Favor X Favor

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La mesa estaba lista, el desayuno se encontraba servido, el olor se sentía por la casa, el señor Josh era muy buen cocinero y mantenía el paladar de Sebastián a gusto.

—Te luciste otra vez —profirió Sebastián desde la mesa, el alfa más que de buen humor estaba que no cabía en si mismo, se le notaba—. Josh lamento lo del otro día, los celos hablaron por mi, realmente te considero mi amigo. Casi como mi padre.

—No hay problema con eso señor Sebastián, entiendo que el niño Jean le guste, él es muy bueno para usted.

—¿Eso crees Josh? ¿Crees que él y yo podríamos...

—¿Ser destinados? —inquirió el mayor—, sí, si lo creo, tal vez ustedes son destinados.

Sebastián pareció pensarlo, Jean como su destinando, esa idea no le desagradaba para nada. El menor le gustaba y mucho.

—Me retiro señor.

—Claro Josh, gracias por tus palabras -artículo Sebastián volviendo la vista a su desayuno en frente—. Una cosa más Josh, llama a Beatriz, por favor.

El hombre desapareció por la puerta de entrada a la cocina y seguido se hizo presente Beatriz.

—Dígame señor Sebastián —hablo la mujer una vez se encontró a un lado del alfa.

—Beatriz necesito que despiertes a Jean, esta arriba, hazme el favor de decirle que baje —pidió. Ella asintió y seguido fue por el omega, pero se detuvo al escuchar a Sebastián hablar otra vez—. Oh, y Beatriz, dile que antes se ponga la ropa que le deje sobre la cama.

Pasado unos minutos.

—¡Buenos días, Sebas! —saludo el omega recién despertado—. Bea me dijo que ya estaba el desayuno y también me dijo que usará esta ropa, ¿tú la dejaste ahí? Se ve muy cara —dijo Jean dando una media vuelta mostrando su ropa, el alfa asintió y dejó el periódico que estaba leyendo de lado para concentrarse en Jean.

—Asi es, mi ropa te quedaba muy grande así que decidí comprarte algo, veo que te queda perfecto, eres muy lindo —profirió el mayor, un sonrojo se noto en el omega, eso le gustó mucho al alfa—. siéntate Jean, desayunemos.

—Está bien —dijo el omega tomando asiento a lado derecho de Sebastián. Él quería preguntar algo que le venía rondando desde la otra noche. Levantó la mirada con timidez y habló:

—¿Creés que pueda hablar con mi padre? —inquirió. La mirada de Sebastián se notó confundida, no entendía el porque de la pregunta—. Sé que no debería extrañarlo, más aún después de lo que te conté, pero...

—No deberías —dijo.

—Lose... Pero solo quiero saber como esta... No le diré donde me encuentro —la verdad es que ni el mismo lo sabía—, tampoco le diré con quien estoy si es eso lo que te preocupa —. Jean tenía la cabeza gacha de la incomodidad.

—Jean, si te digo que sí ¿tú harías algo por mí? Sería un favor por otro favor —dijo el alfa con un tono más bajo de lo usual, ahora el confundido era jean ¿que clase de favor quería?

—¿Qué quieres que haga?

La sonrisa del mayor se ensancho, sus ojos se estaban llenando de deseo, eso decía todo. Para hablar con su padre Jean debía complacer al alfa.

—¿Sabés lo que es una mamada? —pregunto el azabache con voz pastosa. Sus ojos estaban fijos en los verdes del menor.

—¿Te refieres a una felación? Así es como se llama, Sebastián —aclaró Jean mirando de reojo. Ser virgen no impide tener conocimientos sexuales. Jean ya no era virgen, pero su punto se entiende, obviamente había visto lo que era una felacion, y había visto mucho más en su anterior celo con el mismo alfa—. Si sé lo que es.

—Entonces ven conmigo.

El alfa tomó al castaño de la mano y lo guio hasta una habitación alejada del comedor, allí cerró la puerta con pestillo.

Pasado unos minutos de besuqueos y apretónes.

Sebastián tomó los cabellos del menor, jalo de estos con algo de fuerza y sacó su pene de la boca de Jean. El sonido que hizo su cavidad bucal al abandonar su miembro fue inesperado, Jean había estado dejando mucha saliva alrededor de su hombría, eso lo abrumo aún más, haciendo a Sebastián querer más, mucho más de esa sensación.

El castaño se empujó a sí mismo y volvió a rodear con sus labios la intimidad del alfa, claramemte sin su permiso, Sebastián lo había separado y él simplemente había vuelto a introducir la intimidad en su boca. Sebastián había pensado que quizá hace rato el menor se estaba ahogando con la felacion pero, al ver el gesto que hizo, dejó en claro que no le molestaba.

—Sigue así Jean.

—¡Ah! —gimio el contrario aún con la intimidad en su boca—, S-sebastian muévete.

Sus masculleos improlijos estaban excitando al mayor en demasía, tocaría la maldita gloria de los orgasmos en pocos minutos. Obviamente Sebastián no quería quedarse atrás, así que empezó a tocar al menor; Jean sintió como se le subían los colores a las mejillas cuando las manos del mayor pasaron entre sus muslos, quito el pene de su boca y apretó sus labios hinchados contra los del mayor, ellos comenzaron un beso que pedía ir más allá de la boca.

Los ojos verdes de Jean se cerraban con cada arcada, cada vez que la punta del pene de Sebastián tocaba su garganta el sentía una fuerte corriente eléctrica pasarle por la espalda, los bellos de su brazo se estaban erizando y su propio pene estaba pidiendo atención.

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