perdido.
Afortunadamente él tenia la solución, sabía que solo había un guardia en la puerta principal por la noche, y que este era alfa.

Su uso bien esto de ser omega entonces podré salir. Pensó.

Fue hacia la puerta/reja principal y se acercó al hombre que ahí estaba de guardia, acortó la distancia con él de forma silenciosa y chocó los labios en su boca, posicionó sus manos alrededor de su cuello haciendo que el contrario quede casi inmóvil por su actuación. El contrario no reaccionó mal, sino que siguió, no sabía que Jean era el omega de su jefe, solo trabajaba por la noche. Pensó que sólo tal vez sólo era un empleado necesitado más de ahí. Aquel alfa estaba acostumbrado a coger con otros sirvientes.

Él alfa bajó las manos descaradamente por la cintura del omega, él liberó un poco de su olor para satisfacer al mayor, todo mientras buscaba las llaves en la cadera del alfa fingiendo toqueteos inocentes. Una vez lo consiguió se separo bruscamente, tomó de la mano al guardia y se lo llevó a paso apresurado por el jardín de la mansión adentrandose por la flora.

-Cariño soy omega, no querrás que termine en cinta, ¿verdad? -susurró el menor cerca de sus labios, era un alfa joven.

Jean a pesar de haber llegado virgen a la mansión tenía la información suficiente como para saber usar algunas de sus calidades más escondidas. Entre ellas la seduccion de un omega: su dulce olor.

Fácil de manipular, todo omega lo sabe, pensó Jean.

Para distraerle y escapar tocó despacio por encima de la tela del pantalón de su contrario, este soltó un gemido agudo y colocó su mano en la barbilla de Jean apretando-. Sueltame para que pueda seguir -mascullo el omega haciendo más fricción con su mano sobre la tela. El alfa lo soltó y se apoyó contra uno de los tantos árboles que habían en el jardín, luego empezó a jugar con su cinturón, Jean le sonrió y camino alejándose, antes de desaparecer por completo susurró-. Voy por condones.

Alfa tonto.

La mansión era tan grande, majestuosa. Jean parecía una estatua de adorno por como estaba parado justo delante de la ella, él se había quedado a observarla desde lo lejos que ahora estaba, tan lejos como un omega encerrado que vivía dentro de una gran casa podía estar ahora. Miro la gran mansión (quizá por última vez), la contempló y luego empezó a sentir como un hueco se formaba en su interior, iba a dejar a Sebastián ¿de verdad su padre estaba arrepentido? ¿En serio sólo tuvo un desliz de emociones? La constantes imágenes y preguntas de su padre volvían a atravesar su mente; empezó a correr.

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