— ¡Beatriz! —exclamó Sebastián —. Ven aquí mujer, ¿dónde te has metido? Necesito que me ayudes —Sebastián estaba llamando a su ama de llaves, ya se encontraba en su gran mansión con su nueva linda y tierna adquisición en brazos. La mujer apareció bajando las escaleras a toda prisa con un plumero en manos, rápido lo dejó en una mesa y observó a Sebastián y por supuesto al pequeño omega que traía consigo.
— ¿Quién es este lindo niño? No creo que estés haciendo tu buena obra del día ¿cierto Sebastián? —Beatriz conocía de sobra a ese alfa pues no solo es ama de llaves sino que también ha sido como su madre y lo conoce mejor que nadie, así como también sabe lo que hará con ese pequeño, puede ser como su madre pero sin embargo no tenía el suficiente poder para impedir que le haga algún daño, solo podía observar.
— ¡Oh, calla mujer! —gruño el alfa—, te he llamado para que le prepares un cuarto cerca del mío, ve que tenga las comodidades que necesita, cuando despierte de seguro se sentirá desorientado, ayúdalo con eso —una vez termino de hablar dejo a Jean en el sofá de la sala, mientras Beatriz quien por cierto era beta se fue a limpiar el cuarto que sería del omega.
—Este pequeño ¿cómo se llama?—preguntó acercándose y quitando un mechón de cabello de su linda cara, el pobre seguía desmayado.
—No lo sé, no quiso decirme —olvidó preguntar el nombre por el apuro—, encárgate de saberlo tú, te tendrá más confianza —. Sebastián se fue a su despacho, era hombre de negocios y no podía dejarlo de lado ya Beatriz se haría cargo del omega.
Las horas parecían días para Jean, despertó desorientado en una cama enorme a su gusto en lo que podía jurar la habitación más grande que alguna vez haya visto. Empezó a recordar lo que había pasado y, sin hacer mucho ruido aunque aún mareado, se dirigió a la puerta, era de esperar, tenía seguro
Mierda. Pensó.
Divago por la habitación buscando otra salida, en eso escucho los pasos apresurados de alguien acercándose a la puerta. Se asustó e intento apegarse a la pared.
— ¡Ay muchacho despertaste por fin! —Exclamó la señora de edad avanzada que habia entrado a su habitación, se acercó a él y lo recostó de nuevo en la cama —. Tranquilo esta será tu habitación, puedes descansar, ¿cómo te llamas?, Sebastián no lo me lo dijo — ¿Sebastián? ¡Ah! ese maldito alfa, los recuerdos venían como golpes secos a su mente. Había sido comprado.
—Mi nombre es Jean Salazar, soy un omega —dijo y luego se dio cuenta de que era su oportunidad, debía pedir ayuda; quizás la señora no era mala, no podía serlo—. Señora debe ayudarme a salir de aquí, ese tal señor Sebastián me secuestro por favor ayúdeme —Beatriz lo miro confundida, ¿secuestrado había dicho? Sebastián no haría eso ¿o sí? Ese niño de aspecto inocente le estaba diciendo que fue secuestrado.
—Niño Jean tranquilo. Sebastián te trajo aquí en brazos, estabas desmayado y algo golpeado. Sé que él no es exactamente un ángel pero no es tan malo —Beatriz hizo una pausa acariciando su cabeza—, lo siento pero debes aceptar que ahora eres su omega —sus palabras no estaban ayudando, más bien parecía estar acostumbrada a ese tipo de situaciones, Jean no era el omega de nadie, por supuesto que no lo aceptaría.
— ¡Señora le digo que me secuestro! —Exclamó Jean—. Me compro en una maldita subasta de omegas. A saber qué hará conmigo. ¡Por favor!
La mujer solo lo miraba sin poder hacer nada, sabía que no podía ayudarlo, solo le quedaba darle apoyo para que soporte lo que sea que vendría—Mi nombre es Beatriz Hirabte, soy una beta, he cuidado de Sebastián desde hace tiempo. Si como dices te ha comprado, eso solo significa una cosa: eres su omega, lo siento pero no poder ayudarte Jean, él no es tan malo. No lo hagas enojar será mejor para ti. Te traeré la cena a tu habitación.
¿Eso era todo?
Se sentía desesperado, la mujer había cerrado la puerta con llave, no podía salir. Daba vueltas de un lado a otro, no se resignaría eso estaba claro, pero tampoco valía la pena gritar a todo pulmón detrás de esa enorme puerta cerrada —ya lo había hecho por más de una hora—debía controlarse e idear un plan de escape.
