Lo Extraña

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Sebastián terminó por correrse en la boca de Jean. Nunca antes lo había hecho así de rápido, tampoco había probado antes tan buena boca. ¿Cómo era posible que un omega le hiciera sentir tal cosa?

Él podía ver como el líquido blanco recorría suavemente los labios del menor y como este lamia de ese elixir tranquilamente. Jean tenía muchos secretos guardados, uno de ellos, el sexo podía gustarle mucho. Cuando fue él mismo quien tomó el pene de Jean y los masturbo pudo comprombar lo cierto de eso, pues Jean había gemido descontroladamente contra la pared de la que estaba apoyado. Había gritado su nombre varias veces e incluso había pedido más, pero Sebastián tomó en cuenta el porque de lo que estaban haciendo y se acordó del trato hecho que habían hablado antes. La llamada.

-Me impresionas -dijo Sebastián abrazando por detrás al menor una vez se hubo vestido.

-Gracias... Supongo -respondió limpiando su boca manchada con los dedos, él ya estaba vestido, Sebastián tomó su mano y dejó un beso sobre ella-. ¿Puedo hablar con mi padre? -preguntó mientras se volteaba para mira de frente al alfa.

-Claro, ven -articuló el mayor de ambos y luego salieron del cuarto para ir al despacho-. Te has portado bien, no tenía idea de lo que tu boca podía hacer -. Una vez dentro del despacho Sebastián tomo asiento y dejó el teléfono en frente de Jean.

-No digas eso -hablo mostrando el rojo de sus mejillas, se veía muy tierno-, tú me lo pediste y yo trate de hacerlo bien, es todo.

-No seas modesto, anda puedes llamar -el menor tras esas palabras no perdió tiempo y empezó a marcar en el teléfono.

Mientras escuchaba el teléfono sonar unos pensamientos llegaron a su mente: ¿qué pensaría su padre si supiera lo que hace? ¿Se molestaría? Seguro que sí, Jean no lo sabía. En el fondo él quería creer que hacía lo correcto. Solo fue un favor, nada más. Pensó Jean.

Al cabo de varios minutos por fin atendieron la línea del otro lado.

-Hola

-¡Papá! -exclamó Jean.

-Jean ¿eres tu? Por Dios hijo ¿donde estas? Lamento lo que pasó ese día, perdoname hijo por favor, estaba desesperado y no pensaba bien, regresa, te lo ruego.

-Papá escucha -Jean le dio una mirada a Sebastián mientras hablaba, este se encontraba escuchando pero no tenía la vista levantada de unos papeles sobre el escritorio-, estoy bien, no me paso nada malo... Bueno, quiero decir -volvió mirar al alfa-, solo eso, estoy bien no debes preocuparte, cuidate.

-Espera hijo -clamó Steve-, ¿donde estas? ¿Con quien? Dime por favor hijo, quiero verte. Necesito verte Jean.

El menor comenzó a sollozar, llevó una mano a su boca tapando esta, de verdad se estaba convenciendo con palabras de su padre.

-Yo también quiero verte pa... -el azabache corto la llamada.

-Suficiente -farfulló.

-P-pero... -balbuceo-, por favor, ¿crees que pueda verlo? ¡Haré lo que quieras! -exclamó el omega, acercándose al mayor, tomo su brazo como súplica. Este lo aparto de un jalón, no se dejaría convencer.

-Jean no, ni lo pienses, no lo veras es muy peligroso, el intento venderte -dijo Sebastián-. No te dejare verlo aunque me prometas un año de sexo, entiende.

-Es mi papá, por favor -siguio rogando-. Sé que debería odiarlo pero yo estoy dispuesto a perdonarlo, así como hice contigo. Puedes acompañarme si quieres, lo veo y ya, es todo, no nece...

-¡He dicho que no! -bramó Sebastián usando su voz de alfa, Jean se alejo asustado-. Ay no, pequeño lo siento -el azabache intento acercarse pero el menor solo retrocedió asustado y casi sollozando.

Salió del despacho corriendo a su habitación. Al salir tropezó con Beatriz que iba pasando con una canasta de ropa-. ¡Niño no corras! -vocifero del susto, pero Jean no tenía cara para ver a Beatriz así que solo paso de largo y se encerró en su habitación.

Una vez encerrado Jean se desplomó sobre la cama, sus lágrimas estaban mojando la almohada. Cuando oyó los los golpes en la puerta se exaltó, Sebastián intentaba abrirla.

-¡Vete! -grito.

-¡Jean no armes un berrinche de niño chiquito, abre la puerta! -el menor no respondio-. ¡Bien, puedes quedarte encerrado como un niño castigado si es lo que quieres! -había gritado Sebastián; de igual forma no recibió respuesta.

Cuando el omega había terminado de llorar sobre su cama se planteó una idea sólida en su mente. Esto no se quedaría así, talvez la primera vez no pudo escapar, pero ahora, tenía un objetivo fijo: su papá, él lo quería y estaba arrepentido así que por el saldria de la prisión. Básicamente Jean no estaba pensando bien, apenas había logrado establecer una pequeña confianza con el alfa, y ahora lastimosamente estaba apunto de romper esa confianza. Vería a su padre a como de lugar, ahora sabía que él estaba arrepentido.

-mi padre me extraña.

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