Estaba sentado en suelo, inquieto. Se permitió observar a su alrededor, lujosos cuadros, un candelabro en el techo que él ni había notado, unos muebles que de seguros eran carísimos, todo era muy lujoso para un simple cuarto.
De pronto se abrió la puerta otra vez y un frío recorrió su espalda, ni siquiera se había molestado en cambiarse.
Era Sebastián.
—Jean, ese es tu nombre ¿verdad? Soy Sebastián... bueno ya lo debes saber —cerro la puerta detrás de sí, y se sentó en la cama, el omega había recorrido a una esquina del enorme cuarto asustado por la presencia del alfa—. Ven aquí —ordenó. Jean no se movió y el alfa se vio obligado a usar su voz—. Ven aquí —dijo. El omega no pudo resistir eso, así que obedeció sin reclamar acercándose a Sebastián hasta quedar parado a la vista del susodicho. Este lo tomó de la cintura, lo miro por un segundo a los ojos y lo beso atrayéndolo por su cuello, el beso era torpe, se notaba que no tenía experiencia alguna. El alfa siguió con besos por el mentón y cuello del menor, se percató de las expresiones de pudor en la cara de Jean.
—Te ves tan judíamente lindo, serás mío
¿El alfa no tenía la más mínima idea de que todo esto era nuevo para el menor? No, si lo sabía y muy bien, le habían recalcado que este omega era virgen y aun así su deseo de tomarlo era más grande que su cuidado. Era un alfa, lo que él decía se hacía, ¿por qué debía tener cuidado con este omega si no lo tuvo con tantos otros que pasaron por su falo?
—Por favor señor Sebastián déjeme, no sé qué quiere de mi pero yo no sé nada de lo que pretende hacerme—gimoteo apenas como podía, los besos del mayor no lo dejaban casi respirar.
—Tal vez... tengas razón, aun no sabes nada de esto —dijo alejando un poco las manos de su cintura—. Entonces tendré que enseñarte. Quítate el pantalón, anda.
Jean sentido miedo eso se le notaba. Talvez si se defendía podría salir de ahí pues no escucho que la puerta se cerrará con llave, podría escapar—. No, no haré nada de eso —dijo y en un repentino ataque de coraje y valentía mordió el cuello del alfa con fuerza provocándole una herida pequeña pero dolorosa, aprovechó que el mayor estaba jugando con los botones de su camisa y tenía el cuello a disposición.
— ¡Ah, maldición! —gruño. Jean corrió lejos de él, salió del cuarto apresurado corriendo como sus piernas se lo permitían.
La casa era jodidamente enorme no sabía hacia dónde correr o que pasillo tomar para esconderse al menos. Estaba perdido.
— ¡Jean! ¡Jean! Ven aquí —gritó el alfa enfurecido—. ¡No puedes escapar, date cuenta! Mira por alguna ventana de la casa, está rodeada de mis hombres, si sales ¿a dónde iras? Piénsalo ¡No dudarán en dispararte! —eso congeló al omega ¿disparar? Ese tipo estaba loco, en verdad no había salida, estaba a merced del alfa—. Anda sal de donde estés, no es tan malo estar conmigo, dime, ¿querías que te comprara otro alfa? Uno que abusara de ti en cada oportunidad, porque si quieres puedo llevarte de nuevo a la subasta.
No, él no quería eso—. ¡Quiero ser libre, no es posible que por ser omega deba estar atado a un alfa para sobrevivir! Déjame ir... por favor— la vida era dura para Jean, primero su padre intenta prostituirlo en vez de cuidarlo y protegerlo de los problemas más ahora esto, en vez de escapar se metió en la boca de otro lobo y todo por ser un omega, ¿acaso no había felicidad para él? Dijo que mientras tenga fuerza se defendería pero el miedo de que ese alfa le haga algo peor que tomarlo a fuerza le aterraba ¿qué hacer? ¿Salir y dejarse dominar? o ¿seguir corriendo hasta que alguien le mate?
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UN OMEGA ESPECIAL
Historia CortaJean huyó de su casa cuando su padre intentó prostituirlo, lamentablemente cayó en manos de traficantes quienes no dudaron en ofrecerlo como mercancía fresca. Jean terminó expuesto en una subasta donde es encontrado por Sebastián, un alfa adinerado...